ACTUALIDAD DIOCESANA

28/03/2018

El primer programa de la Semana Santa

Me preguntaba un matrimonio holandés, amigo desde hace muchos años, y alejado de toda vivencia religiosa, me preguntaba, digo, sobre la razón de nuestra Semana Santa. En la Oficina de Turismo, y en muchas parroquias de la ciudad, han encontrado diversos programas que orientan al público sobre las celebraciones de estos días. Quieren conocer el fondo y el origen de todos estos programas pero desean conocer el “programa” base de toda esta gran movida religiosa.
Con mucho gusto les quiero sintetizar el primer programa semanasantero, el que ofrece la liturgia de la Iglesia, el que Dios mismo nos ofrece para darnos su amor. Veamos:

Domingo de Ramos

El Domingo de Ramos viene a ser como el pórtico de toda la Semana.
Tras la bendición de los ramos se hace una procesión hasta el templo donde tendrá lugar la Eucaristía. Esta celebración tiene un sentido ambivalente: por una parte celebramos con alegría la entrada de Jesús en Jerusalén, y por otra meditamos la pasión del Señor con el Evangelio de Mateo, o de Marcos o Lucas, según los años.

Jueves Santo

El Jueves Santo, víspera del Triduo Pascual y día eucarístico por excelencia, se centra en dos celebraciones complementarias: La Misa Crismal (que por razones prácticas se suele celebra algún día anterior y siempre en la Catedral) convoca especialmente a todos los sacerdotes para renovar solemnemente sus promesas sacerdotales ante su Obispo. Por otra parte, al ser la única misa en toda la diócesis, se invita también a toda la comunidad cristiana porque en esta celebración se bendicen los tres Óleos que se van a usar durante todo el año, en todos los templos, como signo del poder de Dios para santificar a los hombres: el Óleo de Enfermos, el Óleo de los Catecúmenos para los que van a ser bautizados, y el Santo Crisma, el óleo perfumado, que será repartido entre los bautizados, los confirmados, los ordenados de diáconos, presbíteros y obispos, e incluso para la consagración de los altares. La Celebración de la Cena del Señor se celebra al atardecer del Jueves Santo en todas las iglesias. En ella, tras el lavatorio de los pies, recordamos, y agradecemos al Señor, la Institución de la Eucaristía. Concluye esta celebración con la procesión del Pan consagrado hasta el Monumento (altar donde se conservará este Pan hasta la celebración del día siguiente y al que los fieles suelen visitar en familia para adorar incluso durante toda la noche).

Viernes Santo

El Viernes Santo, a primera hora de la tarde, volvemos a los templos para la Celebración de la muerte de Jesús. Esta liturgia, la más antigua que conservamos, consta de cuatro partes: La Proclamación de la Palabra donde se leerá la pasión del Señor según el evangelista San Juan; la Oración Universal en que pedimos pausadamente por todas las intenciones de la Iglesia y de la sociedad; la Adoración de la Cruz, que es el rito propio de esta día: la cruz es descubierta, presentada a los fieles y éstos, en procesión, se dirigen a adorar el leño de la Cruz donde murió el Salvador; y, por último, la Comunión con el Pan consagrado el día anterior y conservado en el Monumento.

Sábado Santo

El Sábado Santo es un día alitúrgico y, por tanto, no hay ningún acto litúrgico programado porque Jesús está muerto y sepultado. Caben sí recuerdos entrañables y propios de este día que a veces el pueblo hace con celebraciones especiales. Por una parte tenemos el recuerdo de María en su soledad: la Madre, y la Iglesia con ella, hace memoria de los siete dolores que a lo largo de su vida ha sufrido junto a su Hijo. Por otra, recordamos cómo, desde el sepulcro, Jesús baja a los infiernos, es decir, al lugar de los muertos, y “despierta” a todos los difuntos de la historia que han fallecido con la esperanza de la resurrección, comenzando por Adán y Eva.

Domingo de Resurrección

El Domingo de Pascua es el día más grande de todo el año. Es el día que celebramos la resurrección del Señor. Dos momentos se programan para este día:
La Vigilia pascual que ha de tener lugar a media noche. Cuatro tiempos trascurren en esta Vigilia: El Rito de la luz, o lucernario, con la bendición del fuego con el que se enciende el cirio pascual y los cirios de todos los asistentes. Con el cirio encendido y el templo en oscuridad se escucha el Pregón Pascual. Se continúa con el Rito de la Palabra donde se proclaman unos textos bíblicos que recuerdan las maravillas que ha ido haciendo Dios para salvar a los hombres, se canta gozosamente el Gloria entre toques de campanas y se entona el Aleluya que es el himno pascual. Se concluye con la lectura del evangelio en que relata la resurrección de Jesucristo. En tercer lugar se hace el Rito del agua. Se bendice el agua bautismal, los fieles renovamos nuestras promesas bautismales y es el mejor momento para bautizar a los catecúmenos si los hubiere. Por último celebramos el Rito del Pan y del Vino con la Eucaristía. Suele terminar la Vigilia con el cántico del “Regina coeli letare” dedicado a María. A esta Vigilia debería acudir todo cristiano. Esta Vigilia irradiará su luz, no solamente en este día, sino también en la octava de Pascua y la cincuentena pascual que continúa hasta Pentecostés. Más aún, irradiará su luz durante todos los domingos del año y en todas las celebraciones eclesiales hasta las exequias de los difuntos.
Durante este día concluye la Iglesia su Semana Santa con la solemne Misa de Pascua de Resurrección.

Este es, queridos amigos, el “primer programa” de la Semana Santa del que nacen todos los demás programas. Este programa primero es el que ha diseñado el mismo Señor que “nos ha amado hasta el extremo” y que lo ha entregado a la Iglesia para su administración y conservación. Por esta razón es un programa “litúrgico”, es decir, de iniciativa divina, y que por ello adquiere un valor superior a todos los programas que organizamos nosotros con propia iniciativa, que son todos aquellos que llamamos “piedad popular” como son, por ejemplo, las procesiones.
Aclaro a mis amigos holandeses que todos los programas de la Semana Santa son válidos y complementarios; los debemos respetar con nuestra asistencia y devoción, pero hemos de distinguir y favorecer siempre el primer programa.
Aquí está la raíz de todo ese esplendoroso jardín de primavera que es la Semana Santa.
Sin esta raíz, bien regada por todos, el jardín terminará siendo como un decorado de naturaleza efímera.

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