ACTUALIDAD DIOCESANA

24/12/2020

La Sagrada Familia, modelo y ayuda

La fiesta de la Sagrada Familia, el 27 de diciembre, es una oportunidad  para “tratar de vivir sus virtudes domésticas” y “su unión en el amor” escuchando la Palabra de Dios de ese día.

Durante ocho días, la Iglesia celebra solemnemente la encarnación y manifestación del Hijo de Dios, o mejor, celebra el misterio de Cristo, el Hijo de Dios encarnado y manifestado, que es el inicio del misterio pascual de Cristo, muerto y resucitado.

Es la octava de Navidad, que va del 25 de diciembre (la tarde del 24 incluida) hasta el 1 de enero. Por eso, todos esos días –incluidas las fiestas de los santos Esteban, Juan e Inocentes, que siguen al día 25– en el momento de las plegarias eucarísticas, el sacerdote añade una coletilla (llamada técnicamente “embolismo”), que viene a decir, con algunas variantes: “en el día santo en que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo”. No se trata de una equivocación, porque “el día santo” no es un día cronológico. Lo que hace que el misterio se haga presente no es el calendario, sino la celebración misma.

En los ocho días de la octava se utiliza uno de los tres prefacios de Navidad, que no se sustituye ni siquiera por el de mártires en las fiestas de San Esteban o de los Inocentes, como parecería lógico, sino que se le da más importancia al misterio central que se celebra. Por lo tanto, lo que –hablando apropiadamente– celebramos siempre es el misterio total de Cristo, aunque en cada tiempo litúrgico se haga desde algún punto de vista concreto, y en determinadas fechas recordando algún aspecto particular, pero siempre sin dejar de hacer referencia a Cristo.

El 27 de diciembre de este año, al caer en domingo, no se celebra san Juan Evangelista, sino la fiesta de la Sagrada Familia, instituida a finales del siglo XIX por el Papa León XIII. El aspecto particular que recordamos en este día, para celebrar a Cristo, es su inserción en la humanidad, su pertenencia a una familia humana, formada por él, su Madre Santa María Virgen y el esposo de esta, San José. El martirologio romano, libro que contiene la referencia y el elogio de la mayoría de los santos y beatos que ha habido en la Iglesia, se refiere a esta fiesta con las siguientes palabras: “Fiesta de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos”.

Es una ocasión para conocer y tratar de vivir las “virtudes domésticas” de esta Sagrada Familia y “su unión en el amor”, escuchando las lecturas de la palabra de Dios. En este año B, el evangelio es el de la presentación del niño Jesús en el templo, a la profetisa Ana y al anciano Simeón, que profetiza sobre el sentido de la vida del niño, “luz de las naciones”, ante la admiración de sus padres. Para las dos lecturas y el salmo se puede escoger entre las mismas del año A (del Eclesiástico y de Colosenses, que ensalzan las virtudes familiares) y otras solo para el año B (del Génesis y de la carta a los Hebreos), en las que se alaba la fe de Abraham, al que Dios bendice con una descendencia milagrosa y numerosa.

 

Jesús es presentado en el templo. Foto: Vídeos de la Biblia. La vida de Jesucristo.
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