22/01/2019
El 22 de enero de 1919 nacía en Montealegre del Castillo (Albacete), D. Mauro Rubio Repullés, casi al comienzo de un siglo de gran significación histórica y eclesial. De todos es conocida su biografía, divulgada en varias ocasiones. Hoy, pues, hacen cien años de su nacimiento a la vida.
Para nuestra Diócesis, es el 15 de agosto de 1964, cuando es ordenado Obispo de Salamanca, en la Catedral Vieja, el momento en el que comienza una relación estrecha, en los vínculos de la fe y de la eclesialidad, que se hace perdurable en el tiempo. Es el Obispo del Concilio Vaticano II, no solo participe en él, sino impulsor entusiasta y lleno de esperanza en el mismo. ¡Gracias por la siembra que de su letra y espíritu hizo en esta Iglesia local! Con su vida sencilla, austera, sobria, dialogante, comunional y evangélica, encarnó lo mejor de la enseñanza conciliar.
“Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3, 17). Esta frase paulina no es su lema episcopal, pero expresa muy bien la conciencia diocesana que su figura dejó entre nosotros. Impulsó la libertad del Espíritu para vivir el seguimiento del Señor; el vivir diario en el seno de la Iglesia con gran creatividad; y la libertad para un compromiso en el mundo que fuera diálogo con la cultura, promoción de las libertades individuales y colectivas del hombre, y promoción de la justicia en el servicio de los más pobres. De nuevo el camino de Jesús y la enseñanza conciliar como fondo de su actuación. Esto requería, por parte de todos, responsabilidad personal y trabajo conjunto.
Hoy vivimos tiempos que son continuación de los suyos y nuevos en otros aspectos. Su testimonio de vida nos puede seguir ayudando en estos momentos tan necesitados de testigos. Su “pedagogía no directiva” como algunos definen su talante, debe llevarnos a hundir fuertemente las raíces, de manera personal y comunitaria, en las fuentes de la fe, para llevar una vida anclada en el Señor, su Iglesia, su Reino y su camino, y así “edificar en roca” (Mt 7, 24) que es Jesús, Cristo. “Siempre para la edificación, nunca para la destrucción” (2 Cor 13, 10).
Gracias, D. Mauro. Interceda ante el Padre por su Iglesia en Salamanca.
Fdo.: Tomás Durán Sánchez, sacerdote diocesano.