07/05/2021
Ángel Alsina nació en Vilobí de Oñar, un pequeño municipio de Girona, el 3 de julio de 1938, pero la vida y su vocación le llevó finalmente a Salamanca. En la Universidad de Barcelona conoció a un sacerdote que lo cambió todo en su historia, Alfredo Rubio: “Me orientó totalmente porque él se dedicaba a hablar a estudiantes a ver si querían ser sacerdotes”.
Desde Barcelona se trasladó a Salamanca, y más tarde, a Alba de Tormes, “donde estuve tres o cuatro años y encontré un cura muy bueno y apostólico que se llamaba, Miguel Matías Moríñigo, que me orientó mucho”, subraya. Después, terminó los estudios y comenzaron los primeros pasos para poder ordenarse como sacerdote, como hablar con el obispo por aquel entonces, Mauro Rubio. Ángel Alsina se ordenó en Alba de Tormes junto al actual vicario general de la Diócesis de Salamanca, Florentino Gutiérrez, el 26 de septiembre de 1971. “Y a partir de ese día, lo hemos celebrado todos los años, nos encontrábamos las dos familias y un grupo de amigos”, relata.
Una de las primeras responsabilidades fue la de formar a las vocaciones tardías, “uno de los primeros que tuve llegó a ser cardenal, Manuel Estepa, entre otros, como el arzobispo Braulio Rodríguez o el cardenal y arzobispo de Madrid, Carlos Osoro”. En ese colegio de formación estuvo un total de 32 años.
Alsina recuerda su primer destino pastoral en Linares de Riofrío, donde también fue profesor de francés, de gimnasia y de Religión, entre otras cosas. “Después, me marché un par de años a Noruega”, confirma. Y tras la secularización de tres curas jóvenes en la zona de Alba de Tormes, como él mismo añade, “Miguel Matías me llamó para que viniera a atender a esas parroquias”, y fue entonces cuando llegó a Galinduste, donde lleva 43 años.
A lo largo de su vida también ha realizado varias peregrinaciones a Lourdes y Fátima, y recuerda de forma especial la gran obra de rehabilitación de la iglesia de Galinduste, “gracias a la colaboración del responsable de Obras de entonces, Jesús Terradillos”.
Ángel Alsina reconoce que aunque ha tenido bastantes achaques, “me encuentro bien, y todavía puedo seguir con un pueblo que otro, pero los cinco que llevaba, creo que ya no podré hacerlo”. A la hora de hacer balance de sus 50 años de sacerdocio reconoce que ha sido una vida, “de mucha alegría y satisfacción, donde he intentado estar siempre contento y animar a los demás para que también lo estén”.