30/06/2020
La conocida como Casa de la Cabeza fue en otros tiempos la morada de algunos miembros del Cabildo, pero como narra el canónigo de la Catedral y responsable de Obras de la misma, Jesús Terradillos, “cayó en desuso y estaba derruida, y además, se había convertido en una especie de estercolero donde se acumulaba multitud de elementos y de cosas”. Este responsable asegura que el proyecto, financiado en su totalidad por el Cabildo, “era una deuda que teníamos. No se podía tener así algo adosado a la Catedral y junto al Patio Chico”. La inversión final ha sido de más de 460.000 euros.
El proyecto, del arquitecto oficial de la Catedral, Valentín Berriochoa, no era fácil de abordar por el estado de la estructura, “hubiera sido más fácil hacer algo nuevo, que no restaurarlo, pero la restauración merecía la pena, para que quedara integrado en la Catedral”, detalla Terradillos. En otros tiempos, en esa zona existían edificaciones adosadas a las Salas Capitulares y junto a la capilla de Santa Bárbara y del Salvador, “pero desaparecieron cuando se urbanizó el Patio Chico”.
En todo momento, desde el Cabildo han tenido claro que necesitaban dar a la Casa de la Cabeza, “una funcionalidad y un servicio, recuperar su dignidad”. Hasta la finalización del proyecto, la salida de las visitas turísticas se realizaba por la Puerta de Carros, “y no era la más adecuada, y vimos que, por aquí, junto a los aseos, era un sitio magnífico para terminar dichas visitas”.
En cuanto a la distribución de este restaurado edificio, como describe Jesús Terradillos, ha quedado “como estaba antes”, con tres niveles. En la planta superior se aprecia un gran tragaluz que facilita la entrada de la luz natural, “y posibilita que aquellos que salen por aquí puedan contemplar en otra perspectiva, por ejemplo, el cimborrio de la Catedral Nueva, además de tener la opción de hacer una serie de compras de recuerdos del templo”.
El primer piso está dedicado a la tienda, con un ascensor de 10 plazas destinado a las personas con movilidad reducida, “para que puedan bajar al piso inferior”. Ese segundo nivel está dedicado al descanso, donde encontrarán unos bancos junto a la pared (aún pendientes de colocar), con unas mesas para que puedan tomar algo de las máquinas de “vending”. Este canónigo resalta la existencia de un pequeño patio, donde tienen previsto colocar varias mesas y sillas para los turistas que allí quieran descansar.
En el trabajo de esta planta tuvieron que contar con la presencia de un arqueólogo permanente, “porque había acumulado escombro y había que buscar los niveles propios para consolidar los muros”. En ese trabajo de desescombro aparecieron distintas piedras, “que se contemplan hoy aquí expuestas, y son interesantes porque nos hablan de años y siglos muy anteriores, en concreto, tenemos dos columnas y unas basas que alguien ha dicho que pertenecieron al claustro románico que tenía nuestra Catedral Vieja”.
Por último, el tercer nivel de la Casa de la Cabeza también está destinado a tienda de recuerdos, junto a la puerta de salida, que da directamente justo enfrente de la Casa Lis. Cada una de las plantas tiene una media de 75 metros cuadrados, sumado el patio, de unos 20.
En el proceso de restauración siempre han cuidado de no agredir el edificio de la Catedral, como apunta Jesús Terradillos, “se ha hecho de manera respetuosa, utilizando distintos elementos, como el hormigón, de una manera sencilla, para sustentar todo ello, o la madera”. Asimismo, se han respetado aquellos muros de piedra de Villamayor, “que están integrados en las realidades de la construcción, como el suelo, con una madera noble, que le da una dignidad, o los cristales de las barandillas y escaleras”.
El objetivo del Cabildo era “buscar la comodidad del visitante”, tras haber recuperado ya previamente la capilla de Santa Catalina, “para encuentros, charlas, congresos, como un punto neurálgico”. Y desde esa capilla se tiene acceso a la Casa de la Cabeza.