14/12/2024
La Palabra de hoy, del evangelio de San Lucas, capítulo 3, 10-18, nos muestra cómo la esperanza es un verdadero manantial de disponibilidad.
Juan Bautista acababa de pregonar la urgencia de preparar el camino para la llegada del Señor. Por eso, en aquellos días muchos pusieron oídos a su anuncio: la gente en general, los publicanos, los soldados… Y todos ellos se cuestionaron con la misma pregunta: “¿Qué debemos hacer?”
Y el Bautista respondió a cada grupo sin rodeos:
“El que tenga vestido y comida, que comparta.”
“No debéis exigir más de lo fijado (en la ley).”
“No estorbar, no denunciar con falsedad, contentarse con el fruto de su trabajo.”
Al reflexionar esta Palabra me imagino a aquel pueblo, ansioso por la llegada del Mesías, dispuesto con alborozo a una nueva vida, impaciente por recibir una pista de por dónde empezar: qué telarañas limpiar, qué descalabros reparar, qué alfombras extender…
¡Era tanta su esperanza…, tan enorme su anhelo de recibir a aquella promesa que se haría carne… que, en cuanto escucharon las palabras de Juan, brotó en ellos el deseo, la necesidad de cambiar, de mostrarse disponibles para la tan deseada llegada!
Este tercer domingo de Adviento, Domingo de Gaudete, domingo de la alegría, nos apunta en esa misma dirección: alégrate, despierta, prepárate, Su llegada es inminente.
Y la Palabra, una vez más, nos da la pista: prepárese cada uno en su medida, en sus posibilidades, en su realidad y en su puesto, pero todos en la brecha, con la alegre determinación de barrer hasta nuestros más oscuros rincones, para hacerle sitio a tan esperado Huésped, que no es el pregonero que lo proclama, sino “el que nos bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
En este Adviento que lo anuncia, esperemos alegres y diligentes, en la esperanza que nos llena de gozo y de amor, hacia una nueva vida y un mundo mejor.
Buen domingo.
Mercedes Marcos, Talleres de Oración y Vida