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02/04/2025

Un repique de campanas contra el olvido

Carrascal del Obispo, al igual que otros pueblos de la Diócesis de Salamanca, se unió a este gesto de apoyo y esperanza para que no se apague la vida en el medio rural

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

Las campanas de la espadaña de la iglesia de Carrascal del Obispo comenzaron a sonar a la una del mediodía. Los cerca de cien vecinos que viven allí todo el año sabían que no se trataba de un incendio ni de un fallecimiento. Este tañido era una llamada para que nadie olvide la denominada “España vaciada”, que tanta calidad de vida da a su población, donde han visto crecer a tantas generaciones que se vieron obligadas a migrar a las ciudades por el mercado laboral.

El P. Lino Herrero, cmm, es el párroco de Carrascal del Obispo

Esta iniciativa, promovida por colectivos sociales y eclesiales, como el Movimiento Rural Cristiano y el Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos, se repitió este pasado lunes, 31 de marzo, en diferentes municipios de la Diócesis de Salamanca. El repique de campanas se convirtió en un clamor del medio rural.

El párroco de Carrascal del Obispo es el padre Lino Herrero, misionero de Mariannhill, que además de este municipio es responsable de otros siete pueblos, y de la ermita de Nuestra Señora del Cueto. Entre todos ellos suman unos 1.200 habitantes, según el último censo de 2024, que se triplica en los meses de verano.

La calidad de la vida rural

Lo primero que destaca es la ayuda inestimable del sacristán, Andrés Matilla, más conocido como “Sito”, “me lleva las cuentas, me aconseja, y es el que me indica lo que hay que hacer en lo relacionado con el templo”. Este religioso destaca la calidad de vida en el medio rural, y en referencia al gesto de tocar las campanas se plantea que a lo mejor “quien las tiene que oír no las va a oír, pero es un buen gesto”.

El padre Lino insiste en que aunque en Carrascal no suena una sirena de una fábrica, ni el de una ambulancia, “todavía suenan las campanas”. Y no solo ese lunes, “sino todos los domingos, cuando la campana llama a la gente”. Asimismo, tiene otros toques programados, como el Ángelus por la mañana. Este párroco cree que ese sonido, de alguna manera, “es señal de que Dios existe y nos llama“.

El sacristán también reivindica la vida en el pueblo, donde nació, aunque con 40 años tuvo que irse a Madrid primero, y más tarde, trabajar como cartero en Ledesma. Pero con la jubilación, Andrés Matilla “Sito”, volvió a Carrascal. “El párroco de aquel entonces, Manuel Díaz, que estuvo en el pueblo durante 43 años, le dio las llaves de la iglesia, “él viajaba mucho y yo atendía el templo”. Sito valora que siempre han tenido sacerdotes; “estamos muy bien atendidos”. Este vecino, de 91 años, cuida de la iglesia como si fuera su propia casa, que así lo siente, “estoy pendiente por si surge alguna gotera o algo”. Además, también lleva las cuentas parroquiales.

Hasta 750 habitantes en décadas pasadas

Andrés Martín, “Sito”, es el sacristán, cuida la iglesia como su casa y valora que Carrascal siempre haya tenido atención pastoral

Él reconoce que en el pueblo no les falta de nada, “y hay una tranquilidad muy grande”, y tres días a la semana tienen un secretario en el Ayuntamiento, el médico, viene dos, y el centro de salud más cercano está en Matilla de los Caños, a ocho kilómetros. “Las escuelas se cerraron hace muchos años, y hubo un tiempo con mucha vida”, recuerda. De hecho, cuando era pequeño,  “en la escuela éramos 40 niños, y como estaba dividido, había otras 40 niñas”. Y el padrón municipal, que en la actualidad el censo es de 187, “llegamos a tener hasta 750 habitantes”. Pero Sito reconoce que si se pone a contar los que duermen durante todo el año, “andamos entre 80 y 90”. Y aunque admite que Carrascal está un poco despoblado, “nos llevamos muy bien”, y suelen verse en misa, y después, para tomar algo.

 

Celeste recuerda con gratitud la labor del sacerdote Manuel Díaz, quien arregló la iglesia y la embelleció con el actual retablo

Celeste García es otra vecina del pueblo que colabora con la parroquia, “soy una fiel más del pueblo”. Allí admite que vive muy bien, “tenemos todas las comodidades como las que podemos tener en una ciudad, pero con una calidad de vida excepcional”. Ella relata que en verano, Carrascal se llena de vida, “pero ahora mismo, más de la mitad de las casas están vacías”. También tuvo palabras para el que fue su párroco,  Manuel Díaz, “quien arregló la iglesia”, y a día de hoy, “está muy bien cuidada”.

 

Otro de los vecinos de Carrascal del Obispo es John Jairo Giraldo, colombiano de nacimiento, pero desde que llegó hace cuatro años a este municipio, es un vecino más. “Vine a trabajar cuidando de una persona dependiente, la cual hace pocos meses falleció, pero decidí quedarme y aquí estoy”. Para este joven, vivir en un pueblo le ha parecido una experiencia “maravillosa”, y su idea es quedarse, “no lo cambiaría por nada”. También subraya el recibimiento que tuvo por parte del pueblo, “ha sido con mucho cariño, nunca me han tratado como un extranjero, y eso ha hecho que que quiera quedarme aquí”.

Oportunidades laborales

Luis Fernando García volvió a Carrascal, donde hoy regenta una casa rural y un comedor

Luis Fernando García es natural de Carrascal, y hace unos años volvió a su pueblo tras regentar en Salamanca capital una tienda de decoración. “Tengo una casa rural que exploto en verano, y un comedor, donde doy eventos y comidas por encargo, y a la salida de misa, la gente viene a tomar el aperitivo”. Este emprendedor reconoce que en el pueblo “se vive muy bien”, agradece la presencia del párroco, el padre Lino Herrero, “y seguir escuchando las campanas cada domingo”.

 

John Jairo Giraldo llegó desde Colombia hace cuatro años, encontró trabajo y ha hecho de Carrascal su hogar.

Otro de los vecinos de este pueblo del Campo Charro es Julián Martín, que apodan “el poeta”, porque lo es, y siempre le ha gustado la prosa. Él nació en Cordovilla, pero una vez jubilado, decidió volver al pueblo natal de su padre, que era Carrascal del Obispo, “me vine a mi querido pueblo”. Entre los poemas que ha escrito, y que han sido publicados en un libro por el Ayuntamiento de este municipio, está uno que se titula: ‘Loa a Carrascal’.

Carrascal del Obispo, donde flota

junto a cada mañana nacarina,

la acogedora sombra de la encina

con sabor agridulce de bellota.

Sencilla, austera y en silencio brota

la hondura de la vida campesina,

y hay un eco solemne en cada esquina

dócil a la memoria más remota.

Se riza una canción emocionada

en las alas poéticas del viento.

Tanto fulgor desprende tu explanada

que ansiado de tus campos el aliento,

se acerca como un beso la alborada

y la tarde se va como un lamento.

 

Julián Martín, “el poeta”, nos deleitó con la ‘Loa de Carrascal’, un homenaje al pueblo de su padre

 

 

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