13/06/2019
Fue en París, durante la visita que realizó el Papa Benedicto XVI a Francia, con ocasión del 150 aniversario de las apariciones de Lourdes donde se produce el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins el 12 de septiembre 2008. Allí el papa emérito, reflexiona sobre el origen de la teología occidental y las raíces de la cultura europea, una cultura que tiene su origen en la vida monástica.
En el origen de la construcción europea aparece la gran fractura cultural provocada por las migraciones de los pueblos y el nuevo orden de los Estados que se estaban formando. Hace más de mil años, en Europa, también había una confusión y un tiempo en que nada parecía estar seguro. Es aquí donde aparecen los monjes. Ellos intentan vivir la ‘sequela Christi’. Y “hay que decir- afirma Benedicto XVI– con gran realismo que no estaba en su intención crear una cultura y ni siquiera conservar una cultura del pasado. Su motivación era mucho más elemental. Su objetivo era: quaerere Deum, buscar a Dios. En la confusión de un tiempo en que nada parecía quedar en pie, los monjes querían dedicarse a lo esencial: trabajar con tesón por dar con lo que vale y permanece siempre, encontrar la misma Vida. Buscaban a Dios”.
Este esfuerzo del hombre “por volver a encontrar la verdadera relación con la verdad de las cosas, escribe Romano Guardini, con las exigencias de su intimidad más honda y, en último término, con Dios”. Se trata de descubrir a Dios y vivir en armonía con Él.
En julio de 2016 es el papa Francisco quien nos regala la Constitución apostólica Vultum Dei quaerere sobre la vida contemplativa femenina. Francisco expresa ahí un gran aprecio por la vida y la misión de la vida contemplativa en la Iglesia. Dice que “la vida contemplativa femenina ha representado siempre en la Iglesia y para la Iglesia el corazón orante, guardián de gratuidad y de rica fecundidad apostólica y ha sido testimonio visible de una misteriosa y multiforme santidad”.
Las contemplativas tienen como misión ser signos que expresan su consagración total a Cristo y tienden a transformarse en esa levadura necesaria en medio de la masa, de esta gran familia que es la Iglesia. Los monasterios están llamados a ser “escuelas de oración y de contemplación”. La contemplación, nos recuerda Vultum Dei quaerere, lejos de apartar la vida contemplativa del mundo y del hombre, han de situarse como expertas en la escucha, porque “escuchar es más que oír”, y expertas también en “la espiritualidad de la hospitalidad acogiendo en su corazón y llevando en su oración lo que concierne al hombre creado a imagen y semejanza de Dios”. Pide el Papa que las contemplativas sean “antorchas y centinelas”. En este tiempo donde se habla de modernidad líquida. Zygmunt Bauman fue quien acuñó los conceptos que han sido incluidos en nuestro lenguaje habitual: sociedad líquida o amor líquido para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Esa misma situación en la participa la vida de la Iglesia y qué decir de la crisis de la vida contemplativa con sus múltiples análisis y tan diferentes conclusiones. Es aquí donde invita Francisco a las contemplativas a llegar lejos como antorchas que acompañan a los hombres y mujeres en la noche oscura del tiempo, y como centinelas de la aurora que anuncian la salida del sol, como afirma el Profeta Isaías.
Vultum Dei quaerere es una palabra que la Iglesia, Madre y Maestra, dirige a la vida contemplativa femenina, es mucho lo que queda por hacer, es muy largo el camino que encontramos para recorrer hasta llegar a anunciar al hombre que lo esencial es buscar a Dios, y que buscando a Dios será posible pasar de lo secundario a lo esencial, a lo que es sólo y verdaderamente importante.
En este momento hay cerca de 38.000 hermanas contemplativas en unos 4.000 monasterios repartidos por todo el mundo. En España hay 850 monasterios. Esto es ya un reto en sí mismo. La vida contemplativa nos habla de verdades últimas, de estabilidad y deseo de ser profetas de Dios en medio de un mundo en el que Dios es el gran ausente.
No nos deben impresionar los números, debemos estar pendientes, hoy más que nunca, de la autenticidad del testimonio de la vida. Es necesaria una autonomía vital, es necesario que las hermanas contemplativas y toda la Iglesia encontremos un camino de renovación. Como ha dicho el Papa en Evangelii Gaudium y recoge ahora Vultum Dei quaerere, “interceder no nos aparta de la verdadera contemplación, porque la contemplación que deja fuera a los demás es un engaño”. Son las contemplativas en primera persona, las que deben vigilar atentamente y no caer en la tentación de convertirse en “cobertizos de espiritualidad enquistados al margen del pueblo fiel” afirma Francisco. “A lo largo de los siglos, la experiencia de estas hermanas, centrada en el Señor como primero y único amor, ha engendrado copiosos frutos de santidad. ¡Cuánta eficacia apostólica se irradia de los monasterios por la oración y la ofrenda! ¡Cuánto gozo y profecía grita al mundo el silencio de los claustros!” afirma Vultum Dei quaerere.
Pedimos al Señor por las que oran, pro orantibus, para que se haga realidad la llamada que este año propone la Conferencia Episcopal para esta jornada, que de verdad la vida contemplativa tenga un corazón orante y misionero.