23/06/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La titular de la parroquia de los Misioneros Redentoristas de Salamanca, ubicada entre los barrios de San Bernardo y el Oeste, es Santa Teresa, pero la patrona de estos religiosos es la Virgen del Perpetuo Socorro. Como señala uno de los tres hermanos de la comunidad, Santiago Bertólez, este icono fue entregado a los redentoristas por el papa Pío IX, “para que le admiremos y le demos a conocer a todo el mundo”.
Por ese motivo, es un icono representado por todo el mundo, y en Salamanca, en esta parroquia de barrio preside el altar, y su historia, se relata en once de las vidrieras del templo. Desde el pasado 19 de junio se está celebrando su novena, con el rezo del rosario a las 12:30 y a las 19:30 horas, y la eucaristía y predicación, a las 20:00 horas. Además, el sábado, 24 de junio, tendrá lugar la ofrenda floral a la Virgen.
La fiesta del Perpetuo Socorro se celebrará el 27 de junio, con eucaristías a las 12:30 y a las 20:00 horas, y una procesión después de la misa de la tarde por las calles del barrio de este icono tan venerado.
Una de las formas de acercar este icono a los feligreses de Santa Teresa es a través de las vidrieras que recuerdan su historia. Como apunta Bertólez, “el relato procede de unos pergaminos que llevaban su nombre, de tablillas, y que estaban colocados delante del presbiterio, delante del cuadro de la Virgen primitiva, explicando lo que era y cómo había llegado desde Creta, donde se encontró, y su llegada a Italia, hasta Roma, que lo podemos ver en las cinco primeras vidrieras”. Estas vidrieras se realizaron en Salamanca, en Opal Vidrieras, de un gran tamaño, “rasgando toda la pared de la iglesia, de arriba a abajo”.
En la primera de ellas, como va detallando Santiago Bertólez, “nos cuentan cómo un mercader robó en Creta una imagen del Perpetuo Socorro y la escondió en su maleta de viaje”. El icono ya tenía fama de hacer milagros. Después, montó a un barco para llevarla a Roma, “y durante el viaje hubo una gran tormenta, y la gente se asustó, porque pensaban que iban a morir, y el mercader cogió el cuadro y lo colocó en el mástil del barco, para rezar a la virgen, y la tempestad se calmó”. Esto último se representa en la segunda de las vidrieras.
La siguiente refleja la escena que sucedió tras llegar a buen puerto y enfermar el mercader, “tenía un amigo y le dijo si le podía acoger en su casa mientras estaba enfermo”, y una vez allí, desde la cama le enseña el cuadro del Perpetuo Socorro, “y al ver que estaba muy mal y que podía morir, le pidió que cuando él muriera, ese cuadro lo colocará en una iglesia para el culto público”.
La cuarta vidriera recuerda la historia de la mujer del romano que acogió al mercader, “que no quiso hacer caso a lo que había pedido y no colocó la imagen en ninguna iglesia”. Fue entonces cuando la Virgen se aparece a la hija del matrimonio y le urge a que se cumpla la voluntad que había manifestado.
En la quinta vidriera, la niña comunica a su madre lo que le había anunciado la Virgen, “y que si no obedecía le pasaría algo malo”. Fue entonces cuando se murió su marido, y la mujer quedó asustada y la colocó en una iglesia, la de San Mateo, que estaba dirigida por los Agustinos.
La historia de la sexta vidriera representa el momento en el que Napoleón entra en Roma, en 1798, y destruye 30 iglesias, entre ellas, la de San Mateo, que arde en llamas. Pero los agustinos retiran el icono antes de ese suceso, “quedó escondida en una capilla privada”. En ese lugar, sucede la escena de la séptima vidriera, cuando el hermano agustino Orsetti muestra el icono a un niño, monaguillo en la iglesia, llamado Miguel Marchi, que más tarde sera redentorista.
“El agustino le decía al pequeño que recordara bien dónde estaba la Virgen por si alguna vez pasara algo”, apunta Bertólez. Y ese niño, con el tiempo se hizo redentorista, y durante un sermón, donde se habló de la Virgen del Perpetuo Socorro, este joven recordó su localización y se lo comunicó al superior de los Redentoristas, y éste a su vez al papa Pío IX, que como se aprecia en la séptima vidriera, entrega el icono de la Virgen a los redentoristas, que se devuelve al culto el 26 de abril de 1866.
En la novena escena se representa uno de los milagros de la Virgen del Perpetuo Socorro que tuvo lugar durante su traslado procesional a la iglesia de San Alfonso, cuando se produjo la curación de una niña de 8 años, paralítica desde los cuatro, “al pasar por delante quedó curada, y es uno de los milagros que hizo la Virgen”, apunta este redentorista.
La penúltima de las vidrieras, la más cercana al altar, se puede ver a un patriarca de Constantinopla, Rogelio Luis, coronando a la Virgen del Perpetuo Socorro el 23 de junio del año 1867, al auténtico icono, porque el primero no llevaba corona, solo una aureola. Santiago Bertólez añade que por ese motivo, este icono, “además de la aureola lleva también la corona en la frente”.
Y en la última de las vidrieras, la número once, se muestra cómo los redentoristas muestran el icono al pueblo, donde comienza la nueva historia del Perpetuo Socorro y su extensión por el mundo. “Sin duda alguna es el título más popular en todo el mundo”, subraya este padre redentorista.
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