30/08/2021
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN SOCIAL
La rama masculina de los Sagrados Corazones llegó a Salamanca hace 28 años, de la mano de un proyecto social que hoy perdura: la Casa Samuel. Unas décadas antes habían llegado las hermanas, que hacen lo propio con otro recurso de Cáritas diocesana de Salamanca, Padre Damián.
Pero esta comunidad cierra sus puertas y se despide de El Encinar, la que ha sido su casa durante los últimos 21 años, y por la que han pasado un total de 27 religiosos (11 de ellos novicios). La falta de vocaciones y la reorganización de su congregación ha generado el cierre de la comunidad asentada en Salamanca. Enrique Losada es uno de los religiosos que desde hace cuatro años y medio formaba parte de la familia de los Sagrados Corazones en este barrio del municipio de Terradillos. “En la pandemia hemos perdido a diez hermanos y en los dos últimos años no hemos tenido ninguna entrada”, afirma.
“La primera comunidad se instaló en Barbadillo en el curso 1993-1994, y ya en el 2000 llegamos a El Encinar, con la idea de crear comunidad en el barrio, y también atendiendo a la parroquia de Los Cisnes, para estar cerca de la gente y ser buenos vecinos”, subraya.
Su llegada a Salamanca estuvo vinculada a la Casa Samuel, volcada en personas con VIH-Sida, que durante unos años tuvo la dirección en estos religiosos, y más tarde, como educadores. “En Barbadillo se instalaron tres hermanos, que además de encargarse del recurso de Cáritas, también tenían la parroquia de ese municipio”, apunta Losada.
Cuando la comunidad se extendió a El Encinar, con otros tres hermanos, se mantuvieron ambas casas durante al menos cinco años, como detalla este religioso, “en un momento determinado se dejó Barbadillo, y desde la nueva comunidad se empezó a hacer el seguimiento de Casa Samuel, que se fue profesionalizando, aunque contamos con la ayuda de la rama laical de los Sagrados Corazones”, determina.
Enrique Losada recuerda lo vivido por la comunidad en los últimos 21 años, “con una buena acogida por parte de la comunidad de Nuestra Señora de la Encina, que atiende los dos barrios, con su celebración dominical o sus grupos de Cáritas parroquial, como el de acogida, alfabetización o apoyo psicológico, entre otros”.
Estos religiosos sienten su marcha, “no podemos atender todo y tenemos que dejar algunas de las presencias, y sentimos dejar El Encinar, la gente nos quiere y nos apoya, y siempre hemos tratado de colaborar lo máximo posible, y dejar huella con esa presencia, y aunque es doloroso irse, no tenemos más remedio”, añade Losada. A los que han sido su comunidad y sus vecinos les recuerdan que siempre estarán ahí para lo que necesiten, aunque ya no estén en Salamanca, “llevamos vuestros nombres en nuestros corazones y os tendremos presentes en la oración”.
Hace cuatro años, la comunidad de El Encinar se convirtió en el noviciado de los Sagrados Corazones, por donde han pasado un total de 11, “con un ambiente muy favorable para ello, con un contacto con el barrio, la comunidad cristiana y la diócesis”, aclara Losada, como maestro de novicios.
A la hora de hablar del futuro de las órdenes religiosas, Enrique Losada cree que no va tanto por hacer cosas, “sino por estar presente y comunicarlo”. En cuanto a la impronta que han dejado en la comunidad de El Encinar, cree que el haber conocido a un grupo de religiosos que ha tratado de ser cercano, “disponibles, y tratar de escucharlos siempre, buscarlos, aceptarlos y quererlos”. De la comunidad de esta localidad salmantina, este religioso subraya el compromiso, “los que se comprometen lo hacen de verdad, son gente seria y se puede contar con ellos”.
En el tiempo de pandemia han seguido estando para su comunidad, aunque las restricciones han marcado las actividades. “Hemos seguido con el programa de acogida de Cáritas y con la catequesis de Primera Comunión”, aclara.
Damiano Tonegutti era otro de los religiosos que conformaban la comunidad de El Encinar, en su caso, desde hace un año, aunque ha estado en Salamanca en diferentes periodos desde que forma parte de la congregación, hace ya 20 años.
Este religioso italiano comparte su experiencia como educador de noche en la Casa Samuel, “que consistía en atender a los residentes por la noche, aunque están dormidos, preparar la medicación, el desayuno, etc.”. Además, participa en las reuniones de equipo, “donde valoramos la marcha del proyecto”.
Tonegutti recuerda cómo su congregación forma parte de la puesta en marcha de la Casa Samuel, hace 27 años, “los primeros directores eran de los Sagrados Corazones, pero con la disminución de hermanos nos ha obligado a tener otro rol distinto”. Asimismo, evoca como este recurso para enfermos de VIH-Sida nació a raíz de la beatificación del Padre Damián, “que entregó su vida por los últimos, los leprosos de la isla de Molokai, en Hawái”.
Este religioso insiste en que recordar esta figura para la congregación supuso poner en marcha el proyecto de Casa Samuel, entre otros, “con la entrega a los últimos y marginados”. En este sentido, confirma que cuando se puso en marcha, el VIH-Sida provocaba muchas muertes, no había tratamientos como ahora, y la casa tenía sentido como acompañamiento en la muerte a estas personas”. Sin embargo, en la actualidad, que esta enfermedad ya es un proceso crónico y no tanto mortal, “es acompañar en la vida a estas personas, porque la esperanza de vida ya es mayor”.
Para Damiano, la experiencia humana en Casa Samuel es “inexplicable”, por el hecho de acompañar a la persona, ofrecer una ayuda y una mano amiga, “unos oídos para escucharle, aunque suponga una frustración de no poder aliviar del todo su sufrimiento”.
Para él, ha sido una oportunidad de ser un poco más humano, “de tocar una realidad que normalmente no experimentamos, y abrir un poco más el corazón y el oído al hermano que sufre”. Este domingo, 29 de agosto, se celebrará una misa de despedida y acción de gracias a la comunidad de los Sagrados Corazones a las 12:30 horas.