02/03/2025
“De lo que rebosa el corazón, habla la boca”. Este sencillo dicho sobre la conexión entre el corazón y las palabras, deja en evidencia lo que está ocurriendo en nuestra historia hoy. En el mes largo transcurrido desde las elecciones norteamericanas de 2025, estamos asistiendo a un “afán deconstructor” del orden internacional vigente desde la II Guerra Mundial. Este nuevo y acelerado palpitar global va acompañado de palabras prepotentes, burlas crueles y decretos agresivos que tienen al mundo en estado de shock y al borde del infarto.
Por eso, urge profundizar en perspectiva cristiana en esta frase: “De lo que rebosa el corazón, habla la boca”. Así es como termina el capítulo 6 del evangelio de San Lucas, el discurso programático de Jesús que hemos ido recorriendo en las últimas misas dominicales. Si le aplicamos a Él esta frase, tendríamos que preguntarnos ahora: ¿lo que Jesús nos ha hablado en estas últimas tres semanas, qué revela de su corazón?
Para empezar (primer domingo), del corazón de Jesús rebosa una convicción profunda: los pequeños y sufrientes de este mundo son los preferidos del Padre. “Bienaventurados los pobres, los que tenéis hambre, los que lloráis, los que sois calumniados y perseguidos”. De su corazón, que late al unísono de la humanidad empobrecida, nace un eco que llega a los nuevos dueños del mundo desde la hambrienta África, la devastada Gaza, la desangrada Ucrania y tantos otros lugares sometidos: “¡Ay de vosotros los ricos, los que ahora reís!”.
Además (2º domingo), del corazón de Jesús rebosa una propuesta revolucionaria: con palabras y con obras os digo que habéis sido creados para un amor a contracorriente y hasta el extremo; creed entonces que los límites los ponéis vosotros y no Dios. “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen”. Qué audacia la de este corazón que, ante el auge prepotente de los nuevos emperadores, se convierte en un grito de súplica y compasión: “¡Tratad a los demás como queréis que ellos os traten!”.
Por último (este tercer domingo), del corazón de Jesús rebosa una fuerte llamada a la conversión: vive despierto, porque el mal que ves en otros está latente dentro de ti, con un potencial que no imaginas. Mientras el mundo se derrumba, “¿te fijas en la mota del ojo de tu hermano y no ves la viga que tienes en el tuyo?”. El corazón del Señor, conocedor de las miserias humanas y de la misericordia del Padre, nos previene a los asustados europeos y a los divididos españoles: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?”
A las turbulencias de nuestro mundo se ha unido en estos días la crisis de salud del papa Francisco, que nos tiene en estado permanente de oración… y, en pocos días más, empezaremos el Tiempo de Cuaresma, antesala del Tiempo de Pascua. Todo nos está llamando a un salto cualitativo en nuestra adhesión a Jesús y nuestra presencia cristiana en el mundo. Salto que podrá darse si nos seguimos preguntando con admiración: ¿Qué rebosa del corazón de Jesús?
Mariano Montero, sacerdote Adsis, párroco de Santa Marta de Tormes