22/06/2020
¡Qué bueno habría sido dedicar este último comentario del curso a hacer un balance sin más de la actividad pastoral de nuestra Diócesis! Quizás unas palabras resaltando aquello más positivo y novedoso, o reflexionando sobre los aspectos a mejorar. Lo típico cuando se ha superado el mes de junio y corresponde evaluar.
Este junio del Corpus Christi sin procesiones, prohibidas hasta hoy mismo por la autoridad civil, nos depara, sin embargo, la creación de un fondo común diocesano que mencionó nuestro obispo el pasado domingo del Corpus en la Catedral. Servirá para afrontar con el esfuerzo de todos, de cada familia y de cada comunidad que pueda hacer una aportación, las graves necesidades de muchas personas vulnerables, especialmente castigadas por la pandemia. Ayudarlas ahora para que puedan rehacerse y mirar al futuro con más esperanza. Estoy seguro de cada cual en su oración y su reflexión habrá sacado conclusiones de esta experiencia por momentos increíble, o andará en ello.
Entre las mías que me permito compartir, no falta una desde mi perspectiva profesional. Muchos días a lo largo del confinamiento y después, pensaba en la necesidad de que los sanitarios de nuestra diócesis nos conozcamos, dialoguemos, recemos juntos, hagamos planes compartidos, sería otro fondo común. Un fondo de ideas, de proyectos, de comunión.
Son muchos los retos morales en ese caminar junto a la vida y junto a la muerte sobre las líneas de la enfermedad y debilidad que están presentes en nuestra sociedad sin un debate serio y realmente humano. La pandemia los ha puesto de relieve aunque muchos de los políticos y creadores de opinión huyen de esta evidencia. ¿Acaso no es hora de alzar la voz e intentar iluminarlos con la verdad del evangelio?