ACTUALIDAD DIOCESANA

Estrenamos curso. Un nuevo sendero. Una nueva oportunidad. Un nuevo capítulo que comienza con una mezcla de ilusión, incertidumbre y también, por qué no reconocerlo, temor. Y aquí estoy yo, intentando traer a esta publicación diocesana una nueva voz que pretende ser un grito joven, un selfie lleno de vida, un guiño lleno de sentido ante el próximo sínodo al que el Papa Francisco nos ha invitado a todos.

El título de este rincón es una mezcla heterogénea de modernidad y de tradición. Y es que no hay nada más antiguo que contarnos la vida, que la transmisión de relatos que nos definen y que salvaguardan la identidad de la persona, del pueblo, de la Iglesia. Somos historia. Construimos la Historia. Contamos historias. Y no hay nada más moderno que ponerle a casi todo ese “#” delante, convirtiéndolo en lugar de encuentro en las nuevas plazas públicas de las que hace gala nuestra sociedad conectada, enredada y globalizada. Nada más actual que la etiqueta, el hashtag, el Instagram, el snapchat, la imagen y el afán por contarnos a nosotros mismos y por enseñar aquello que vivimos.

Es mi deseo que esta no sea sólo la sección de quién ahora teclea a toda velocidad en su ordenador. Anhelo que sea la sección de los jóvenes de la diócesis. Espero que cuenten, que nos cuenten sus #historias, que nos hablen de lo que piensan, de lo que les gusta, de lo que sueñan, de lo que temen, de lo que significa Dios para ellos, de lo que cambiarían en esta Iglesia nuestra y de la nueva manera que tienen de relacionarse.

Juan era el discípulo amado. El más joven. Posiblemente el inexperto en ese grupo tan variopinto de judíos a los que Jesús eligió para formar su grupo de elegidos, de amigos; aquellos más cercanos que verían y oirían más que ninguno al Maestro. Ese joven supo ganarse a Jesús desde aquello que caracteriza la juventud:

• Valentía para ir tras Jesús cuando éste les propuso dejarlo todo y seguirle.
• Pasión para reclinar su cabeza en el pecho de Jesús durante la Última Cena.
• Lealtad para estar al pie de la cruz en los momentos más oscuros y sin sentido.
• Alegría para correr junto a Pedro camino del sepulcro aquella mañana de Resurrección.
• Y la fe necesaria para reconocer al Resucitado junto al lago tras una extraordinaria pesca.

Los jóvenes de nuestra diócesis no son muy distintos de Juan. Tal vez ellos no lo saben. Pero su corazón está lleno de valentía, de pasión, de lealtad, de alegría y de fe. Lo demuestran cada día en pequeños detalles, con sus estudios, con sus amigos, con su lucha cotidiana por descubrirse a ellos mismos, por construirse como personas que valgan la pena y por soñar un mundo mejor, más justo, más libre, más satisfactorio para todos.

Es hora pues de dejarles hablar. Nosotros, los que hablamos tanto de jóvenes pero sin contar con ellos, debemos callar y escuchar. Mucho nos cuesta. Tenemos tantas lecciones que darles. Queremos comunicarles tantas cosas. Tenemos que abrirles tanto los ojos. Tenemos que salvarles. Tenemos que darles tanto… que nos olvidamos de mirarles y aprender de ellos, dejarnos abrir los ojos, los nuestros, con su mirada fresca. Tenemos que dejar que nos enseñen una nueva manera de comunicar, nueva y llena de sentido, distinta a la nuestra tantas veces pero tan cercana al corazón, como siempre. Tenemos que dejar que sean ellos quienes colaboren también en nuestra salvación. Tenemos que dejar que sean ellos quienes nos den a nosotros. Porque nosotros vivimos tantas veces de la rutina, de la tradición, en minúscula, de la letra escrita, de un lenguaje en desuso, de un amor que se ha ido quedando sin brasa…

#Historias. Las suyas. Las nuestras. Las de esta querida diócesis que es la de todos. #Historias sin más. Podemos empezar ya. ¿Te apuntas?

Érase una vez un joven llamado…

 Un abrazo fraterno.
Santi Casanova. Laico escolapio
@scasanovam