ACTUALIDAD DIOCESANA

26/01/2020

Recensión del libro: “Como el Padre me envió, así os envío yo”, de Ángel Cordovilla

Esta cultura necesita una existencia sacerdotal nueva

 

“Como el Padre me envió, así os envío yo”. Teología y espiritualidad del
ministerio apostólico presbiteral. ÁNGEL CORDOVILLA ⎢ Salamanca, Sígueme, 2019. 286 Pg.

Si lo que se lleva en el corazón es lo primero que se dice, en la misma presentación del libro, el autor nos lanza a bocajarro unas preguntas directas y actuales para este tiempo: “¿existe una espiritualidad propia del sacerdocio secular y diocesano? Y si existe, ¿cuál es el núcleo fundamental?” (pág. 10). Contesta que lo importante es poner la mirada en la persona de Cristo, origen de todas las espiritualidades y carismas en la Iglesia, para afirmar más adelante que cree que “hay un aspecto específico en lo “diocesano secular” frente a otras formas concretas de vivir el ministerio”. Y añade que “lo diocesano secular es la forma típica de la ‘vida apostólica’, la cual se concreta después en aspectos diversos al ponerse en contacto con un carisma histórico determinado” (pág. 10-11).

Desde estas primeras palabras, y desde la lectura de la obra, creemos que es un estudio espiritual y apostólico que continúa el impulso que la Conferencia Episcopal Española comenzó al iluminar y fundamentar la “Espiritualidad del Presbítero Diocesano Secular” (Simposio de 1987), la “Espiritualidad Sacerdotal” (Congreso de 1989), y el “Presbiterado y Secularidad” (Simposio de 1999), desde la Comisión episcopal para el Clero, y que tanto ayudó a la Iglesia española en su momento. Las actas de estos tres acontecimientos fueron publicadas en EDICE con estos mismos títulos. Tanto los Simposios como el Congreso tuvieron como base el Decreto Presbyterorum Ordinis del Concilio Vaticano II que se fundamenta en la Sagrada Escritura y la Tradición; y desde ahí ahondaron en el tema acudiendo al Ritual de la Ordenación (“la teología y espiritualidad sacerdotal queda resumida y concentrada en la liturgia de la ordenación” dice el autor en la pág. 11). El trabajo de esta Comisión episcopal ha seguido durante décadas, con las celebraciones anuales de las Jornadas nacionales, encuentros, publicaciones de libros con los estudios y ponencias de destacados teólogos y obispos. Y así se ha ido ofreciendo, magistralmente dibujada, una auténtica espiritualidad del clero secular en la que pudieran fijarse cuantas iniciativas se diesen. ¿Qué ha pasado en la Iglesia española: Diócesis, Facultades, Seminarios, Delegaciones del Clero… para que parezca olvidada esta luz basada en las verdaderas fuentes y nos veamos necesitados en esta hora de ser “auxiliados” de otras espiritualidades, de “un suplemento de alma” como decían los sabios antiguos?

Pero este nuevo impulso de la obra que comentamos del teólogo salmantino no es continuista sin más, ni mucho menos, sino que lo sitúa ofreciendo muy bien tres dimensiones importantes con grandes aportes novedosos: el contexto histórico y cultural nuevo en el que vivimos; los aspectos centrales de la teología del ministerio en el Concilio Vaticano II, viendo sus logros y deficiencias a lo largo del post-concilio; y los tres ministerios fundamentales de la misión presbiteral, juntamente con dimensiones esenciales de la vida, ministerio y espiritualidad de los presbíteros. Todo ello, desde una gran fundamentación teológica, como bien sabe hacer, pero también conociendo las luces y sombras del ejercicio del ministerio presbiteral en la vida de las diócesis, describiéndonos en ocasiones con gran agudeza nuestras limitaciones y deficiencias y apuntado caminos nuevos para superarlas.

Luces

Destacaríamos dos luces que de la lectura que hacemos nos pueden iluminar la situación actual. Una sobre el momento cultural que nos envuelve y otra sobre el presente eclesial que vivimos.

Existencia sacerdotal: “Puente para la evangelización”

Los presbíteros no somos ajenos al instante histórico que nos toca vivir, sino que también participamos del mismo: “somos hombres de esta generación, marcados por esta cultura” (pág. 87). Y el autor, en vez de enfrentarnos o dejarnos simplemente influenciar, nos invita a “entablar un diálogo fecundo con ella, aunque sea de forma silenciosa y escondida en nuestra propia vida” (pág. 88). En la persona del presbítero y en su vida, anclada en la cultura actual, se da una “escisión antropológica” que es lugar privilegiado de la realización del hombre y de la revelación. “Coincido totalmente con el filósofo Robert Spaemann cuando afirma que los sacerdotes son una provocación para el hombre actual” (pág. 98). Qué importante es esto, pues esta cultura necesita “ver” una existencia sacerdotal lograda, que la asuma como suya y se deje enriquecer por ella. No nos debemos sin más a presencias pasadas, pero tampoco a presencias utópicas, sino que podemos hacer de la situación cultural presente un momento de gracia, donde la existencia sacerdotal pueda ser “puente” para la evangelización del hombre contemporáneo. (Cf. Cap. I. 4. El sacerdote hoy en su realización existencial, pág. 87-111). Invitamos a una lectura detenida de estas páginas.

Resaltar una “espiritualidad del clero secular” no es reclamar un aislacionismo, o renunciar a la riqueza de dones y carismas que el Espíritu suscita en la Iglesia. Es muy importante hoy situar bien en la Iglesia: el bautismo, origen de la dimensión sacerdotal de todo el Pueblo de Dios; los dones y carismas que el Espíritu anima y fortalece en la unidad y diversidad; y el ministerio sacerdotal ejercido “in persona Christi e in nomine Ecclesiae”. Las páginas del Cap. I. 3. El lugar del sacerdote en la Iglesia (pág. 65-87), clarifican mucho y ayudan al ejercicio del ministerio presbiteral, para el enriquecimiento del mismo y su genuino puesto en la Iglesia; y para no sacralizarlo, ni diluirlo sin más, ni convertirlo en fuente de tensiones y competencias.

Este libro es una gran luz para todo el Pueblo de Dios. Para el estudio personal de los sacerdotes, con el fin de ayudar a la reflexión y aliento de su vida y ministerio. Y para las Delegaciones diocesanas para el Clero, ya que desde su lectura pueden conocer y actualizar, muy necesitados estamos de ello, el momento presente de sus presbiterios y alcanzar claridad para descubrir los núcleos existenciales y ministeriales que hay que revitalizar y alentar. Todo ello, para crear caminos, espacios y estructuras de apoyo, aliento y cercanía a sus hermanos presbíteros, y así renovar, algo muy necesario, sus programaciones, de manera viva, apostólica, creativa y actual. No solo para la “formación”, sino para el “espíritu, aliento y corazón” (pág. 94-95). De manera especial pueden encontrar inspiración en “Un decálogo para la espiritualidad sacerdotal, hoy” (pág. 271-274), que el autor ofrece al final de su obra. El libro es un eslabón más de la recepción del Concilio Vaticano II, y de su insuperable Decreto Presbyterorum Ordinis sobre el ministerio y vida de los presbíteros. No dejemos que pase este instante.

Gracias, Ángel, por este regalo navideño. Puede ser un buen libro para leer al comienzo del nuevo año 2020.

¿Te gustó este artículo? Compártelo
VOLVER
Actualidad Diocesana

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies