19/09/2020
Toda la Iglesia canta al Creador con los mismos salmos que tarareaba Jesús, el Cristo, por los caminos de Galilea y se conmueve con los que gritó en la Cruz. Se llena de alegría con el Canto de Daniel o con los de Francisco, el de Asís, y con los mejores versos de nuestros poetas.
Familias enteras pautan su vida al ritmo de la Liturgia de las Horas, que se pueden rezar en toda hora, Desde luego las comunidades monásticas contemplativas y los religiosos de vida activa. Y pequeños grupos en las parroquias.
Los domingos y las grandes fiestas, la catedral, la sede del obispo, es como una gran caja de resonancia de toda la Iglesia diocesana. Los que allí alabamos al Señor no somos barítonos o sopranos profesionales. Somos simples creyentes del Siglo XXI, como tú…
Ven a participar. Es fácil. La tradición musical de la Iglesia, longeva de milenios, es pegadiza. El primer salmo lo escuchas, el segundo lo tarareas y el tercero lo cantas. Puedes equivocarte. No pasa nada. El órgano lo tapará.
Después, si quieres, puedes seguir alabando a Dios en plena Naturaleza por los bosques de ribera de la orilla del Tormes, o captar el eco centenario que resuena en los recovecos monumentales de la ciudad. La oración debe continuar en las teclas de tu ordenador o en los pucheros de casa…