12/11/2024
En el Teologado de Villamayor, del que nunca dejaremos de alabar, el formador de teólogos, al que debemos mucho, en un diálogo comentó largamente el estribillo de la letra de la canción Iglesia peregrina. Y distinguía él en su letra este matiz, que añado entre paréntesis: Somos en la tierra semilla de otro reino. Somos testimonio de amor. Paz para las guerras. Y luz “entre” (“para”) las sombras Iglesia peregrina de Dios. A los “teologuillos” veinteañeros que escuchábamos, aquello de que, si la Iglesia era “luz entre las sombras”, o “luz para las sombras”, no nos decía mucho en aquel momento. ¡Pero qué miga tiene! Y es algo que no se olvida. Fue toda una lección teológica de la presencia de la Iglesia en el mundo.
“La Iglesia, a la vez “grupo visible y comunidad espiritual”, avanza junto a toda la humanidad y experimente la misma suerte terrena, y existe como fermento y alma de la sociedad humana, que debe ser renovada en Cristo y transformada en familia de Dios” (GS 40). Avanza “junto” a toda la humanidad, “entre” la humanidad, “para” la humanidad… en la perenne fecundidad del “sorprendente fermento del cristianismo” (A. Kreider). Y esta, la humanidad, “puede ayudarla mucho y de muchas formas a la preparación del evangelio” (GS 40).
Bien es verdad que “la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se halla en su Señor y Maestro” (GS 10). Pero volvamos a la memoria veinteañera: el camino de este ofrecimiento salvador ha de ser el de una Iglesia que camina junto, entre, para… y que ella misma se enriquece en este caminar.
Y es que nos viene este recuerdo del Teologado muy al pelo para el tema de la pastoral vocacional, de la propuesta de la vocación cristiana y sacerdotal al hombre de hoy. En este punto confluyen dos concepciones antropológicas: el hombre es donación, llamada, es un regalo divino para donarse, darse, ofrecerse; y la concepción antropológica de autoconstruirse, de la autonomía de definirse a sí mismo. ¿Cómo presentar la llamada? ¿En una propuesta “junto, entre, para…” los niños, adolescentes, jóvenes o la presentamos “contraculturalmente”? Es verdad que la concepción antropológica de la autoconstrucción va pareja a toda una batería de “derechos culturales”[1] que se presentan como una antropología cultural nueva que supera la naturaleza, y todo ello conduce a las batallas políticas de las “guerras culturales”, así llamadas, entre progresistas y conservadores, que contaminan la propuesta cristiana vocacional y la misma vida pastoral de la Iglesia.
Y formulamos ahora unas preguntas para algunas explicaciones posteriores, a modo de aproximación. ¿No corremos el peligro de apropiarnos de “la antropología de la donación” para ofrecerla como una propuesta alternativa? ¿No es esto también una mundanización eclesial? ¿Dónde queda entonces el “entre” y el “para” de la presencia de la Iglesia en el mundo? También nos apropiamos, es verdad, del “entre” al sucumbir en una mundanización de la Iglesia que nos lleve a acoger al mundo acríticamente, con el fin de atraerlo y ofrecer un evangelio agradable y digerible. Pero también es necesario preguntarnos: ¿No hay nada bueno en la antropología cultural constructivista, o debemos estar siempre “frente” a ella? ¿No hay otro camino que el “contracultural”? Unos y otros planteamientos, no pocas veces, sirven de debate y combate eclesial, que nos sitúa en esferas ideológicas y políticas que rompen la comunión eclesial.
En febrero de 2025 habrá un importante Congreso Nacional de Vocaciones (Madrid, 7-9 febrero 2025). En la preparación del mismo, siguiendo al salmista “hemos de romper la trampa del cazador y escaparnos” (Cf. Sal 124,7) de las dicotomías señaladas en forma de preguntas en el párrafo anterior. Es necesario elevar la mirada y no comenzar por el “ver”, camuflado a veces con frases pascuales, de la dicotomía del contraste de antropologías. Falta, a nuestro modesto entender, la altura de una mirada trinitaria y pascual, que nos envuelva a todos en un amor previo que aliente las sombras y luces de nuestras búsquedas humanas, históricas y eclesiales, para que, asumiéndolas en lo bueno y bello, las purifique y las transcienda, no en el combate cultural, sino en la gravitación de amor a la plenitud, al beneplácito del misterio del Amor, al que estamos llamados todos, todos, todos…: unos y otros.
Nos cuesta ver, en la preparación del Congreso, una cristología que ofrezca el camino de Jesús, el Cristo, el Señor, como hombre nuevo, desde el misterio de la encarnación: camino, redención, glorificación y vuelta para entrega el Reino al Padre. Sin un “encuentro vivo con Él” que nos expropie (Benedicto XVI), no hay llamada, y la propuesta vocacional puede convertirse en ideología de contraste (guerra cultural), de acomodación (mundanización) o de fuga espiritual-litúrgica (re-sacralización). Que de todo hay. Es necesario profundizar en la forma servi de Cristo como figura fundamental de la vida y misión de la Iglesia en el mundo. Y hacer desde este camino de abajamiento, del “exceso cristológico”, la invitación a la llamada, como camino de gracia ofrecida en gratuidad, vulnerabilidad, ultimidad y universalidad.
Es un tiempo para el “entre”, el “para” de la cercanía eclesial humilde (kenótica), que no de contraste (“contra”), sino que provoque un asombro de amor con la paciente “mistagogía de la fe y la provocación de la gracia”[2] que, aunque esta última es juicio, es sobre todo plenitud humana que no pretende romper la estructura del ser ni cercenarla en su conciencia y libertad. Así, revelaremos el misterio de un Dios humilde, exceso de ternura y acogida. Y esto no es rendición o pasarnos a la mundanización, sino el camino de la cercanía (“para”, “entre”) evangélica de ofrecer itinerarios vocacionales[3] como fuentes de plenitud, de Gracia sobre gracia (Cf. Jn 1, 16).
Realizando esto por el camino de siembras, encuentros, sendas, cumbres, puentes, oración, anuncio, fraternidad, fiesta, domingo, cercanía a los pobres, pozos de sabiduría, adoración, celebración, cantos, lectura, caminos, sepulcros de santos, gestos, miradas, año litúrgico, pan y vino eucarísticos, acompañamiento, perdón, discernimiento, curación… Es necesario dibujar nuevos “mapas” para “una nueva geografía espiritual en las iglesias locales”, como lugares iniciáticos, por ahora junto a la ¿anquilosada? red de pastoral territorial. Y todo esto, llevado a cabo no como hermanos superiores, “sino envueltos en las mismas debilidades”, y por ello, con-discípulos del único Señor “en” medio del mundo.
¡Para lo que da el comentario de un formador de teólogos en el Seminario!
Tomás Durán Sánchez , párroco “in solidum” de Doñinos de Salamanca.
[1] Cf. Eloy Bueno de la Fuente. La revolución antropológica. ¿Más allá del humanismo…?. Burgos: Fonte Monte Carmelo, 2020. Pág. 172.
[2] Ángel Cordovilla, Teología de la salvación. Salamanca: Sígueme, 2021. Pág. 37-67.
[3] Es insuperable aún este documento: OBRA PONTIFICIA PARA LAS NUEVAS VOCACIONES, “Nuevas vocaciones, para una nueva Europa”. Roma 5-10 de mayo 1997. https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_13021998_new-vocations_sp.html