27/09/2020
Hay noticias que no son noticia ni en agosto. Razón de más para que sean importantes. El pasado día 24 de agosto, hace ya más de un mes, D. Carlos López, obispo de Salamanca, aprobó y promulgó el nuevo texto de los Estatutos del Cabildo Catedral de Salamanca. En la justificación de la aprobación decía que “es adecuado para el cumplimiento de los fines del Cabildo, en comunión espiritual y apostólica con la Iglesia diocesana e integrándose en su misión evangelizadora en el tiempo actual”.
Cabildo viene del latín capitulum, que viene a significar reunión, tanto civil -islas Canarias- como eclesiástica, pero también el lugar donde se reúne. Dicen expertos lingüistas que esta palabrita no ha terminado aún de evolucionar fonéticamente. Esperemos que sea un signo de vitalidad de la institución. Y hablando de institución, Cabildo también viene del latín caput, cabeza. En el caso del Cabildo de la Catedral es una cabeza colegiada, en la que cada uno de sus canónigos tiene uno o varios oficios encomendados por el Cabildo. El Deán es el principal de los oficios, primus inter pares, -el primero entre los iguales- y, como tal, es el único oficio que el obispo diocesano debe confirmar. Es elegido para un mandato de cuatro años y puede ser prorrogado únicamente un mandato más.
Estatutos del Cabildo de la Catedral de Salamanca hay muchos; los hay desde el Siglo XIII, de modo que el Cabildo es una institución bien antigua, con mucha tradición y tradiciones. Estamos ahora en una época de rechazo a las instituciones, pero con ocho siglos de tiempo e historia a las espaldas, “algo tendrá el agua cuando la bendicen”. El último obispo que la bendijo fue D. Mauro Rubio Repullés, cuando aprobó los Estatutos penúltimos el 29 de junio de 1993, hace casi treinta años.
Treinta años no es nada, y menos veinte, que cantaba Gardel, pero sí suficientes para exigir algunos cambios y actualizaciones. Y así, mientras que en los anteriores Estatutos se estipulaba que el número máximo de canónigos podría ser de dieciocho, en los actuales se reducen a un máximo de doce, pero con la conciencia clara que nos proporcionan las circunstancias actuales, difícilmente los canónigos en activo serán más de media docena. En cuanto a los oficios que desempeñan los canónigos, de nombres muchas veces exóticos y rimbombantes, muy de novela, se han reducido mucho y son ahora 7: Deán, Prefecto de Liturgia, Superintendente, Delegado del Patrimonio artístico y cultural, Delegado de Comunicación, Encargado de la música, Archivero y Secretario capitular. Bueno, algunos siguen teniendo nombres peculiares, pero no es plan de romper con todas las tradiciones de un plumazo, ni es bueno. En los antiguos Estatutos, algunos de estos oficios eran de nombramiento directo por el obispo y eran desempeñados por el canónigo hasta su jubilación. En los actuales, solo el de Deán. Y solo dos mandatos.
La Iglesia no es, de suyo, una institución democrática, como tampoco lo son un montón de empresas e instituciones, pero algunos cambios democráticos se han introducido en los nuevos Estatutos, conforme al vigente Derecho Canónico, por ejemplo el tema de las mayorías para la aprobación de los asuntos. Antes no se requería un quórum mínimo, ahora es necesaria la presencia de la mayoría absoluta de canónigos en activo, con derecho a voto, y las decisiones deben ser acordadas por la mayoría absoluta de los presentes.
Con los nuevos Estatutos se pretende dar un mejor servicio a la evangelización de nuestra diócesis con un medio tan privilegiado como es el complejo de la Catedral: Liturgia cuidada, colaboración a la imagen turística y cultural de la ciudad y de la diócesis, en diálogo permanente con las autoridades locales, regionales y nacionales para el mantenimiento y dignificación del Patrimonio, tanto inmueble como mueble, creación de empleo, evangelización mediante la Belleza heredada de nuestros mayores en el Patrimonio artístico y musical, colaboración económica con la diócesis y, especialmente, con los más pobres, a través de Cáritas y otras instituciones de la Iglesia y presencia en los medios de comunicación y redes sociales, pues parafraseando el refrán, “si tenemos buen paño, hay que sacarlo del arca para que lo disfrute todo el mundo”. Todo ello, aunque sea responsabilidad del Cabildo, de los canónigos en activo o jubilados, a quienes pueden seguírseles encomendando algunas tareas, no sería posible sin el magnífico equipo de profesionales laicos que tiene la Catedral y que, como se está demostrando en esta pandemia, son nuestro mayor activo.