ACTUALIDAD DIOCESANA

20/02/2020

Ministras ante la enfermedad

Desde hace más de 20 años, Maruja Marcos y Agustina Castro, de 86 y 84 años, administran la comunión a los vecinos que no pueden salir de casa

María Marcos, aunque en Cespedosa de Tormes todos la llaman “Maruja”, reconoce que es un orgullo poder llevar la Comunión a los demás, “aunque no me considero digna de ello”, añade. Esta labor de ministra extraordinaria la realiza desde hace ya 20 años, junto a Agustina Castro, otra vecina octogenaria de la localidad. Su principal tarea es administrar la Sagrada Forma a los enfermos del pueblo que no pueden acercarse a la iglesia: “Hemos llegado a visitar a 20 personas, entre las casas y la residencia cuando existía, pero en la actualidad, vemos a cinco”, relata Maruja.

Las circunstancias de la vida, en concreto, una caída sufrida por Agustina, ha propiciado que ella también sea una de las visitadas en su domicilio. “A María y a mí nos instituyeron el mismo día, con el obispo don Braulio Rodríguez”, en tiempos en el que el sacerdote José Adolfo Sánchez estaba en Cespedosa, detalla. Y admite que se nota cuando una cosa se hace con ilusión, “me gusta mucho”, y también lo que sufre “cuando no puedo ir”.

A Maruja y Agustina, que tienen 86 y 84 años, esta labor les llena de vida: “Dios nos tendrá en cuenta lo que hacemos, pero poco puede ser”, y añaden que pueden pecar de ignorancia, “pero por querer ofenderle no”. El actual párroco de Cespedosa, Amable García, se siente muy agradecido por su tarea: “Cuando llegué a este pueblo ya ejercían esta misión de llevar la Comunión a los enfermos, y a través de ellas he podido conocer a las personas que se encuentran en sus casas”, subraya.

Para este sacerdote, “ellas son la llave que me deja entrar en casas ajenas”, y para él, siempre ha sido una satisfacción contar con su ayuda, “porque ellas son como mi agenda en torno a las personas mayores que necesitan de mi presencia”. En este sentido, García relata cómo le informan, si tiene que ir a visitar a alguna persona, o si quieren confesarse, “se trata de gente que, por su situación, no pueden acercarse a la iglesia y nosotros vamos”.

Vigías espirituales

El contacto con ellas es continuo, “pregunto cómo van, cuántos enfermos tienen, quiénes son, y cuando puedo voy con ellas a verlos”. Pero elogia tanto la autonomía como la capacidad de ambas en esta tarea: “Es una satisfacción contar con ellas y saber que están vigilantes de las cuestiones espirituales de las personas mayores, son un ojo más, un corazón más, y una extensión de la fe”, insiste este sacerdote.

La lumbalgia que sufre Maruja no la impide desempeñar su tarea habitual para los enfermos: “Cuando he estado más delicada de salud y no he podido hacerlo, para mí fue un dolor muy grande”. Antes de acercarse a casa de Agustina para administrar la Comunión, Maruja acude a la iglesia, ubicada en el corazón de municipio. Allí, se arrodilla frente al altar y recoge el Cuerpo de Cristo del Sagrario. Como ya es habitual, lo introduce en el portaviático y emprende el camino hacia la calle de Agustina. Tras tocar el timbre entra hasta la cocina, donde su vecina aguarda sentada al calor del brasero.

(Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de Comunidad, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca). ¿Quieres suscribirte? lo puedes hacer en este enlace

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