24/11/2023
TOMÁS DURÁN. VICARIO GENERAL
“En Evangelii Gaudium insistí en la invitación a regresar a la frescura del manantial, para poner el acento en aquello que es esencial e indispensable. Creo que es oportuno proponer nuevamente aquella invitación”. Estas palabras están escritas por el papa Francisco en la Exhortación “C´est la confiance”, otra joya suya desconocida, para celebrar el 150 aniversario del nacimiento de Teresa del Niño Jesús. Cataloga a “Evangelli Gaudium” (=EvGa), de la que celebramos hoy el X aniversario de su publicación (24 noviembre 2013), como “una invitación a regresar a la frescura del manantial”: La alegría del Evangelio.
Se atribuye a A. Einstein la frase: “no podemos pretender que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”. Si lo pensamos bien, es como esperar obtener resultados diferentes poniendo en marcha siempre los mismos mecanismos. Es una locura. Pues, muy a nuestro pesar, hemos de reconocer que muchos planes y acciones pastorales entre nosotros son los mismos desde hace décadas, y nos entristecemos porque los frutos son siempre los mismos.
Para obtener resultados diferentes hay que hacer acciones diferentes; para hacer cosas diferentes se necesita una “conversión pastoral”. Esa es la propuesta de Evangelii Gaudium. Y un primer camino es pasar de una pastoral de consolación (todos tranquilos, consolar a los que quedan, la procesión por donde todos los años,…) a una pastoral de enamoramiento, gracias a la cual podemos enamoramos (con cosquilleo incluido) de Jesucristo, y convertirnos en discípulos misioneros. “Volver al corazón del evangelio” (EvGa 34-39), “que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario” (EvGa 34).
Al final de estos diez años transcurridos desde su publicación, seguimos realizando casi siempre los mismos análisis pastorales, o muy parecidos. Alcanzamos un cierto punto en el diagnóstico cultural y luego nos detenemos como si tuviéramos miedo de ir más allá. Aunque nos enfrentamos a un presente y futuro eclesial cuesta arriba, seguimos usando las sutilezas de siempre. Señalamos el rebaño que nos queda, decimos que es un resto fiel, nos esforzamos en aferrarnos al rescoldo que permanece, pero no nos lanzamos con arrojo misionero a caminos nuevos. Parece, ¿solo parece?, que no salimos de lugares comunes a la hora de detectar los retos pastorales: cómo impulsar a los laicos, cómo acercarse a los jóvenes, cómo animar a los que ya están sin caer en la pastoral de mantenimiento, cómo avanzar en sinodalidad, cómo reagruparnos en unidades de pastoral,… Son asuntos pastorales muy previsibles y que se plantean “casi como lugares comunes” en los que hemos caído y nos repetimos con cierta pereza y cansancio. Y esa repetición cansina nos desanima todavía más.
¡Pero si hay un cambio cultural descomunal! Así las cosas, por una parte se da una inercia en la forma de evangelizar y por otra una revolución antropológica que nos descoloca y no conocemos a fondo… y estamos casi parados como esperando una acción resolutiva del Espíritu que llene otra vez los templos, en vez de procurar una “conversión pastoral”. “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo… las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje, la estructura eclesial… y se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación” (EvGa 27). ¿Qué horarios, estilos, costumbres, y estructuras hemos cambiado? No pocas veces nos falta motivación para esforzamos y comprometernos más a fondo, y nos refugiamos en decir “es que hoy es muy difícil todo”. “Es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa… No digamos que hoy es más difícil; es distinto” (EvGa 263).
Esta Exhortación, que es llamada a una “conversión pastoral”, se dirige a todos pero especialmente a aquellos que desempeñamos cualquier cargo ministerial o de servicio en la Iglesia como evangelizadores. Reflexionemos brevemente a los diez años de su publicación.
