31/08/2020
La idea de revestir las imágenes data de siglos atrás, como recuerda el historiador del Arte y personal de la Catedral de Salamanca, Raúl Benito. “En el caso de la Virgen de la Vega está hecha de madera y revestida con placas de bronce dorado, y a mayores, se le ha ido insertando pequeñas piedras preciosas que la sociedad salmantina ha ido donando a la imagen a lo largo de los siglos”.
La imagen original de la Virgen de la Vega tiene una colección original de nueve mantos, confeccionados entre los siglos XVIII y principios del XIX. Entro ellos destaca uno de color rojo, “porque el resto tiene tonos azules”, en este caso, de seda espolinada y con una aplicación de remate de hilo de oro, según relata Benito, “para enriquecer toda la orla del manto”. Entre su ajuar textil también cuenta con tocas de sobremanto de encaje, “e incluso ropa para vestir tanto a la Virgen como al Niño”.
Uno de los mantos de mayor riqueza de la patrona de la ciudad es de seda azul, “bordado con hilo de plata y oro, con algunos colores en seda”, describe. Raúl Benito aclara que es un manto “riquísimo”, y en el centro aparece un sol, “que quedaría a la altura de los hombros de la Virgen”, y que también cuenta con un escudo episcopal, “que tiene la cruz patriarcal con doble travesaño, que representa el letrero donde Poncio Pilato mandó escribir: “Este es el Rey de los judíos”.
Otro de los mantos tiene un tamaño bastante mayor que la talla, que como apunta Benito, “se entiende que se utilizaría en procesión, para llevarla en andas”. En este caso, su diseño es de líneas horizontales, en azul y blanco, “que refleja un estilo posterior del XIX, rematada la orla con hilo de oro y plata, hecho con bolillos”.
También de color azul es otro de los mantos, combinado con blancos, verdes y rojos, “y tiene los motivos dispuestos en sentido horizontal, y como remate, una pasamanería de hilo, hecha a mano y colocada en el perímetro como decoración y remate”. La Virgen de la Vega dispone de mantos de diferentes tamaños, uno de los más pequeños, que serviría para vestirla directamente en el altar es también de seda azul, “brochado en oro, con una decoración no muy usual, una especie de piñas o granadas, que se reflejan como frutos, y una pasamanería o galón de oro y plata muy ancho, del tamaño de una mano, que lo que hace es orlar el manto alrededor para enriquecerlo”.
Raúl Benito recuerda en relación a la patrona de Salamanca, que data del siglo XII, “y que recibió ese nombre porque estaba en la vega de un monasterio a la orilla del río, que se inundó y la talla pasó a la iglesia de San Esteban, y de allí a la Catedral, pasando por diferentes capillas hasta su ubicación actual, en el retablo de la Catedral Vieja, del siglo XV”.
Asimismo, detalla que es una imagen hecha en talleres salmantinos, “con la cabeza y las manos de fundición”. Bajo su punto de vista, “la idea de revestir una imagen de madera con placas de bronce, y luego insertar piedras preciosas, ya nos está hablando de que se está vistiendo y colocando algo añadido, por lo tanto, aunque pensamos que las imágenes de vestir nacen en el siglo XVII-XVIII, ya hay ejemplos anteriores que guardan esa misma idea, e incluso, algunas creadas para ser revestidas con ropa medievales, como la Virgen de los Reyes de Sevilla”.
Sin embargo, advierte este historiador del Arte y experto en indumentaria, “a partir del Concilio de Trento se regula, para que una imagen de la Virgen, que es reina del cielo y de la tierra, por eso está coronada, no puede estar vestida de diario o de ropa pobre que la gente donara y que ellos no usaran, tiene que estar vestida de forma apropiada”.
En la Virgen de la Vega aparece la presencia de la media luna, “de inmaculada”, y que se toma de la lectura del Apocalipsis,” donde se dice que aparece una mujer vestida de sol, con la luna de pedestal y coronada por 12 estrellas”.
Por último, Benito reitera que la idea de vestir imágenes no solo es para la Virgen, “hay Niños Jesús de vestir, y una Ecce Homo de la Catedral, que tiene capas para vestirlo, como una de terciopelo rojo bordado en hilo de oro y con lentejuelas”.
Al respecto, describe que esta capa, según el escudo que aparece en el forro, “es un manto donado por el duque de Abrantes, y que regala al Ecce Homo de su capilla en la parroquia de San Adrián de Salamanca, en el año de 1847, ubicada por aquel entonces en el parque de Colón”. En la actualidad, esta imagen está en la capilla del Presidente, en la Catedral Nueva.