ACTUALIDAD DIOCESANA

05/02/2021

“Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos”

José María Yagüe, capellán del Hospital de la Santísima Trinidad, inicia con este artículo una serie de testimonios y reflexiones bíblicas inspiradas en el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo del próximo 11 de febrero

 

El título de este artículo es el lema de la Jornada Mundial del Enfermo que celebraremos el próximo día 11 de este mes, conmemoración de la Virgen María de Lourdes. Con este motivo, y en los próximos días, los capellanes de los hospitales de Salamanca publicaremos una pequeña reflexión, inspirados en el mensaje del Papa para esta Jornada.

Sorprende y mucho que el comienzo de esta reflexión papal se apoye en el tremendo capítulo 23 de San Mateo. Es el capítulo en el que Jesús increpa duramente a escribas y fariseos. “Jesús critica la hipocresía de quienes dicen pero no hacen” (Mt 23, 1-12).

Tras la sorpresa inicial, comprendemos enseguida la oportunidad de esta denuncia en este tiempo de la pandemia. Todos pensaremos de inmediato en nuestras autoridades. Cuando la tempestad desatada por la pandemia nos enseña la fragilidad de la vida humana, y todo debiera orientarse a salvaguardar la vida como primer objetivo, nuestros dirigentes siguen priorizando sus intereses particulares y electorales. Y asistimos, por ejemplo, al contrasentido de convocar unas elecciones en plena ola expansiva de la enfermedad. Están en juego vidas humanas y ellos juegan al politiqueo. Hipocresía manifiesta que los descalifica. Lamentablemente las cosas son así.
Pero no podemos conformarnos con mirar a los dirigentes. En la barca estamos todos, como señalaba el Papa en aquel formidable discurso en la soledad de la Plaza de San Pedro el 27 de marzo del año pasado. Y todos hemos de involucrarnos. Palabra que tanto gusta al Papa. Involucrarse no para aumentar los riesgos, para tocar el puerto de la salud cuanto antes, una vez vencida la pandemia.

Cuidar nuestra vida y la de todos

Y por eso es evidente que la denuncia de hipocresía va dirigida a toda la sociedad. Decimos, criticamos, nos lamentamos… pero no hacemos. No estamos dispuestos a renunciar a nada. Cada uno vamos a lo nuestro. Y si lo nuestro es llenar las terrazas sin guardar distancias, sin mascarillas y sin las mínimas precauciones, pues adelante con ese “nuestro”. Y si lo nuestro es salvar la economía, o ir a misa o lo que sea, siempre va por delante lo nuestro y no lo que es hoy la emergencia: cuidar nuestra vida y la de todos y superar cuanto antes esta enfermedad.

Cambiar el estilo de vida

Enfermedad que nos lanza algunos mensajes urgentes, muy oportunos además al comienzo del siglo XXI. Necesarios para exhortarnos a sanar de otras enfermedades sociales y del alma. La autosuficiencia, la desigualdad entre las personas, el individualismo, la falsa creencia en una autonomía casi absoluta del ser humano, las pretensiones -casi exclusivas- de satisfacer necesidades ficticias, o derechos que no son tales, el abuso del planeta tierra, la indiferencia ante el sufrimiento humano. Y un largo etcétera que nos avisa de que lo que hay que cambiar es el estilo de vida. Estilo de vida centrado en el consumo desenfrenado de unos pocos a costa del malvivir de otros, o en la indiferencia -globalizada, señala con frecuencia el Papa- ante el dolor “ajeno”. Sí, la pandemia ha sembrado dos semillas que deberíamos cultivar con dedicación y esmero: la conciencia de la fragilidad humana y la interdependencia de todos, los unos de los otros. Necesitamos cuidados porque somos frágiles o “vulnerables”, como hoy suele decirse. Porque somos frágiles, además de cuidarnos a nosotros mismos, necesitamos del cuidado de los demás. Hemos de cuidar unos de otros. Todos estamos en la misma barca, decía el papa Francisco. Pero además, todos dependemos de todos y hay que vencer el egoísmo e individualismo que se ha hecho casi congénito en nuestras sociedades opulentas.

Se trata, sí, de un cambio de paradigma. En el que algunos valores morales, que hoy se tachan de conservadores por quienes alardean de un falso y mendaz progresismo, han de ser puestos como prioritarios en el comportamiento de todos y en la educación de niños y jóvenes. Y así, dejar de engañarnos a nosotros mismos con la hipocresía de quien no quiere saber.

La búsqueda y exaltación del placer a toda costa, el consumo desenfrenado, la globalización de la indiferencia ante el sufrimiento de los otros, burbujas como la del turismo para huir del peso del cada día, la negación de toda trascendencia y, otra vez, un largo etcétera nos llevan a un mundo deshumanizado. Que está a merced de los que acumulan el poder, el tener, las comunicaciones. Así, mediante propaganda mentirosa, se instalan las “modas” y tras ellas se inducen los comportamientos humanos. Hasta casi privar a muchos de libertad.

Construir una sociedad más humana, solidaria y fraternal

Nuestras sociedades han de reaccionar. Y esta terrible pandemia nos puede dejar algo bueno. Siempre que hagamos una lectura que vaya más allá de la terrible constatación del número de víctimas y de los destrozos de la economía. Necesitamos aprender lo que esta tempestad nos enseña. Y mirar al futuro, pero no simplemente para volver a lo de antes, cometiendo los mismos errores y pecados contra la naturaleza y contra nosotros mismos.
Al contrario, hemos de alimentar el deseo eficaz de construir una sociedad más humana, más solidaria y fraternal. En la que todos seamos conscientes de la debilidad inherente a la condición humana y a una cultura en la que, frente a la pretensión de una absoluta autonomía, nos prestemos los auxilios y cuidados necesarios y ser así la gran familia de hermanos e hijos de Dios. Esto será imposible mientras nos consideremos superiores a los demás. Por eso es bueno aprender y poner en práctica el lema con el que empezábamos: uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23, 1-12).

Post data: Recomiendo vivamente la lectura del Cuaderno 219 de Cristianismo y Justicia, cuyo autor es José Laguna y lleva por título: “Vulnerables, El cuidado como horizonte político”. Soy deudor de este Cuaderno en lo que digo en el presente artículo sobre los cuidados.

 

José María Yagüe, sacerdote diocesano, capellán del Hospital de la Santísima Trinidad de Salamanca.

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