02/02/2024
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Un 5 de febrero de 251 falleció santa Águeda tras ser torturada por consagrar su virginidad a Dios. Nacida en Catania, Sicilia, en el sur de Italia, es una de las mártires más conocidas y cuya festividad es celebrada de forma especial en el medio rural, además de en las ciudades.
Además, está representada en multitud de obras de arte, tanto cuadros como imaginería, en casi todos los templos. En la Catedral de Salamanca, en las antiguas salas capitulares, se ubica un retablo del siglo XVI, donde se le dedica una de las tablas de la parte inferior.
Según relata el historiador del Arte y técnico de la Catedral, Raúl Benito, “santa Águeda fue una santa mártir de mediados del siglo III, y que se representa siempre con los pechos en una bandeja, porque fue uno de los martirios a los que fue sometida, al cortarle los pechos “, y por eso, concreta, “se refleja con ese atributo iconográfico colocado sobre una bandeja que suele llevar en la mano”.
Sus pechos fueron cortados porque en el año 250, el edicto del emperador Decio contra los cristianos, desencadenó una dura persecución, y el encargado de aplicarlo en Catania fue el Quinciano, quien se “encaprichó” de esta santa. En las “Actas del martirio de Santa Águeda” se recoge como ella, en todo momento, se declara sierva de Cristo y no reniega a Cristo como la ordenan, y por ese motivo se ordena que le sean arrancados los pechos.
Como detalla Benito, en la otra mano de esta tabla del retablo lleva la palma del martirio, “señalando que murió por Cristo, porque muere y vierte su sangre al morir por Cristo, y por eso es santa“.
En esta tabla, la santa está vestida a la forma propia del siglo XVI, de cuando data el retablo, “y cabe destacar cómo el jubón presenta esa especie de lo que serían las sangrías de los jubones, también posteriores, y vemos cómo los broches cierran el jubón y dejan ver el interior de la camisa”, detalla este historiador del Arte.
El retablo donde se representa a santa Águeda, tiene como tabla principal una dedicada a la Virgen de la Leche, donde aparece amamantando al niño, flanqueada por dos ángeles y por otras dos tablas. En ellas se aprecia el Nacimiento del niño por un lado, y en el otro, cómo la Asunción de la Virgen dona el cinto a Santo Tomás.
Y junto a la tabla de esta santa mártir está Santa Margarita y los hermanos Cosme y San Damián. Por otra parte, en el último cuerpo del retablo se aprecia una representación de la Anunciación, con la Virgen arrodillada en el centro y rezando, junto al jarrón de azucena, y la figura de una paloma. Y al otro lado, la imagen de San Gabriel, “con una vara de azucena en la mano”.
Cabe destacar que este retablo, como puntualiza Raúl Benito, es del renacimiento, “con una forma muy manierista, porque vemos unas columnas que se ajustan a esas formas distintas que se engloban dentro del manierismo”.