02/08/2019
El 9 de agosto de 1912 terminaba en Salamanca la vida de Cándida María de Jesús que un 31 de mayo de 1845 había despertado con la aurora, en el bello caserío de Berrospe. Su trayectoria no había sido demasiado larga, pero estuvo siempre marcada por el signo de la totalidad en cada paso.
“Yo solo para Dios” había dicho en el umbral casi de una adolescencia limpia, que había sabido responder ya al don maravilloso de la primera llamada. “Cuarenta años de vida religiosa y cuarenta años todos para Dios”, pudo decir también y sentirse por ello “tranquilísimamente tranquila” en el umbral de la eternidad, cuando otra llamada, ya la última, la invitaba a la unión definitiva y para siempre gozosa”.
Al recordar su marcha al Padre, las Hijas de Jesús se unen en torno a sus restos porque “nos sentimos necesitados y queremos pedir fuerza; queremos mantener su espíritu y pedimos su ayuda”.
La Madre Cándida fundó en Salamanca la congregación de las Hijas de Jesús, conocidas como ‘Jesuitinas’, en la iglesia de la Clerecía el 8 de diciembre de 1871. Una congregación, de clara inspiración ignaciana, que tiene como misión “la educación e instrucción de la niñez y la juventud”. Santa Cándida puso en marcha una escuela que en poco tiempo se vio desbordada de chicas y en 1877 el Obispado de Salamanca decidió cederle en usufructo el edificio de Montellano para albergar a sus alumnas. Es allí donde muere el 9 de agosto de 1912.
Más tarde, en 1899 trasladó el noviciado al antiguo convento de las Mostenses, donde en 1912 abriría una escuela, que actualmente es el Colegio Sagrado Corazón de Jesús.
La congregación se extendió pronto por la geografía castellana y después por latinoamerica. Actualmente las Hijas de Jesús están presentes en 17 países al servicio del prójimo y con especial atención a los más necesitados.
La Madre Cándida fue beatificada el 12 de mayo de 1996 por el papa Juan Pablo II y posteriormente, el Papa Benedicto XVI la elevaría a los altares el 17 de octubre de 2010.