06/01/2024
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
A través del arte se puede contemplar y revivir escenas de la vida de Jesús que ayudan a tener una mayor conciencia del momento que se vive. Desde el pasado 25 de diciembre, día del Nacimiento de Jesús, se ha ido recordando su relato, hasta la Epifanía que se celebra este 6 de enero, con la Adoración de los magos, y el Bautismo del Señor que, en esta ocasión, tiene lugar tan solo un día después, el 7 de enero.
Para profundizar en la Epifanía, desde el Servicio diocesano de Patrimonio Artístico, nos invitan a visitar una de las salas de la primera planta del Palacio Episcopal. Allí está expuesto de forma temporal un cuadro de autor anónimo de finales del siglo XVI, que pertenece a la parroquia de Sancti Spiritus. En este óleo sobre lienzo se representa el momento de la adoración de los magos al Niño Jesús. El director de este servicio es el sacerdote, Tomás Gil, recuerda que estos tres sabios de Oriente representan tres dones: “Y la relación de Jesús con el oro, como el rey; el incienso, como Dios; y la mirra, como ser humano que va a ser ungido y va a entregar la vida en la cruz”.
Además, asegura que a través de esta representación de los magos, se pretende “dar a entender que Jesús ha nacido no solamente para salvar al pueblo de Israel, sino para salvar a toda la humanidad”. La palabra Epifanía, como también detalla, significa manifestación del Señor, “que todos los pueblos acudirán a la luz del Señor”.
En la escena, Jesús está sentado sobre su madre y entre sus brazos, porque como dice en el evangelio san Mateo, “allí le adoraron, después de su búsqueda a través de la estrella, que también aparece representada en la parte superior del cuadro”. De esta obra, Tomás Gil también resalta el hecho de que se represente a los personas principales en un lateral, “parecen como arrinconados, pero no es así, es que se refleja el final del camino, porque empieza desde la parte de arriba, y termina abajo, con la representación de los tres magos”.
La imagen de María y de Jesús tienen una inclinación en las piernas y en tronco, forman un ángulo, “está pensando intencionalmente, porque desde las líneas diagonales que representan los cuerpos, se desarrolla la profundidad y la disposición de los personajes”.
El primero que le adora es el más mayor, Melchor, “postrándose de rodillas e inclinando la cabeza ante el Señor, poniéndose la mano en el pecho como diciendo que la búsqueda ha terminado”. Y para hacer la adoración, se quita la corona, que aparece abajo sobre un sombrero, entregando al Niño Jesús el oro, “que es el símbolo de la realeza”.
Tomás Gil detalla la imagen y los gestos del Niño Jesús, “que acepta el presente de Melchor, como una especie de ánfora o de copón que tiene dos asas, y lo agarra fuertemente”. María le ayuda porque tiene gran peso, la copa está llena de monedas de oro, la sostiene por debajo, y le sostiene por los pies, “porque el Niño se inclina hacia el mago para realizar el gesto de la aceptación y de la bendición que le va a realizar al mago, que a su vez, también inclina su cabeza”.
Melchor representa a Europa y a la ancianidad, al ser el mayor de los tres, “y es el primero que se encarga de hacer esta adoración del Niño Jesús”, y detrás, aparecen los otros dos magos. Los tres están vestidos con unas vestiduras de seda, con brocados y joyas, “son personajes muy importantes, con colores muy brillantes, azules, a amarillos y verdes, muy llamativos”, subraya Gil.
Los otros dos magos están esperando a realizar la adoración detrás, “y vemos un gesto de condescendencia de Gaspar hacia Baltasar, que extiende su mano y le cede el paso”, aclara el director del Servicio diocesano de Patrimonio Artístico.
Tomás Gil relata que normalmente el orden sería al revés, “tendría que ir el oro, el incienso y la mirra, según el evangelio, pero aquí hay una licencia por parte del artista”. De este modo, según concreta, “es un gesto de reconocer la dignidad del rey negro en relación a la adoración del Niño Jesús, en un gesto de igualdad”. Su regalo es la mirra, que representa a la humanidad de Cristo, “es una resina aromática, muy apreciada en al antigüedad, que servía para embalsamar los cuerpos cuando eran enterrados”. También se utilizaba de medicamento, “de color rojizo, que tiene que ver con la sangre de Cristo, con la humanidad de Jesús que va a entregar la vida“.
Y el pintor ha colocado en el centro del cuadro la mirra, “porque el gran regalo que Dios hace a la humanidad no es tanto la realeza de su hijo y su divinidad, sino hacer a su hijo hombre”. Tomás Gil asegura que el gran regalo, “es la encarnación y el nacimiento de Cristo”. Y por detrás está Gaspar, que sostiene una especie de copón con el incienso. “Ya sabemos que el incienso es la representación de la divinidad”, sentencia.
Otros detalles de esta escena de la Epifanía es que detrás del rey Baltasar se sitúa un paje que está acompañándole, “el niño está jugando con el manto del mago y molesta a una oveja que se encuentra por delante, que empieza a balar”.
Y en un segundo plano, por detrás de María, se encuentra san José, que está apoyado, sobre un gran sillar a la puerta del establo de Belén. “Es un san José que se ha quitado el gorro porque han llegado unos personas muy importantes, que son los magos, y lo hace en señal de respeto”, describe Gil. Y además, cruza los brazos y hace un gesto de contabilizar con los dedos los regalos que está recibiendo”.
Por detrás de los magos, en el mismo plano, se encuentran otros tres personajes que se asoman entre las cabezas, “y nos miran”. Y como en el caso de los magos, ellos también representan las diferentes etapas de la vida, “con una persona joven, otra de mediana edad, y otra mayor, con barba blanca”.
Según Tomás Gil, “son los personajes a través de los cuales el pintor quiere que nos identifiquemos nosotros, y nos sintamos reflejados dentro del cuadro”. En cuanto al tercer plano, es más oscuro, “ha perdido el color, para dar la sensación de que las figuras disminuyen de tamaño, y el fondo vuelve a clarear”. Para este sacerdote, la maestría de esta obra es conseguir el efecto de profundidad, y que dé la sensación de que todo está abigarrado y apelmazado, “con una cantidad de personajes enormes, que cumple con esa función de darnos la sensación de profundidad”.
En la escena hay tres tipos de animales que llevan el equipaje de los magos, con grandes baúles que están colocados. Los primeros son caballos, después, los camellos, y por último, atravesando un gran arco triunfal, hay un elefante. “Cada animal corresponde a un continente: el caballo, a Europa; el camello, a Asia; y el elefante, a África”, apela Gil. De este cuadro de la adoración también resalta la estrella que aparece en la parte de arriba, “que ha guiado a los magos, y por el que se ponen en movimiento para encontrar a Jesús”.