ACTUALIDAD DIOCESANA

01/07/2019

EvangelizARTE: Multiplicación de los panes

Todos los evangelistas recogen en sus libros la multiplicación de los panes y los peces (cf. Mt 14, 13-21; Mc 6, 32-44; Lc 9, 10-17; Jn 6, 1-14), Marcos hasta por dos veces (cf. Mc 8, 1-10). El texto que inspira la representación de la tabla del retablo de la Catedral Vieja es una mezcla entre los sinópticos y Juan. Por un lado, Jesús viene con sus apóstoles desde el lago, que se encuentra al fondo, tras desembarcar después de un tiempo de retiro (cf. Mt 14, 13-14; Mc 6, 32ss.; Lc 9, 10-11); por otro, en el primer plano, Jesús se adentra entre la gente sentada en corro, en cuyo centro se encuentra un niño que recibe su pan bendecido, en alusión al lo que dice el evangelista Juan, el único que hace referencia al muchacho que puso a disposición sus cinco panes y dos peces, para que se realizara este milagro (cf. Jn 6, 8-9).
La multiplicación de los panes y los peces comienza a representarse desde muy pronto en el arte paleocristiano (siglo III), pero no como narración sino desde el simbolismo de los panes y peces, en alusión al sacramento de la Eucaristía. En el Sarcófago Dogmático del siglo IV, encontrado en San Pablo Extramuros, conservado en los Museos Vaticanos, aparece ya recogido de forma figurada, ya que trata del sacramento que da vida eterna. Y en el siglo VI vemos en los mosaicos de San Apolinar el Nuevo de Rávena una representación narrativa de este hecho milagroso, dividido en dos momentos: cuando el niño entrega sus panes y peces a Jesús, y cuando Jesús entrega el alimento a los apóstoles para que lo repartan a la gente. Siguiendo con su significado eucarístico, este tema se ha desarrollado en los posteriores estilos artísticos, por ejemplo, el mosaico bizantino de San Salvador en Chora de Estambul (siglo XII) o en los capiteles románicos de las iglesias y claustros. Sin embargo, es raro encontrar este tema eucarístico en la pintura italiana del siglo XV, más bien es preferible otros como las Bodas de Caná o la Comida en casa de Simón el fariseo.
Una vez más la dificultad para lograr el efecto de la profundidad se puede apreciar en esta tabla. La escena se divide en tres planos: en el primero, ocupando una explanada, se encuentra la muchedumbre que rodea a Cristo, que viene abriéndose paso seguido por sus apóstoles; en el segundo, una montaña cónica tipo a las de Giotto, separa el primer plano del tercero, como pasa en la escena de la Adoración de los Magos, la fila de personas en zigzag une los diferentes planos; y, al fondo, vemos el lago de Galilea, donde aparecen las barcas, en cuya orilla vemos un faro y una ciudad amurallada. La resolución compositiva y el estilo de esta tabla recuerda a las miniaturas francesas como el paisaje de la Huida a Egipto de Jacquemart de Hesdin.
Acudimos al momento en el que Jesús ha realizado la multiplicación de los panes. El niño y los que están en la primer fila comen el pan que reciben de Jesús. Los más alejados se levantan hambrientos, extendiendo sus manos para pedir el alimento como hacen los mendigos. Los cestos repletos de panes expresan en imágenes lo que dice el Evangelio a cerca de la abundancia del pan, que sobró y tuvo que recogerse en canastos. Esta tabla se convierte en un auténtico retrato social de las clases más bajas del siglo XV, porque aparecen los campesinos o jornaleros que han trabajado duro en las tierras de sus señores para conseguir el pan de cada día. Estamos ante una de las obras de arte en las que aparecen las figuras de exclusión. Sin nos fijamos, sentado adelante, uno de ellos viste con el sombrero de paja y la cara cubierta, atuendo propio de los segadores en la Edad Media.

Jesús ofrece su pan bendecido

El centro de la composición es, desde las líneas en diagonal que describen los personajes de la tabla, el pan que da Jesús al niño. Se prescinde de los peces con una clara intención eucarística. Se ha dado la vuelta a la narración evangélica, ya que en vez de ser el niño el que ofrece sus panes a los apóstoles y a Jesús para realizar el milagro, es al revés, Jesús da su pan bendecido al niño y a todos los que se han sentado en corro a su alrededor. Dos gestos significativos a tener en cuenta: Jesús se inclina, se agacha, para poder acercarse hasta el pequeño, y bendice el pan con la mano derecha para convertirlo en su Cuerpo. Estos gestos nos quieren contar con imágenes la verdad de fe que sucede en cada Eucaristía y hay que acoger y creer. En la celebración de la Eucaristía se revive de nuevo el descenso de la encarnación del Hijo de Dios para salvarnos: “el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51). Y el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo por su bendición, que es continuada en el tiempo por el servicio que encomienda a los apóstoles, que le siguen por detrás en el camino.

 

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