06/04/2025
Llegados a este quinto domingo de la Cuaresma, el evangelio de Juan que se proclama en la Misa de hoy nos sitúa en los prolegómenos del juicio que conduce a la condena a muerte de Jesús.
La acusación a la mujer adúltera iba a ser la excusa para acusar a aquel que enseñaba en el templo después de haberse retirado en soledad en el monte de los Olivos.
Las enseñanzas del nazareno no se ceñían a la letra de la ley, sino que redescubrían su espíritu y le daban plenitud. Redactaba nuevas prescripciones con su dedo en el suelo, anunciaba una de ellas: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”, y seguía a lo suyo, escribiendo con su dedo la ley nueva.
Como profetizaba Isaías, “mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.
Finalmente, Jesús vuelve a quedarse solo, pero ahora su soledad no es total. Han desaparecido los acusadores y se ha quedado la acusada, que no es condenada sino perdonada, porque la ley nueva es la del amor y la del perdón.
La última palabra de Jesús para ella es “en adelante no peques más”.
Me recuerda a las que suele emplear un sacerdote con el que a menudo celebro el sacramento de la Penitencia. Él dice, “ánimo”.
Sabemos que, por nuestra debilidad, es posible que volvamos a pecar, pero esto no impide que nuestra petición permanezca en pie: “no nos dejes caer en la tentación”.
Nos consuela la ley nueva de Cristo, su Gracia. Nos basta su Gracia. Tampoco Él nos condena, porque ha abierto un camino en el desierto y da de beber a su pueblo.
Por anticipado, Santa Semana para todos, y les espero el próximo viernes, en la Vera Cruz, para acompañar a la Virgen de los Dolores. Quedan todos invitados.
Tomás González Blázquez, médico y cofrade