01/04/2020
El sacerdote diocesano Miguel Ángel García Sánchez falleció anoche en Salamanca a los 62 años, tras una larga enfermedad y 32 años de dedicación a su labor apostólica y sacerdotal. La Diócesis llora su pérdida y se une en oración para dar gracias por su vida y ponerlo en manos del Padre que le recibe ya para siempre en su casa.
Oriundo de Alconada, localidad en la que nació el 16 de enero de 1958, era el hijo menor de una familia numerosa y creyente. Miguel Ángel se formó con los Padres Paúles de Santa Marta de Tormes. Y, en 1978, mientras hacía los estudios de Medicina en la Universidad de Salamanca, ingresó en la comunidad Adsis como hermano.
En los años ochenta estudió Teología en la Universidad Pontificia y se ordenó sacerdote el 7 de noviembre de 1987 en la Catedral Vieja junto a otros dos diáconos, Juan Francisco Buitrago y Gonzalo Escamilla. “Tres presbíteros en una única celebración y en la Catedral, algo que hacía varios años que no sucedía”, como recordaba al celebrar sus bodas de plata en 2012.
“Estar junto al Señor para recibir su espíritu y acoger, con agradecimiento, temor y temblor para la misión de llevar el Evangelio a los pobres, vendar corazones rotos, liberar y cambiar ceniza de luto por diadema de gozo”, este texto del profeta Isaías fue uno de los proclamados en la celebración de su ordenación sacerdotal y que han sido luz y guía a lo largo de su vida y ministerio.
Su primer destino pastoral fue Santa Marta de Tormes, y desde Cáritas diocesana puso en marcha y coordinó el Servicio de apoyo en Toxicomanías. Más tarde, de 1993 a 1997 fue misionero en la diócesis chilena de Valdivia, donde fue párroco de San Pablo y responsable de la Escuela diocesana de formación de laicos y de diáconos permanentes.
De nuevo en Salamanca, fue nombrado párroco “in solidum y moderador” de Santa Marta de Tormes y Pelabravo (1997), impulsando la construcción de los nuevos templos de Santa Marta y Valdelagua y de una creciente comunidad parroquial. En el año 2000 es nombrado delegado episcopal de Diaconado Permanente y dos años después, delegado episcopal para el Clero y responsable del equipo de formación permanente, además de arcipreste del Trastormes y miembro del Colegio de Consultores.
En 2003 pasa a ser rector de la iglesia de la Clerecía y responsable diocesano de la Pastoral Universitaria, a la vez que participa en numerosos servicios diocesanos, entre ellos el Consejo presbiteral. En 2012 asume como párroco Santi Spiritus, en la ciudad, y dos años después es nombrado delegado diocesano de Pastoral de la Salud, labor que desempeñó hasta mayo de 2019. En estos últimos años ha ejercido otros cargos de relevancia pastoral, como el de coordinador de los miembros del Servicio de asistencia religiosa católica (SARC) en los centros hospitalarios públicos, desde 2016 a 2019, y miembro del Consejo de Pastoral diocesano.
Miguel Ángel ha sido un sacerdote servicial y muy querido, luchador y creyente. En estos últimos años de enfermedad ha sido un ejemplo de ánimo con todos y confianza plena en Dios. Son muchos los que hoy comparten su recuerdo agradecido.
Descansa en paz, Miguel Ángel.