ACTUALIDAD DIOCESANA

11/11/2022

“Totus Tuus (todo tuyo)”: 40 años de la visita de Juan Pablo II

El 1 de noviembre de 1982, el papa se trasladó a la dehesa de Alba de Tormes y al sepulcro de la Santa para clausurar el IV Centenario de la muerte de la Santa, ante la presencia de más de 300.000 personas

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

Juan Pablo II aterrizó en Alba de Tormes a las cuatro y media de la tarde el 1 de noviembre de 1982, “con un sol radiante y un cielo claro azul”, según cuentan las crónicas de su visita en el boletín diocesano, de hace ya 40 años. Aquel día, en la dehesa de la villa ducal, al santo padre le esperaba una multitud, calculaban 300.000 personas, “venidas de Salamanca, de las diócesis de la Región del Duero, de Castilla, de Portugal…”.

Ofrenda de la niña Ruth González.

En la crónica del boletín, se recoge que el papa, “habló, rezó y cantó con todos”, y que fue recibido por el obispo, Mons. Mauro Rubio Repullés, “le dio la bienvenida y le presentó la Iglesia local, con sus luces y sombras”. Al respecto, Juan Pablo II les dijo que conocía bien “los tiempos recios” que estaba pasando la Iglesia en Salamanca, aludiendo a la emigración de la juventud, “que ha empobrecido vuestras zonas rurales”. El santo padre les invitó a superar todas las dificultades: “Os llamo a que tengáis ánimos para grandes cosas, como los tuvisteis en el pasado”. Y en un silencio religioso y con una oración, el papa rezó con el pueblo salmantino.

Al final del acto, Juan Pablo II aceptó las ofrendas del presidente de la Diputación Provincial, José Muñoz, que le ofreció la medalla de honor de la provincia; el alcalde de Alba de Tormes, Eladio Briñón, que le entregó unos objetos de alfarería de la tierra junto con la medalla de oro de la villa; de una madre, viuda, que le ofrendó la capa de tuno de su hijo único, Víctor Mauriz, joven universitario que murió unos meses antes y que dejó escrito: “Es mi voluntad que, si es posible, mi capa de tuno, que nunca ensucié, sea entregada a su santidad el papa cuando venga a España”. Asimismo, recibió la ofrenda de una niña, Ruth González, que nació el mismo día y a la misma hora en que Karol Wojtyla era elegido papa y le hacía la ofrenda de un beso con un ramo de flores.

Ante el sepulcro de Santa  Teresa

Después, el papa se desplazó al convento de las Madres Carmelitas de Alba, y ante el sepulcro de Santa Teresa, clausuró el IV Centenario de la muerte de la Santa. Junto a él estaban el cardenal Casaroli y el obispo Mons. Mauro Rubio, Además de los cardenales Enrique y Tarancón, Jubanym Macharski  y Glemp, el presidente de la Conferencia Episcopal Española y medio centenar de obispos.

Y ante el sepulcro de la Santa, el papa dijo que quería que sus palabras, “sea una evocación y una plegaria dirigida a Teresa de Jesús, presente entre nosotros en la comunión de los Santos”. Después, pasó a la clausura, y en el camarín del sepulcro, con las manos y la cabeza apoyadas en las rejas, volvió a orar en silencio.

Ya por la tarde, Juan Pablo II se desplazó a la capital, a la Universidad Pontificia, donde se inauguró el aula que lleva su nombre, con 546 asientos. A las nueve y media de la noche, el obispo de Salamanca despide al papa junto a las escalerillas del avión, en Matacán, que le llevó a Madrid.

Cerrar los cementerios el 1 de noviembre

Unos meses antes de la llegada del papa a Salamanca, el obispo compartió un comunicado para los sacerdotes y religiosos para preparar su visita, animando a la participación en Alba de todas las comunidades, para que acudiesen a la dehesa. Además, instaba a que esa tarde del 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, no se abriese los cementerios de la diócesis, y que los preces y sufragios por los difuntos se pasasen al día 2. Y animaba a portar alguna pancarta en la dehesa de Alba, y que cada persona trajera un pañuelo blanco para que aclamara al papa.

En 1982, la Diócesis de Salamanca contaba con 250 sacerdotes, con 23 conventos de religiosos de clausura, con 350 religiosas. Además, contaba con dos seminarios, uno en la ciudad, en el edificio de Calatrava, con 60 seminaristas mayores. Ese año, también recuerdan una encuesta realizada el 20 de junio, donde se preguntó sobre la asistencia a la misa dominical, con una cifra del 32,17% de la población de la diócesis.En ese momento, había 322 parroquias, 121 iglesias y capillas, y el total de católicos es de 284.946 sobre un total de habitantes de 285.134.

En 1982, el párroco de Alba de Tormes era el actual vicario general de la Diócesis de Salamanca, Florentino Gutiérrez, quien ha recordado el proceso previo a la visita del papa Juan Pablo II al cumplirse el 40 aniversario. “Fue un poquillo complicado, porque nos enteramos de que el papa iba  a venir a España con motivo de la celebración del centenario de la muerte de Santa Teresa, pero a Alba de Tormes no, y pensamos que cómo era posible que no venga al sepulcro, nos parecía muy extraño”.

Viaje a Roma para solicitar la visita del papa

Ante la incertidumbre y la falta de respuestas sobre la posibilidad de su visita a Alba, tanto Florentino Gutiérrez, como el alcalde de la villa ducal por aquel entonces, Eladio Briñón, cogieron un vuelo y se fueron hasta Roma, “para ver allí cómo lo veían y qué solución nos daban”.

Allí no conocían a nadie, pero ambos consiguieron reunirse con el secretario de Estado, el cardenal Martínez Solano, que como narró en una crónica de lo vivido el alcalde de Alba, ya fallecido, les preguntó: “Pero ustedes, ¿qué es lo que quieren?, ¿una entrevista personal con el papa?”, pero la respuesta de ambos fue otra: “No, monseñor, lo que queremos es verle en nuestro pueblo”. A lo que el secretario contestó que era la primera vez que alguien no quería ver al papa en Roma.

Como recuerda el vicario general, “nos dio palabras de tranquilidad diciendo que iban a mirar a ver si era posible, y entonces se arregló, y se logró que el papa hiciera una parada en Alba de Tormes, donde tuvimos un acto realmente espectacular en la dehesa de Alba”. Florentino Gutiérrez reconoce que se sintieron “muy agradecidos y satisfechos” por su visita.

El agradecimiento de Briñón

Por su parte, Eladio Briñón, escribía sobre ese día que todos los apuros, desilusiones, desencantos, esfuerzos, “habían merecido la pena”, “el papa estuvo en Alba y todo salió perfecto, con la humildad que requería Santa Teresa”. Para él, “la humildad es andar en verdad”, y se sentía orgulloso de haber conseguido para Alba el día más glorioso de su historia, “solo superado por el 4 de octubre de 1582, en que desde Alba sale en vuelo directo al cielo, el alma de Teresa de Jesús”.

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