20/12/2020
Estamos en la recta final del Adviento, este tiempo precioso de preparación, de espera y de esperanza. La Navidad está a la vuelta de la esquina, y aunque ya llevamos semanas con luces, villancicos y añorando la nieve, ahora sí que sí, quedan cuatro días.
No sé a vosotros, pero a mí, sin saber por qué, esta época me enciende por dentro una alegría profunda que se instala en mi interior y puede contra todas las adversidades. Se trata de una felicidad sin causa aparente, que es totalmente regalada, y por la que no dejo de dar gracias, sobre todo porque esta alegría se convierte en Esperanza, con mayúsculas, y que dura todo el año, hasta la siguiente Navidad. Bueno, casi todo el año, para ser sinceros.
La iniciativa de Dios de hacerse uno de los nuestros, ser humano con todas las consecuencias, el “sí” de María, ese Niño que presagia ya un cambio radical, el humilde pesebre, el anuncio de los pastores… todo nos habla de un Dios que mira al mundo con ternura, con un profundo amor, que se implica con sus criaturas, que le preocupamos, que le importamos. Esto es una gran responsabilidad.
¿Queremos apuntarnos a esa larga lista de amigos de Jesús de colaboradores en su proyecto? ¿Estamos dispuestos a decir como María: “Hágase”? Y, sobre todo, ¿estamos dispuestos a confiar y a esperar, y a transmitir a los demás que podemos construir y esperar algo mejor? ¿Tenemos algún plan mejor para estas a navidades que pensar en esto?
Desde el corazón, ¡feliz domingo, feliz y esperanzada Navidad!