06/12/2017
Conocí a Elena y a Alejandro en uno de los estudios que la cadena COPE tiene en Salamanca. Días antes les había contactado vía whatsapp para tantear la posibilidad de que vinieran a la radio a dar testimonio de su experiencia en Molokai. La primera alegría fue comprobar su disponibilidad y su afortunado atrevimiento para ponerse al servicio de todos y ofrecer, sencillamente, lo que sentían y lo que vivían semana tras semana en los múltiples proyectos que Molokai ofrece a jóvenes de toda la diócesis.
Cuando nos vimos, detecté en ellos una actitud prudente, propia de quién sabe que puede ofrecer algo, pero algo pequeño. Así se expande el Reino. Desde lo pequeño, desde lo escondido, desde la fragilidad trémula de lo recién nacido. Pero luego, frente al micro, demostraron la fuerza de lo vivido. Con una serena seguridad, se presentaron y contaron a todos que los jóvenes no siempre son de ida y vuelta, fugaces e inconstantes. Tanto Elena como Alejandro llevaban cerca de 5 años dando y recibiendo en Molokai. ¡5 años! ¡Toma ya! Probaron y se quedaron. Ole. Cinco años de búsqueda, alejados de la cómoda seguridad de quién llega y no se mueve. ¡Ellos no! Probaron varios proyectos, se abrieron a servir en diferentes ámbitos y, actualmente, Elena servía en la calle, cerca de los que han hecho de ella su casa “dándoles conversación y compañía”; y Alejandro cerca de los niños de Pizarrales “ofreciendo un espacio donde juntarse”.
“¿Qué tiene el voluntariado que a vosotros, como jóvenes, de repente os engancha y veis un sitio donde poder servir y también vivir la fe desde ahí?”. La pregunta tenía miga e iba directa al corazón de muchas de nuestras quejas hacia los jóvenes. Porque es verdad que les echamos de menos en muchos sitios pero a poco que uno esté dispuesto a mirar, es fácil darse cuenta de que el ámbito social está lleno de jóvenes dispuestos a echar una mano. ¿Por qué? La respuesta de Elena redobló la apuesta de la propia pregunta: “Yo, principalmente, por la sensación de ser útil, de que puedes hacer algo y estar participando de una actividad que sirve a otras personas.” Venga, dediquémosle un ratillo a leer entre líneas y a descubrir todo lo que Elena dice y no dice. Cuando el Papa dice que escuchemos a los jóvenes e intentemos escuchar al Espíritu a través de su voz, se refiere a esto, a no quedarnos en nuestros prejuicios, en nuestras posiciones, en lo que a nosotros nos gustaría… Porque es verdad: la mayoría de los jóvenes no participan de nuestras Eucaristías ni de nuestras catequesis ni de nuestras formaciones… pero encabezan sin duda a una Iglesia que sale al encuentro de los demás, de los más necesitados, de una Iglesia menos “espiritual” y mucho más “callejera”, mucho más encarnada. ¿No es esto lo que nos está pidiendo el Papa?
Sin duda, los jóvenes tienen mucho que aprender, mucho que formarse, mucho que caminar, mucho que descubrir del propio Cristo y de la propia Iglesia pero, tal vez, nos están enseñando un camino que nosotros debemos reemprender. Tal vez tengamos que esperar menos a que la gente venga a “nuestras cosas” y salir más, sencillamente, a servir a aquellos que Jesús de Nazaret nos mostró como privilegiados destinatarios del Reino.
Un abrazo fraterno
Santi Casanova. Laico escolapio
@scasanovam