17/11/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
“Via Crucis”, una de las obras maestras del pintor salmantino Genaro de No Soler (1923-1992), brilla con luz propia en su nueva ubicación, la capilla del Hospital de Los Montalvos. Curiosamente, este espacio fue diseñado por su padre, el arquitecto Genaro de No Hernández, y ha sido el destino elegido por la Junta de Castilla y León y la Gerencia de Salud de Área de Salamanca para albergar la obra tras su traslado desde el Hospital Clínico Universitario.
La decisión ha sido todo un acierto y una sorpresa para la familia del artista, que se muestra agradecida por el respaldo de la Junta, de la Gerencia, del Servicio diocesano de Patrimonio Artístico, de la empresa de restauración Uffizzi y de tantos otros que han apostado por salvar y trasladar este mural. Julieta de No, sobrina del pintor e historiadora del Arte, subraya que este gesto “es el mejor regalo” para honrar la memoria del muralista, en este año en el que se conmemora el centenario de su nacimiento. Y espera que sirva como puerta abierta “para que los salmantinos y la gente de Castilla y León descubran más sobre la obra de Genaro”.
Con unas dimensiones de 15,50*2,69 metros, el Via Crucis se presenta íntegramente en su nueva ubicación, a diferencia de la capilla del Hospital Clínico, donde se desplegaba en tres de sus muros y quedaba interrumpido a la mitad por la puerta de acceso.
Genaro de No concibió en 1975 este mural para la capilla del Clínico y en él desplegó toda su libertad e imaginación creativa, con un diseño más moderno e innovador, a diferencia del que realizó para la capilla del Cristo de los Milagros, incluyendo una décimo quinta estación, la Resurrección, porque como reconoce Julieta “para él la religión era el Resucitado”. Y en el hospital, “lo que se espera es que la gente salga sana, salga a una nueva vida”.
En 2017, ante la futura finalización del nuevo centro hospitalario de Salamanca y el anuncio de la demolición del antiguo edificio, surgió la preocupación por la conservación de sus obras artística, y especialmente, el Vía Crucis de Genaro de No, ubicado en la segunda planta del edificio. Ante la complejidad técnica del traslado, en octubre de ese mismo año se encargó un informe técnico a los profesores de la Universidad de Salamanca, Eduardo Azofra y Sara Núñez, quienes resaltaron el valor artístico del mural y recomendaron que el traslado se realizara de forma íntegra.
Tres años después, durante el confinamiento el Servicio diocesano de Patrimonio Artístico a través de un artículo publicado en la web de la Diócesis de Salamanca, animó a contemplar el Viernes Santo a través del Via Crucis de Genaro de No, conectando con la realidad que estaba viviendo la población durante la pandemia. “Pensamos que este Vía Crucis respondía muy bien a lo que estaba pasando. El tema de los sanitarios, el sufrimiento, el dolor y la muerte”, apunta el responsable de este servicio, Tomás Gil. “Aquella Semana Santa era la mejor imagen que nos podía dar esperanza e iluminar en el tiempo de la pandemia”. Una publicación que sirvió para despertar de nuevo la sensibilidad de la sociedad salmantina “sobre la belleza artística y el mensaje iconográfico actual de este mural”.
En diciembre de 2021, contactaron con Manuela Plaza, Gerente de Salud de Área de Salamanca, quien apreció el valor de preservar las pinturas y aceptó la propuesta de trasladarlas, siendo “la artífice de salvarlas”, según Tomás Gil. Plaza asumió la responsabilidad de gestionar el traslado, buscar las fuentes de financiación, elegir la empresa de conservación y restauración, y estudiar un nuevo emplazamiento, contando con el asesoramiento del Servicio diocesano de Patrimonio Artístico.
Del 14 de marzo al 22 abril de 2022, la empresa Uffizzi realizó la extracción del mural mediante la técnica de “arranque en masa”, procediendo después a su restauración y emplazamiento en el ábside de la capilla del Hospital de Los Montalvos, donde el mural no pierde el contexto para el que fue concebido, un hospital. “Un lugar donde la humanidad vive el dolor, el sufrimiento y la esperada curación. Una experiencia que viven los sanitarios, los enfermos y sus acompañantes. Para ellos pintó Genaro de No este Vía Crucis que termina en la resurrección, en la esperanza”, recuerda Gil. Para este responsable, el mural de Genaro de No conjuga tres cosas fundamentales para la vida de un cristiano, “el amor de Cristo, la muerte y el misterio del Padre que le resucita”.
La directora de Uffizzi, María Luisa López, destaca la complejidad de recuperar un mural contemporáneo del siglo XX, “una obra merecedora de ser recuperada por su significación, importancia artística y, sobre todo, por el mensaje que transmite tanto a los enfermos como a todos los ciudadanos que se acercan a la capilla”. El mural pintado por Genaro de No se encontraba en un muro con una terminación industrial, donde el artista plasmó su obra sobre el gotelé, aplicando “mucha más materia pictórica y veladuras”, como resalta Mª Luisa. “Hacer un arranque mediante un tejido no nos daba garantía de recuperar toda la pintura”, por ello apostaron por la técnica de arranque en masa.
Esta restauradora reconoce que “un mural de estas características, con un traslado así, no es fácil encontrarlo en la vida de un restaurador”, y valora el resultado obtenido gracias al minucioso y coordinado trabajo llevado a cabo por un equipo interdisciplinario.
María Luisa afirma que la manipulación de la obra ha sido compleja y ha requerido muchos medios técnicos y humanos. Antes de cortar el mural, se realizó un estudio con un barrido fotográfico, “con fuentes de luz especial, haciendo pruebas de solubilidad, pruebas de estabilidad de la pintura”, para aplicar después una protección de la superficie antes del engasado.
Después se realizaron 21 cortes verticales, “de casi tres metros de altura cada uno y con un peso aproximado a los 300 kilos cada fragmento”, sobre los que se hizo un tratamiento del estrato pictórico con limpieza química y de reintegración cromática. Finalmente, se aplicó una protección en la superficie para preservar la pintura de la luz y del polvo.
Las escenas de este Vía Crucis deben ser interpretadas desde la parte derecha a la izquierda. Comenzando por un Jesús sin rostro, con un casco de espinas, que “representa a cualquiera de nosotros”, como describe la sobrina del artista, Julieta de No. “Las espinas son el dolor, la enfermedad, el sufrimiento, el miedo, la angustia física y mental, la soledad. Incluso, la incertidumbre de un hombre ante el mundo”, describe.
Después aparece representada la Vía dolorosa, en la que “se puede identificar cualquier familiar”, y en la que aparecen, la Virgen (una madre), el Cirineo (puede ser un hermano), unas mujeres de que lloran (cualquiera de nosotros),…. “cada uno puede coger su personaje e identificarse”, porque el Via Crucis de Genaro de No “nos está contando una historia y nos hace partícipes de esa historia y nos consuela con ello”, destaca la sobrina del pintor.
La cruz “empieza siendo madera y acaba siendo un chorro de luz que se va enterrando”, como señalaba el propio pintor, “una cruz larga que representa el peso de la vida, de las circunstancias y de la aceptación”; la Virgen “como un pozo de dolor”, que representa el dolor espiritual; las mujeres que gritan, que “representan el dolor humano, el más físico”, y el Resucitado, “que nos acoge con sus manos, es el descanso en el Padre, y que significa también la esperada curación”, concluye Julieta.