27/01/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
El padre Julián Elizalde (Phạm Công Thanh, sj.) llegó a Vietnam en 1961, en plena guerra en este país asiático, donde fallecieron miles de personas, entre la población local y los americanos (en este caso se cifran en 60.000). Este jesuita, nacido en Elizondo (Navarra), se unió a la Compañía de Jesús en 1956, porque como él mismo reconoce, “desde muy joven quería ser sacerdote diocesano, y me fui a formar a Comillas, en Santander”.
Pero cuando tenía 17 años tuvo una llamada a ser jesuita: “Tuve un toque muy personal del Señor que me invitaba a considerar el noviciado de los Jesuitas, aunque yo quería ser cura de pueblo, pero entré en la capilla y le dije al Señor si a lo que me llamaba era una idea loca, pero sentí una paz enorme sintiendo que era la invitación del Señor “. Y así empezó su verdadera vocación.
Con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada, que se celebra el 2 de febrero, Julián Elizalde relata su vida en misión en este país asiático, donde se trasladó cuando sus superiores pidieron voluntarios, “porque la Compañía de Jesús había estado ausente de Vietnam por dos siglos, desde 1774, cuando suprimieron a los Jesuitas de allí, tras ser una de las primeras órdenes religiosas que propagaron la fe cristiana en ese país”.
Su tarea allí era la de encargarse de la formación de los sacerdotes y de los intelectuales en un seminario y un colegio. Justo antes de partir, el padre Elizalde estaba en el noviciado de Salamanca, y desde allí se fue a Francia para estudiar francés, después marchó a Vietnam, donde tuvo que aprender vietnamita. “El país ha pasado por unas aventuras y unas tragedias enormes con la división entre Vietnam del Norte, que se volvió comunista, y Vietnam del Sur, libre y protegida por los americanos”. Él estaba en el Sur, “bajo al predominio del mundo libre y de los Americanos”.
Como él mismo lamenta, pronto se declaró la guerra de independencia del sur, “que quería ser también comunista, y empezó una invasión de las tropas americanas, que llegaron a ser más de 300.000 soldados, con todas las muertes que tuvieron, más de 60.000 americanos”, confirmaba. En 1975 se unificaron los dos países, y como confirma, “a nosotros, los extranjeros, nos permitieron vivir con los comunistas un año, pero con muchas restricciones, y al cabo de un año, en 1976, nos expulsaron, tras 15 años en el país”.
En los años bélicos, Julián Elizalde confirma que iban moviéndose a las zonas protegidas y seguras. Durante su estancia en Vietnam, junto a otro escolástico de España, Felipe Gómez sj, fue a Baguio, Filipinas, a estudiar Teología en 1963, y fue ordenado sacerdote junto a otros 12 vietnamitas en la Catedral de Notre Dame, en Saigón.
Después de ser ordenado, el padre Elizalde fue enviado a Hue en su ministerio pastoral. Uno de los momentos en los que pasó más miedo durante la guerra fue cuando en 1968, junto a su superior, el padre Armand de Pelsemaeker, fueron capturados y detenidos una semana por el “VietCong” en su casa, junto a una cocinera con sus hijos pequeños. “Se oían las bombas y caer las casas, y mientras tanto, mi superior, la cocinera con sus hijos y yo, estábamos bajo pequeñas colchonetas en el suelo, esperando que se derrumbase la casa”, recuerda.
Este jesuita admite que en ese momento, “lo pasamos mal, yo rezaba y rezaba“. Y asegura que tenía miedo, “pero mientras yo rezaba, el Señor trabaja, porque no morimos, y en la casa, todo estaba destruido, pero la cocina intacta”. De hecho, la cocinera, que no era católica, dijo a los jesuitas: “Vuestro Señor nos ha protegido”.
Un mes después de este hecho, regresó a España para estudiar Psicología y continuar su formación con jesuita, y en octubre de 1970, volvió a Vietnam. Allí desempeñó la tarea de capellán de la biblioteca DacLo, en Saigón, donde comenzó a dar retiros de ejercicios espirituales a estudiantes universitarios. En julio de 1972, en la fiesta de San Ignacio, el padre Elizalde hizo su voto permanente como jesuita, en presencia del superior, Pedro Arrupe.
Cuando fue expulsado de Vietnam, comenzó a servir en una parroquia de Denver, en Estados Unidos, “para trabajar con los refugiados vietnamitas y ayudarles a integrarse con este nuevo mundo, porque yo conocía la cultura vietnamita, y la cultura americana no era tan rara para mí como era para ellos”.
Julián Elizalde estuvo 10 años en Estados Unidos, “hasta que los superiores jesuitas de Roma me llamaron para trabajar allí con la CVX”. Desde Salamanca, donde vive en la comunidad jesuita desde 2013, confiesa que ha sido siempre “feliz”. Tras 18 años en Roma, en 2005 volvió a Vietnam, donde en el Escolasticado fue el padre espiritual, “tenían 150 jóvenes”, hasta que regresó a España hace casi diez años. En alguna ocasión ha vuelto a Vietnam, y mantiene el contacto con su “familia” vietnamita a través del teléfono o por internet.