18/06/2021
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN SOCIAL
Paquita Sánchez, Patricia Llamas y Benjamín Ramos son tres de los 172 misioneros salmantinos repartidos por cuatro continentes, en una Iglesia en salida junto a los más vulnerables. Del total, más de un centenar realizan su labor en América, seguido en menor número, cerca de una treintena, en Europa. Cabe destacar la presencia de misioneros salmantinos en África, en torno a una veintena, y en Asia, con once.
Paquita Sánchez, natural de Aldeatejada, pertenece a las Hermanas del Amor de Dios y en la actualidad está en Mozambique. Para conocer su tarea en este último año de pandemia, esta salmantina da gracias a Dios porque no se ha dejado sentir con mucha intensidad los efectos de la pandemia en ese país africano, “y de manera particular en la zona del centro donde yo vivo”.
Las hermanas del Amor de Dios tienen un centro de salud, que como destaca esta misionera, “desde el primer momento tuvimos disponibilidad de personal y recursos a nuestro alcance, ofrecidos por ONGs para acoger a todos los pacientes de Covid-19”. Y aunque admite que a veces los recursos eran insuficientes, “Dios puso la mano y hemos presenciado pocos contagios y pocas muertes”. Asimismo, apunta que algunos misioneros estuvieron hospitalizados, y uno murió, “pero ya tenía una edad muy avanzada”. En la actualidad, se están abriendo las iglesias y los centros de enseñanza, “y hay señales de esperanza en todo el país”.
Desde hace cinco años y medio, la salmantina Patricia Llamas vive en Perú, junto a su comunidad de Servidoras del Evangelio de la Misericordia de Dios. Ella vive en el distrito de San Juan de Lurigancho, a las afueras de Lima, “grande, poblado y humilde”.
¿Cómo están viviendo el tiempo de pandemia? Lo tiene claro, “está siendo un momento duro y muy difícil, porque Perú está siendo un país donde el Covid se ha propagado muchísimo, hay muchos fallecidos, y de todas las familias que conocemos hay algún ser querido que ha fallecido, e incluso familias”.
Llamas habla de otra delicada situación de las personas que no pueden ir a trabajar, “que viven con lo que trabajan cada día, y no han podido tener alimentos”. Pero esta misionera asegura que gracias a Dios, “que siempre se hace presente, y con su providencia está en medio de todo, a través de la generosidad de donaciones a la parroquia hemos podido repartir víveres, productos de higiene y de primera necesidad a muchas familias”.
Patricia asegura que el pueblo peruano es muy trabajador y solidario, “y muy creativo”. A modo de ejemplo habla de las denominadas “ollas comunes”, donde las mujeres se van rotando y hacen la comida por grupos para todo el barrio, “reciben donaciones o ponen en común los productos que tienen y hacen platos para todos”.
En cuanto a su labor, además del reparto de víveres, “ha consistido en acompañar a los jóvenes y a muchas familias en su proceso de duelo”. Ella piensa que se han unido todos “en este tiempo tan duro que estamos viviendo en la oración, y en el trabajo, para que entre todos se pueda aportar lo mejor del pueblo donde se encuentra”.
Benjamín Ramos procede de un pequeño pueblo de la comarca de Alba de Tormes, Santa Teresa, y lleva viviendo en Ecuador desde 1999. Este padre misionero de la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús, los Reparadores, tenía claro desde su formación su vocación misionera. “Entiendo mi vida religiosa y como sacerdote desde un darme a los demás, y especialmente, a mis hermanos más pobres y necesitados”.
Su congregación está presente en ese país desde el año 1997, y en la actualidad, Ramos vive en el sur de Quito, en una parroquia de más de 50.000 habitantes. En cuanto a la pandemia, al igual que otros misioneros salmantinos asegura que ha sido un tiempo difícil y complejo, “pero también de mucha generosidad”. Este sacerdote salmantino reconoce que han sufrido en su parroquia, “hemos perdido a gente muy querida, como catequistas y agentes de pastoral”. Pero muestra su esperanza porque en este tiempo, “la Iglesia ha querido ser una Iglesia samaritana, una Iglesia sufriente con los que sufren, una Iglesia que pone el corazón misericordioso de Dios en el corazón sufriente de tantos hermanos que a nuestro alrededor han perdido lo más preciado, que es la vida”.
Benjamín considera que hoy en día vivir la fe en clave de entrega, “es aceptar este compromiso del Papa Francisco de una Iglesia en salida, una Iglesia que no se encierra en sí misma, una Iglesia que sale al encuentro de los demás, especialmente de los más necesitados”.
Por último, con su testimonio, este salmantino quiere hacer llegar su testimonio de fe, de vida, “de misionero de una Iglesia que ojalá toda ella sea en salida, misionera, que la Iglesia también de Salamanca sea en salida, sensible con los más pobres, con los que más sufren”.
Por su parte, el director del Servicio diocesano de Misiones, José Miguel González, hace balance de lo que han podido realizar en este tiempo de pandemia, “para mostrar cómo nuestra Iglesia es una Iglesia en salida, es una Iglesia misionera”. Al respecto, y con las medidas oportunas, han podido celebrar todas las jornadas misioneras previstas de OMP, como el Domund, la Infancia Misionera o el Clero Nativo, entre otras.
“La pandemia ha sido una realidad que nos ha afectado a la Iglesia en todos los sentidos, y nos ha empujado a ser todavía más, yo diría casi mejor, Iglesia en salida”, admite este responsable. En su caso, le gusta partir del texto de Romanos, “que dice que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien, esta pandemia evidentemente la tenemos que mirar desde la fe, desde Dios, desde nuestra experiencia religiosa de Dios y ha sido un gran desafío al preguntarnos cómo seguir misionando, evangelizando en esta situación, y no nos hemos paralizado”.
González habla de las iniciativas de más de un centenar de misioneros repartidos por el mundo, “y hemos visto cómo muchos de ellos han desarrollado nuevas formas de anunciar el evangelio”.
El responsable diocesano de Misiones confirma que esta pandemia, “nos ha ayudado a ir a lo esencial, y lo esencial, sin duda, es la persona humana, las personas concretas con sus sufrimientos, y eso es lo que realmente hemos de buscar”. Este sacerdote diocesano cree que hay que buscar el encuentro personal, “para que desde la situación vital de cada persona podamos anunciarle a Jesucristo, podamos llevarle a la verdad y al bien que nos anuncia el evangelio”.
José Miguel González relata su experiencia como misionero en Cuba en relación a la pandemia, “cuyos efectos han llegado más retrasados, pero más fuertes y nocivos”. Como apunta, en el país ha habido más contagios, “un nivel mayor que en España, pero con menos muertes, pero lo que ha provocado la pandemia ha sido una paralización total del turismo, que es la mayor fuente de ingresos del país, tanto de la economía real como de la sumergida, y eso ha sumido al país en una gran crisis”, determina.
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