01/01/2023
¡Feliz Año Nuevo!
Este 2023 comienza en domingo: el primer día de la semana, el día de la Resurrección del Señor, cuando la contemplación de su sepulcro abierto y vacío nos adentra en la esperanza y la vida se nos transforma para siempre al reconocerle, resucitado, en el Pan de la Eucaristía.
Al culminar la octava de la Navidad celebramos la maternidad divina de María. No es sólo Madre de la humanidad de Cristo, sino que la confesamos como Madre de Dios, de Jesús que es Dios y hombre verdadero. Estas precisiones teológicas, con todas las controversias que antes de su definición hirieron el cuerpo de la Iglesia, no son cualquier cosa. El Catecismo nos enseña que María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como “la madre de mi Señor” desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios: Theotokos.
Aquella afirmación solemne del Concilio de Éfeso quiso ser evocada por el papa Juan XXIII cuando decidió que la apertura del Concilio Vaticano II fuera un 11 de octubre, entonces fiesta litúrgica de la maternidad divina de María. Puso ese momento histórico de la Iglesia bajo el amparo de la Madre. Ahora la aclamamos a los ocho días de la Navidad, justo al iniciar un nuevo año. Ella nos auxilia desde el Cielo y, como hiciera ante la adoración de los pastores, según nos muestra el Evangelio de hoy, mira nuestras vidas, nuestros propósitos para este tiempo que comienza, nuestras angustias y nuestros anhelos, y los conserva todos, meditándolos en su corazón inmaculado. Un corazón de Madre.
Tomás González Blázquez, cofrade y médico
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