12/05/2021
A la hora de definirse tiene claro que se considera un “cura obrero”, y así lo refleja su trayectoria desde su ordenación el 11 de diciembre de 1971. Aníbal Hernández, con 76 años, asegura que se ha “jubilado” a medias. “Mi idea era dejar las parroquias e irme a trabajar de voluntario a la cárcel de Topas”, subraya, y finalmente, se ha quedado con dos pueblos, Pelabravo y Naharros, y se ha ido de voluntario a la prisión salmantina, “que es un mundo aparte en el que se sufre mucho y cualquier cosa te la agradecen enormemente”.
Aníbal Hernández es natural de Santa María de Sando, donde surgió su vocación sacerdotal, muy influida por el jesuita Padre Nieto, “que estuvo allí, y en esa época salieron de mi pueblo bastantes vocaciones, y yo siempre pienso que es allí de donde me viene la fe familiar”.
Desde pequeño siempre dijo que quería ser sacerdote, “porque en la familia teníamos bastantes vocaciones, como tíos, primos segundos y primeros, hermanos, que habían sido jesuitas”.
En 1957 entró en el seminario de Linares de Riofrío, “que lo inauguramos, y después estudié Latín, y cuando volvió a abrirse Calatrava, después de quemarse, también lo inauguramos”. De los cien que estudiaron Latín, se ordenaron tres, como recuerda, “y uno se ha secularizado”.
De su etapa en el Seminario tomó conciencia de que la Iglesia “había que renovarla, tenía que ser distinta”. Como también relata, en el año 68 coincidió un rector en el Seminario que le puso en contacto con los militantes cristianos obreros, con la HOAC, “y un grupo de ellos empezamos a conocer esta realidad del mundo obrero”.
Fue entonces cuando Aníbal Hernández comentó al entonces su obispo, Mauro Rubio, “que quería ser cura obrero, y tras un acuerdo, me fui a trabajar a una fábrica, donde estuve unos años, y también opté por ir a vivir a los barrios”. Este sacerdote vivió en el barrio denominado del Castigo, y después, en Los Alambres y en el de San José.
“Mi compromiso fue sobre todo en la fábrica defendiendo los derechos de los trabajadores, planteando los convenios”, explica, y en los barrios, “potenciando las asociaciones de vecinos, las necesidades … “. De sus 50 años de sacerdocio también resalta su vínculo con la HOAC, “es la que a mí me ha alimentado tanto en la formación como en la espiritualidad, porque es un movimiento muy importante en la historia de la Iglesia, incluso en la historia de España después de Franco”.
Año tras año asegura que su compromiso con el mundo obrero, “se fue sedimentando”, con iniciativas en los pueblos como el movimiento junior. “A mí me parece que los movimientos especializados de Acción Católica eran unos instrumentos muy buenos para promocionar el laicado”, insiste. En este sentido, Hernández precisa que cuando llegó a Calvarrasa, en el año 1979, “empecé a hacer un consejo parroquial, sin que eso en la diócesis existiera, representado por niños, jóvenes, mayores, … y desde entonces ha estado funcionando ya como un consejo”.
Al respecto de los laicos, este presbítero cree que lo que realmente nos constituye como creyentes es el Bautismo, “es fundamental, esa idea ha sido constante, e incluso defender y apoyar el laicado en España”. Y dentro de las dimensiones donde ha estado presente Aníbal no le cuesta ponerse en contacto con la gente marginal, “por ejemplo, en el barrio del Castigo era un contacto de tú a tú”.