06/03/2025
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La Catedral de Salamanca acogió este miércoles, 5 de marzo, la celebración del Miércoles de Ceniza, con la que se inicia la Cuaresma, un tiempo litúrgico en el que la Iglesia convoca a los fieles a un camino de conversión, oración y ayuno.
Durante este día, los fieles de la Diócesis de Salamanca recibieron la ceniza sobre sus cabezas, obtenida al quemar las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior. Un gesto que recuerda «nuestro deseo de convertirnos, nuestro deseo de cambiar de vida, de iniciar un nuevo camino desde la certeza de que el Señor va a acompañarnos y va a recorrerle con nosotros». Así lo expresó el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, al comienzo de su homilía en la eucaristía que presidió en la Catedral Vieja, en la que interpeló a los fieles, recordando que no se trata de repetir otra Cuaresma más, «sin que nada cambie en nuestra vida», sino «de ponernos al trabajo de la ascesis que puede cambiar nuestro corazón».
Además, señaló que la Cuaresma «es un tiempo favorable para la renovación personal, un tiempo de gracia y, bien vivida, siempre produce frutos generosos en nuestra vida». Mons. Retana destacó que en esta ocasión es «enriquecida» con el Año Jubilar, y recordó el papa Francisco, en su mensaje para esta Cuaresma, «nos ofrece algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria». Y realiza una primera llamada a la conversión, «porque todos somos peregrinos en la vida».
Y subrayó que la vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales. «Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, en compañía, nunca como viajeros solitarios, añadía Mons. Retana. También reconocía que el Espíritu Santo, «nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos».
En esta Cuaresma, aseguraba el prelado de Salamanca, «Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, ocupándonos solamente de nuestras necesidades». Y reflexionar sobre si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, «al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos».
Por otra parte, hizo una invitación a la conversión de la esperanza, «la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna». Y la práctica propia de la Cuaresma implica un compromiso, «animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz». Porque, como insistió «si queremos seguirle, debemos estar dispuestos a acogerla».
Para finalizar, Mons. José Luis Retana animó a la asamblea a que juntos como Iglesia peregrina, «vivamos esta Cuaresma, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje».