07/05/2019
Llegaron al barrio de Buenos Aires en 1986, tan solo tres años después de que lo hiciesen las primeras familias. María del Valle Sebastián fue una de las cuatro primeras religiosas que tuvieron la tarea allí encomendada. “A nuestra llegada encontramos un barrio nuevo, recién construido, aunque en ese momento no teníamos Iglesia, se hacían las celebraciones en unos locales, al igual que las catequesis o los encuentros”, relata.
Una de las fundadoras de la comunidad de Siervas de San José en esta zona de la capital acudió el pasado 1 de mayo al homenaje que recibieron durante la eucaristía de conmemoración de los 25 años de la parroquia. Allí recordó cómo el entonces párroco de Tejares, José María Yagüe, pidió la presencia de Iglesia en Buenos Aires, “para estar cercanos a la gente, y por eso nos envió el obispo Mauro Rubio”. Y así fue, tras la búsqueda de una vivienda en la zona, en la calle Villanueva de la Serena, “donde nos instalamos”.
Esta Sierva de San José asegura que la acogida fue muy buena, “con normalidad, e intentamos trabajar desde la asociación de vecinos, la escuela, la parroquia…todo lo que existía en el barrio”, advierte María del Valle Sebastián. Entre sus tareas, el apoyo escolar a los niños, “nos preocupábamos por ello, sobre todo los que no iban a la escuela”. Ella estuvo en la comunidad los primeros seis años, justo cuando comenzó a edificarse la parroquia.
“Fue un gozo de mi vida personal muy grande, poder vivir y anunciar aquí el Evangelio y vivir de un modo muy sencillo, encarnada en la gente, en la realidad, viviendo con ellos sus comienzos, sus problemas, sus situaciones, acompañando, siendo una más, con mucho amor”, sentencia. Y admite que pese a no tener nada “éramos muy felices, una vida de entrega a los demás, de búsqueda conjunta”.
Manuela Romo es otra de las Siervas de San José que ha entregado gran parte de su vida al barrio de Buenos Aires. Lleva en esa tarea 26 años, “llegué cuando se abrió la iglesia, y un año más tarde se constituyó como parroquia”. Cuando llegó el barrio estaba lleno de niños y jóvenes, “y mucha gente comprometida, como los educadores de calle, entre ellos, dominicos, jesuitas, etc.”. Para esta religiosa, la experiencia vivida en este barrio la ha mantenido unida a él, “ha quedado grabada”.
Y aunque el barrio también ha tenido sus luces y sombras, con presencia del narcotráfico, las Siervas de San José siempre se han hecho presentes, “nos hemos mantenido y a nivel pastoral hemos podido trabajar con Emiliano”. Bajo su punto de vista, ellas han mantenido la esperanza en el barrio, “y aunque hemos tenido que cerrar otras comunidades en otros lugares, aquí se ha mantenido”.
Manuela Romo habla de su labor actual en Buenos Aires, “más de presencia en la pastoral de la parroquia, y tenemos también un local de acogida, por el que pasa todo tipo de gente y hacemos arreglos, también vamos a las casas para cualquier necesidad”.
Durante el homenaje realizado al finalizar la eucaristía del 1 de mayo, el párroco de Santa María de Nazaret, Emiliano Tapia, confirmó que este “puñado de hermanas”, Siervas de San José, se han dedicado durante los últimos 33 años a servir el Evangelio. Y también acercó su gran labor en estas más de tres décadas, “desde el silencio, pero con paciencia y permanencia en las casas, en la calle o en los acontecimientos del barrio que lo han requerido”.
* (Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de ‘Comunidad’, la revista quincenal de la Diócesis de Salamanca).
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