ACTUALIDAD DIOCESANA

27/11/2019

«Queremos ser una comunidad a pie de calle, de puertas abiertas, junto a las problemáticas sociales”

Las comunidades de las Hijas de la Caridad de la calle Vitigudino y de los pisos de Guillermo Arce han pasado a ser una con una nueva ubicación, en la calle Maestro Ávila, junto al Campo de San Francisco. En ese barrio tienen presencia desde hace cerca de 50 años, trabajando codo con codo por los más necesitados con la parroquia de La Purísima.

En su nueva casa llevan poco más de un mes, un total de cinco hermanas, de las seis que componen la comunidad. En una de las estancias relatan sus años en Salamanca Carmen Rodríguez, Teodora Alonso, Ana Isabel Ullán y Marina Mejías, que respiran el mismo carisma vicenciano del primer día, de volcarse con los más pobres, en este caso, los del siglo XXI.

Con la unión de dos de sus comunidades, las Hijas de la Caridad pretenden seguir con su carisma y estar junto a las problemáticas sociales. La presencia en la zona donde ahora residen ha sido permanente durante 50 años, al abrigo de la parroquia de La Purísima. Hace unas semanas dejaron sus casas de la calle Vitigudino y de Guillermo Arce para iniciar una etapa nueva en la de Maestro Ávila.

En su primer mes de estancia, como aclara Ana Isabel Ullán, la hermana más joven, ya han percibido la edad avanzada de las personas del entorno, “y el tema del aislamiento, sin niños, sin gente joven”. Otra característica de la realidad que ahora les rodea es “la soledad”. Por ese motivo, abrirán una capilla a pie de calle, porque como argumentan, “queremos ser una comunidad de puertas abiertas, con fácil acceso de entrar, salir, acoger y mediar”. Porque el objetivo es mantener su carisma, “Cristo en la persona de los pobres, los de nuestro tiempo”, porque tienen claro que hoy no pueden buscar a los mismos necesitados del pasado, “hoy tenemos otras problemáticas sociales que iremos descubriendo y darle forma, articulando servicios”.

Cabe recordar que las Hijas de la Caridad llevan siglos de presencia en Salamanca, y en el mundo, en más de 96 países y culturas diferentes. Y mantienen vigente aquello que marcó su fundador, San Vicente de Paúl, de las Hijas de la Caridad, “tendrán por monasterio, la casa de los enfermos; por celda, una habitación de alquiler; por capilla, la iglesia de la parroquia; por claustro, las calles de la ciudad; por clausura, la obediencia,”.

Acompañamiento y atención a jóvenes

En la actualidad ofrecen diferentes servicios. Entre ellos, el acompañamiento y la atención a un grupo de jóvenes a las que se les quiere dar una nueva oportunidad: “Para una promoción, en su formación y oportunidad laboral”, describe Ullán. En concreto, un pequeño equipo atiende a diez chicas de diferentes edades, de 18 en adelante. En cuanto a su procedencia, llegan de diferentes ámbitos, como el medio rural, “donde han estado aisladas, sin oportunidades formativas o laborales” y buscan una nueva salida, “aunque su familia no tenga medios, para que puedan potenciarse”.
El objetivo es buscar una salida digna a su realidad concreta, “en su momento y forma en la que están, e ir trabajando expectativas de mejora a corto y medio plazo, al ritmo que van asumiendo, en un proceso de acompañamiento”.

Otra de las Hijas de la Caridad es Marina Mejías, que enumera algunas de sus tareas actuales. Ella llegó a la Vaguada de la Palma en 1986, “cuando era un barrio pobre, con casas en malas condiciones, y vivíamos en medio de ellos”. Aquella labor, como describe, “era la de estar… y para lo que necesitaran, que era desde poner inyecciones, acompañarlos a los organismos oficiales, etc”. En aquella época, colaboraban junto a los párrocos de La Purísima, Fructuoso Mangas y José Manuel Hernández, “en catequesis, en el despacho parroquial”. Pero a esa zona de la ciudad dice que llegó la droga y fueron cayendo sus vecinos. A día de hoy, Mejías sigue colaborando en la parroquia, y también lo hace como voluntaria de Cáritas diocesana en el servicio de acogida de la calle Monroy. “Voy de 10.00 a 14.00 horas, y por la tarde al piso de acogida para los familiares de los hospitalizados, que pertenece a la Diputación de Salamanca”.

Atención del piso de acogida para familiares de enfermos

En esta última tarea lleva poco tiempo y es nuevo para ella: “Es una experiencia bonita, cercana a las personas que vienen, nos cuentan sus penas, fatigas y puedes ayudar orientándolos, consolando, etc.”, afirma Mejías. Teodora Alonso pasa una gran parte de su día en el piso de acogida del hospital, ubicado en el paseo de San Vicente. Ella trabajó durante 26 años en el servicio de Hematología del Clínico, y colabora en el piso de la Diputación desde que abriera sus puertas, hace ya nueve años. “Viene gente de la provincia y de fuera de ella, sobre todo, con familiares en la UCI a los que pueden ver tan solo a determinadas horas”, relata.

(Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de Comunidad, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca). ¿Quieres suscribirte? lo puedes hacer en este enlace

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