31/10/2019
Durante los 60 años de sacerdocio en El Cerro, Pedro Calama ha oficiado 327 bautizos, 65 bodas y 457 funerales. Son datos que reflejan la realidad del mundo rural, con más fallecimientos que nacimientos, y un porcentaje muy bajo de bodas allí celebradas. Este sacerdote albercano, de 90 años, relata su vida de pastor de la Iglesia en este pequeño municipio serrano. A cada paso que da en el pueblo, los vecinos se paran para hablar con él. Se sabe la vida y preocupaciones de cada uno de ellos, les pregunta por sus labores, por sus familiares y por su salud. “¿Qué te dijo el médico?, ¿ya está bien tu nieto? o, ¿vienes de recoger los pimientos?”, son algunas de las preguntas que lanza a sus vecinos de camino a su casa parroquial, en la calle Maderillas, una humilde morada a la que llegó en el año 1958, con 30 años.
Desde entonces han cambiado muchas cosas en El Cerro, tanto en el número de habitantes, de unos 1.200 a los 300 actuales, como su fisonomía. Lo que sí ha permanecido durante estos 60 años es el alma de pastor del pueblo de Pedro Calama, y así lo valoran sus vecinos.
Para llegar hasta la iglesia, Calama tiene que sortear varios escalones y alguna pendiente, pero como él mismo reconoce, “disimulo, me agarro a la baranda, hago varias paradas, y voy por el camino más rápido”. Este verano recibió un homenaje del pueblo por sus 60 años de servicio pastoral en El Cerro, y además de la eucaristía se colocaron dos placas con su nombre, una a la entrada del templo y otra en la plaza de la iglesia que ahora se denomina así.
Visitación Hernández y Pepa López son dos vecinas del pueblo que no dudan en describir a Pedro Calama como un hombre “sencillo y cercano”, y han vivido todos estos años como él aprecia al pueblo y al contrario. “Me ha casado a mí y a mis hijas”, relata la primera, y aseguran que en este municipio, tanto los creyentes como los que no, “admiran a don Pedro”.
En todos estos años, Pedro Calama ha vivido el fenómeno de la inmigración, y como poco a poco El Cerro se fue quedando vacío, “muchos vecinos se fueron a Alemania, Francia o a otras ciudades de España como Madrid o Barcelona”, aunque reconoce que muchos de ellos han vuelto al pueblo, sobre todo en verano, y se han construido sus propias casas.
Cuando llegó a El Cerro recuerda que se perdía por las calles, “eran todas muy parecidas”, y las casas muchas ya tienen poco que ver con las de aquel entonces. Respecto a su hogar, insiste en que está abierto a todos, y en su despacho se respira su labor callada y humilde. Allí guarda su colección de la revista Ecclesia, y vive rodeado de cuadros y recuerdos de 90 años de vida. En uno de ellos está enmarcada su partida de Bautismo, de La Alberca, donde figura su nombre completo, Pedro Pablo Calama Bares.
En su cocina tiene la capilla de la Sagrada Familia que va de casa en casa y en esta ocasión le tocaba la suya, “tenemos cuatro en total, y suele estar entre uno y tres días en cada casa”, como una tradición que se mantiene en el tiempo. Aunque confiesa que cada vez hay menos gente y está más días en cada vivienda.
En este lugar, donde recibe a sus feligreses, también guarda los libros de bautismo, desde 1930, ya que los anteriores están en el archivo diocesano, “que databan de 1500”. Calama tiene claro que su vocación siempre ha sido “estar cerca del pueblo”, y reconoce que la ciudad no le va, “la gente allí no te conoce”, y en el medio rural, “todo el mundo te habla, te conoce y te dice algo”.
A la hora de hacer balance de estos últimos 60 años en El Cerro, reconoce haber vivido momentos alegres y tristes. “Son buenos momentos los bautizos y las bodas”, pero no tanto las pérdidas. Pedro Calama asegura que en su carrera sacerdotal si a alguien ha tenido presente es a los enfermos, “porque se han ido pocos muertos sin recibir el sacramento, porque visito a todos y estoy con ellos”.
Mientras relata su vida, este sacerdote recibe alguna llamada de sus feligreses, para compartir sus preocupaciones, sus tristezas, porque su palabra es aliento para ellos. A lo largo de toda su vida ha llegado a conocer a cinco obispos de la Diócesis de Salamanca: Barbado Viejo, Mauro Rubio, Braulio Rodríguez y Carlos López. Pero de lo que más presume es de conocer a todos los vecinos de El Cerro, “son mis hijos espirituales, les he bautizado, casado…”.
(Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de Comunidad, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca). ¿Quieres suscribirte? lo puedes hacer en este enlace