28/05/2023
Hoy se celebran en nuestro país las elecciones municipales y, en algunos lugares, autonómicas. Ojalá haya una alta participación ciudadana, que es algo básico a lo que siempre llama la Iglesia. Hace unos días la Pastoral Universitaria realizó una mesa de diálogo sobre dos preguntas de fondo: ¿Por qué y para qué votar? Nos recordaba que el voto es una de las pocas formas de participación directa y decisiva que tenemos los ciudadanos en la construcción de la casa común que es el municipio, la comunidad autónoma y el país. Cada voto tiene valor.
La última ha sido una semana en la que, más allá de la publicidad tan cansina, en nuestros pensamientos y conversaciones surgía de vez en cuando la pregunta práctica: ¿A quién votar?. “Ah, eso depende de la conciencia de cada uno”, dijo alguien. Está claro; de hecho, en nuestras parroquias hay feligreses de todos los colores y también candidatos de diversos partidos… Pero la conciencia cristiana añade para el discernimiento los criterios del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, que habitualmente damos por supuestos… Es lo que señalan los sociólogos: que muchos votos se deciden sin pensar, por motivos emocionales y de tradición personal o ambiental, como cuando alguien es de un equipo de fútbol, haga lo que haga éste, y critica sistemáticamente a los equipos contrarios, hagan lo que hagan. ¿No haría falta entonces, además de participar, discernir bien el voto para que lo sea en conciencia y orientado al Reino de Dios?
Esta vez coinciden en el mismo domingo la fiesta de Pentecostés y las elecciones municipales. Me pregunto qué le piden hoy al Espíritu Santo los feligreses de nuestras parroquias, y qué le piden los cristianos que son candidatos por algún partido. Al Espíritu Santo, que es el que hace presente a Jesús en nuestros corazones y nos enseña a llamar a Dios Padre Nuestro, que da vida y dignidad a cada persona, renueva la faz de la tierra, alienta la solidaridad y el bien común, nos ilumina para buscar la verdad, nos asiste en los discernimientos de la vida, procura la unidad en la diversidad…
¡Qué bueno sería que todos los cristianos invocáramos hoy con fe al Espíritu Santo! Porque entonces él nos movería a situarnos en el municipio como una casa común a cuidar, a valorar lo que hay en cada partido de coherencia con el Evangelio y con la Doctrina social de la Iglesia, a apreciar las potencialidades de cada candidato para construir el bien común , a desear una administración que realmente sirva a los ciudadanos, a valorar a los que destacan por la honradez, cercanía y dedicación como servidores públicos, a pedir que la política no les endurezca el corazón sino que le haga más capaces de atender al conjunto y velar por los más pobres, a desear que los elegidos puedan renovar la política para que ésta no sea un campo de batalla, sino un espacio de cooperación para el bien común…. Así que, con ocasión de estas elecciones, ¿qué le pides al Espíritu?
ACTUALIDAD DIOCESANA