01/04/2019
El sacerdote Matías Prieto y el profesor Francisco José Udaondo comparten su pasión por la música. Ambos son organistas y forman parte del equipo de profesionales que están colaborando con la Delegación diocesana de Liturgia en la formación musical a coros, intérpretes, salmistas, sacerdotes y seminaristas de la Diócesis de Salamanca. Un grupo de siete profesionales surgido tras la Asamblea diocesana con el firme objetivo de potenciar y mejorar la calidad de la música litúrgica y el deseo de ennoblecer las celebraciones eucarísticas.
MATÍAS PRIETO ESPINOSA
• Canónigo organista de la S.I.B. Catedral de Salamanca.
• Párroco de Nuestra Señora de Lourdes, en Salamanca.
• Consiliario diocesano de la JEC.
Matías, ¿cómo debe ser la música para celebrar plenamente la liturgia? y ¿qué características debe tener un canto litúrgico?
Si las celebraciones litúrgicas son realmente “celebraciones”, la música y el canto en la liturgia debe ser alegres, y la alegría la manifestamos siempre cantando. Pero hay otros sentimientos celebrativos que también se expresan con el canto como la alabanza, la acción de gracias, la petición o el arrepentimiento.
El canto, que en la liturgia debe estar estrechamente unido a los sentimientos que queremos manifestar, son canciones compuestas específicamente para liturgia y tienen que ayudar a que los fieles con esas canciones manifiesten realmente lo que se pretende, lo que se celebra y lo que se quiere manifestar. Por lo tanto, ni vale cualquier canción, ni se debe cantar aquellas canciones que no ayuden a expresar aquello que el pueblo quiere y debe manifestar.
¿Sigue teniendo actualidad la instrucción “Musicam sacram”?
Esta instrucción, aprobada por el Papa San Pablo VI, siguiendo la reforma litúrgica llevada a cabo por el Concilio Vaticano II en la “Sacrosanctum Concilium”, sigue teniendo vigencia y es conveniente que de vez en cuando la repasemos para tener en cuenta la riqueza del canto en la historia de la Iglesia.
Las celebraciones litúrgicas no son conciertos, ni los conciertos deben “amenizar” las celebraciones, pero puede haber algún momento en que alguna parte de la misa sea cantada por un coro que mueva a la oración e interiorización de lo que se está celebrando
La Iglesia ha aportado a todas las artes un gran valor histórico en la pintura, la escultura, la arquitectura y, por supuesto, en la música. El patrimonio es impresionante. Pero es conveniente tener unas directrices que nos ayuden a que realmente la música tenga la dignidad que debe tener una celebración litúrgica. Siempre teniendo también en cuenta las diversas culturas, por eso se deja parte de la normativa a las Conferencias Episcopales del mundo.
FRANCISCO JOSÉ UDAONDO PUERTO
• Profesor de Música en la Universidad de Salamanca.
• Codirector del Coro Tomás Luis de Victoria de la Universidad Pontificia de Salamanca.
¿Cómo calificaría la música litúrgica en nuestra diócesis y por qué es importante mejorar su calidad?
No es fácil dar una respuesta sencilla. No tenemos información actualizada de lo que se hace en todas las parroquias y ámbitos diocesanos. Conocerlo sería muy útil para ofrecer aportaciones.
Tendríamos que establecer unos parámetros de análisis objetivos, pero una cuestión es clara: la calidad de la música litúrgica ha mermado, y notablemente. Evidencias: órganos históricos mudos por décadas de olvido, instrumentos musicales (armonios) usados como muebles, ausencia de coros o grupos de animación musical en muchas parroquias… Hay gente trabajando por la música en nuestra diócesis con muy buena voluntad, con sincero deseo de ennoblecer las celebraciones, pero con escasa formación.
La Iglesia atesora un riquísimo patrimonio musical de siglos, un signo evidente de la gran importancia que siempre se le ha concedido a la música en la liturgia.
La calidad es siempre un valor. Y hay celebraciones litúrgicas de dudosa calidad: desde la preparación de las homilías, a la declamación de las lecturas o preces, o los aspectos musicales. Cierto es que hay muchas comunidades que no cuentan con personas especialmente versadas en música. Como no es menos cierto que se ha descuidado, cuando no obviado la formación musical empezando por los propios seminaristas, que no cuentan con ninguna materia relacionada con la música en su plan de formación. ¿Cómo generar inquietud por algo que se desconoce?
Graves errores del pasado que nunca deberían haberse producido y que se enmarcaron en décadas de absoluta dejadez en este aspecto y en otros tantos.
Afortunadamente ahora estamos tratando de enmendar estas omisiones con la creación de este grupo de trabajo de música litúrgica para dar formación a intérpretes, coros y salmistas en técnica vocal y selección de repertorio.
Es importante, en este punto, dejarse guiar por quienes tienen una dilatada experiencia en el campo de la música y especialmente de la música sacra. No porque sean mejores, sino porque pueden darnos pautas para mejorar y conseguir que la calidad de la música sea mejor. Ya que ésta es uno de los medios más efectivos de elevar nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad hacia Dios. El que canta, reza dos veces.
**(Entrevista completa en la edición impresa de la revista diocesana de Salamanca: ‘Comunidad’ nº 705).