26/01/2024
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Manuel Santamaría (Madrid, 1984), descubrió su vocación religiosa cuando sintió que Dios le amaba, como reza el lema de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada: “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad”, que se celebra el 2 de febrero, en la fiesta de la Presentación del Señor.
En Salamanca lleva tan solo unos meses, y su provincial le ha encomendado que trabaje con los jóvenes, en el colegio San Estanislao de Kostka y en la parroquia de El Milagro de San José, además de otras tareas en el Centro de Espiritualidad de San Ignacio. Entró en la Compañía de Jesús en 2011, con 26 años, tras terminar su carrera y trabajar en un banco, incluso, vivir en el extranjero, como él mismo relata.
En su caso, y así lo reconoce, “el encuentro con Jesús me fue conformando el poder sentir que ese Dios que nos ama, que nos van diciendo la Biblia, las eucaristías, los sacerdotes o los catequistas, no solo era una idea que me transmitían, sino que yo lo podía sentir”. Manuel percibía que le llenaba de vida, “y de tal manera que yo quería responder a ese amor también de una forma incondicional como Dios me amaba”. Y no solo eso, “sino que dárselo a conocer a otros, y que otros lo pudieran experimentar y llenarse de esa vida”.
Para él fue la clave, “me hizo ir discerniendo, conociendo más profundamente a Jesús, y a la Compañía de Jesús, y así querer ir dando pasos, entrando en la Compañía y luego pudiendo ayudar a otros en este proceso”.
Este jesuita se planteó si su vocación estaba enfocada a lo social, de ayuda a los otros, o hacia la espiritualidad, “de conocer cómo experimentar, sentir a Dios y cómo poder relacionarnos con Dios”. Y finalmente, su camino se fue enfocando más hacia la espiritualidad y en ese trabajo con jóvenes. Eso a su vez, como Manuel Santamaría recuerda, le llevó a profundizar más en la vida, “en cómo el Señor me ama y cómo también me ha ayudado enfocándome en métodos de oración y en el acompañamiento espiritual, a que otros muchos también puedan sentirlo”.
Este religioso considera que este Dios cercano, “que está con nosotros, que nos acompaña”, lo podemos sentir cada uno personalmente. “Ya no solo porque lo transmite un catequista, un religioso, una religiosa o un sacerdote, sino porque cada uno lo podemos sentir muy cerca, acompañándonos en las alegrías y en las dificultades”.
Los jesuitas llegaron a su vida a través de su colegio, el de Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid, “eso ya me fue marcando, la pastoral, el ver a muchos jesuitas y también catequistas que vivían su espiritualidad, en este caso, la ignaciana, y les iba cambiando, vivían conforme a ella”. Por aquel entonces, Manuel se apuntaba a sus actividades, los grupos de fe, los caminos de Santiago, etc. “Y ahí es donde pude sentir que el Señor nos ama incondicionalmente, que es lo que verdaderamente me transformó, y me di cuenta de que yo quería ajustar mi vida en torno a esa experiencia”.
En todo su proceso de formación, dentro de la Compañía de Jesús, este religioso fue experimentando que el Señor, “me motivaba a poder vivir la fe con otros”. En su etapa de discernimiento, Manuel se planteó si su vocación estaba relacionada con la acción social, quizás en el tercer mundo, aunque finalmente, “vi que lo que me movía, y lo que realmente me estaba motivando era poder seguir a Jesús”.
En relación a las vocaciones, este jesuita se dirige a los jóvenes que en algún momento intuyen que hay alguien que les llama, “o que hay un sentir especial, un vibrar especial que os da vida cuando estáis en misa, en una oración o cuando veis a otros hacer el bien”.
Manuel Santamaría cree que es momento de plantearse si es algo puntual, “o que sea en coherencia con mi vida”. Porque como insisten, “quizás el Señor le está llamando a algo más”. Y asegura que es necesario seguirle la pista, “e ir recogiendo esos datos y sintiendo cómo vibra vuestro corazón, y más importante, que también podáis preguntaros en el fondo de vuestro ser, si intuyo que Dios me está llamando”.
Asimismo, les aconseja que tengan un acompañamiento espiritual, “porque puede ayudar a clarificar, tener a alguien con experiencia que pueda ayudaros a ir discerniendo, a objetivar, e ir pudiendo descifrar cómo el Señor te está hablando”. Y aclara, “ya sea para confirmar esa llamada a la vida religiosa o a la vida familiar, pero que al menos os pueda ayudar un buen acompañante, ya sea un sacerdote, un religioso o un laico”.