27/12/2019
En Santiago de la Puebla, San José no es carpintero, trabaja en la construcción. Fermín Mulas se deja crecer la barba desde primeros de octubre, y aunque reconoce que le resulta incómodo, quiere ponerse en la piel del estilo que predominaba hace más de dos mil años en Belén, la tierra donde nació el Niño Jesús. Por unos días, este pueblo de unos 200 habitantes de la comarca de Peñaranda se convierte en la ciudad de Belén. Todo se detiene en el tiempo, y su Plaza Mayor, de unos 1.000 metros cuadrados, cambia de fisonomía.
En ella brota un río, donde nadan los patos, y junto a los soportales, se da vida a los oficios de entonces, como el herrero, el panadero o el alfarero. A los pies de la casa consistorial nace el Niño, en un sencillo portal lleno de pajas. Tampoco falta el ángel, que anuncia la lleva del Salvador tocando sin parar una campana.
Todo un pueblo se vuelva en la recreación del Nacimiento de Jesús, desde la fe y los textos bíblicos. Desde hace siete años, trabajan durante todo el año para hacer realidad el belén viviente. En la actualidad, participan como figurantes cerca de 80 personas, desde niños a personas que rondan los 80 años. Visten ropa de la época, con utensilios propios de dos mil años atrás, y la misma ilusión de ser testigos del nacimiento del Niño Dios.
Esta edición tendrá lugar el próximo 28 de diciembre, con la representación teatralizada a través de tres narradores a las 17:00 horas, y la posterior visita a la recreación, hasta las nueve de la noche. Según las previsiones, se espera la visita de cerca de 1.500 personas.
Pedro Antonio Hernández es uno de los responsables de la coordinación del belén viviente. Ese día, su papel es de herrero. “La idea surgió del Ayuntamiento, y desde el primer momento lo hacemos desde el sentido de la fe, de celebrar la Navidad, la venida de nuestro Señor Jesucristo”, apunta. De esta forma, está convencido de que se vive más de cerca, “el misterio de la Natividad”. Y lo que comenzó con 20 figurantes, crece cada año, hasta alcanzar los 80, y sumando cada vez más. Hernández cree que lo mejor es verlo “y vivirlo” en primera persona, “cada año viene más gente a vernos”. Además, a los visitantes se les obsequia con un chocolate con bizcochos, como recuerda este vecino de Santiago de la Puebla.
Muchas de las antigüedades que se muestran en el belén viviente son de Mateo Arias, quien las colecciona desde que tenía 17 años. En su puesto recrea una panadería de hace dos mil años, “con utensilios y herramientas lo más antiguas posibles”. De hecho, como detalla, cuenta con un molino de piedra para simular cómo se molía el trigo. “Lo importante de este belén es que nos une a todos”, argumenta. Además, insiste en que siempre se ciñen al texto bíblico, “que se va narrando acompañado de música”. Arias también detalla que, tras el nacimiento del Niño Jesús, todos los oficios que se presentan en la Plaza Mayor ofrecen algo en el portal, para cerrar con los tres Reyes Magos.
En este belén viviente no falta detalle: las lavanderas lavan en el río, se asan las castañas, se cura la matanza y los soldados romanos, vigilan el pueblo. Los niños se dedican a su oficio, el de jugar alrededor de los puestos.
Desde hace cinco años, Fermín Mulas es San José, que relata cómo transcurre la narración esa tarde. “Este año hemos quedado a las cuatro y media en la puerta de la iglesia. Después, María y José entran en la Plaza y se acercan a la posada para pedir un techo, “pero nos lo deniegan, y nos indican el lugar donde se encuentra el establo.
El ángel, que cuelga sobre el balcón del Ayuntamiento, es el que anuncia el nacimiento de Jesús, y acto seguido comienzan a llegarnos las ofrendas de los diferentes oficios”. Según detalla Mulas, se arrodillan junto al Salvador y entregan el presente, como también hacen los Reyes Magos. Antes de terminar la narración, todos los figurantes siempre se hacen una foto de familia junto al portal, y acto seguido, abren el acceso a la Plaza para el público, con el objetivo de que vean de cerca el escenario que recrea Belén.
El sacerdote de Santiago de la Puebla, Fernando García, cree que el belén viviente “lo más bonito y principal que tiene es unir al pueblo, a todas las familias, a los que están y a los que no, hacer comunidad”. Además, recuerda que es “una verdadera catequesis del significado de la Navidad, que ha surgido de las entrañas del pueblo”.
Cabe recordar que la duración de la narración de este belén viviente es de unos 40 minutos, y durante ese tiempo, la plaza permanece cortada al acceso de público, que lo pueden ver desde las calles aledañas, por motivos de seguridad.