¡Larga vida a la Iglesia de abuelos!, es el grito que nos gustaría proclamar con fuerza. Porque los nacidos después de 1980 representan la parte poblacional más alejada del catolicismo. Cada vez se percibe más “una generación sin Dios”. Pequeños ateos que crecen de día en día, y raro es el niño que no llega a la sala de catequesis con una cosmovisión no cristiana adquirida ya en otros ámbitos de su vida. ¿A quiénes de las generaciones nuevas les llegan nuestros 1.000 minutos de homilías, 4.000 minutos de catequesis y 500 horas de clase de Religión? En Italia solo el 10% de las familias católicas son cristianas y viven como “Iglesia doméstica”. Hoy el fútbol bien vale más que una misa, y por eso la ausencia repetida de los niños y padres en las Eucaristías dominicales de familia. Los jóvenes, incapaces de comprender una escena bíblica en el arte, se cuestionan: ¡pero cómo iba a elegir Jesús nacer bajo el signo de capricornio! Es el analfabetismo bíblico actual que lleva a formular frases como esa. Asistimos al alejamiento radical de la moral familiar por parte de las nuevas generaciones. Las mujeres, que han vivido más la práctica religiosa que los hombres, van optando por el alejamiento de la Iglesia… y podemos decir que caminamos a una Iglesia sin hermanas, pues el descenso de la vida consagrada femenina es alarmante [1].
Frente a un escenario como éste, ¿no acierta el papa Francisco al evocar con toda su fuerza un cambio, “una conversión pastoral”? Desde la publicación de Evangelii Gaudium, la carta magna de su pontificado, Francisco ha seguido señalando siempre, con valentía, tanto los fallos del actual sistema eclesial como la necesidad de que la comunidad creyente salga de su tranquilizadora pero letal rutina pastoral del “siempre se ha hecho así” (EvGa 33). “No estamos más en la cristiandad. Hoy no somos los únicos que producen cultura, ni los primeros, ni los más escuchados [14]. Por tanto, necesitamos un cambio de mentalidad pastoral, que no quiere decir pasar a una pastoral relativista. No estamos ya en un régimen de cristianismo porque la fe -especialmente en Europa, pero incluso en gran parte de Occidente- ya no constituye un presupuesto obvio de la vida común; de hecho, frecuentemente es incluso negada, burlada, marginada y ridiculizada” (Discurso a la Curia Romana. 21 diciembre 2019). Es muy elocuente la frase de “nunca hay que responder preguntas que nadie se hace” (EvGa 155). Aquí radica el elemento realmente problemático de todo el sistema pastoral actual. Hacer seriamente frente al cambio de época que se ha producido en estas dos últimas décadas significa ser conscientes de que las preguntas que los hombres y mujeres que hoy se hacen, son radicalmente distintas a las de hace treinta años. Los mecanismos pastorales de los que disponemos y usamos están dispuestos para responder a preguntas que hoy nadie nos lanza. Y por eso estamos en un punto muerto.
Y para completar la reflexión, unas proféticas y alentadoras palabras sobre las ciudades: “nuevas culturas continúan gestándose en ellas, en las que el cristiano ya no es promotor o generador de sentido, sino que recibe de ellas otros lenguajes, símbolos, mensajes y paradigmas que ofrecen nuevas orientaciones de vida, frecuentemente en contraste con el evangelio de Jesús. Una cultura inédita late y se elabora en la ciudad” (EvGa 73). “Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades” (EvGa 74). Quien dice ciudades dice hombres y mujeres, cabeceras de comarca, aldeas perdidas que… “tampoco son ajenas a grandes transformaciones culturales” (Evga 73). Hoy necesitamos otros “mapas”, otros paradigmas que nos ayuden a volver a ubicar nuestros pensamientos y actividades pastorales en la senda siempre nueva del Evangelio de Jesús. Hay que releer y asimilar de nuevo Evangelii Gaudium.
Estamos en el mejor momento: volver a la frescura del manantial. ¡Gracias, papa Francisco!
Tomás Durán, vicario general de la Diócesis de Salamanca
[1] Cf. Armando Matteo, Pastoral 4.0. Eclipse del adulto y transmisión de la fe a las nuevas generaciones. PPC. Madrid 2023. De este libro están sacados estas líneas anteriores. Libro de obligada lectura.