31/05/2020
Hoy, domingo 31 de mayo, se cumplen cincuenta años de la restauración del Ordo Virginum, renovado y promulgado según las disposiciones del Concilio Vaticano II por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, por mandato del papa San Pablo VI el 31 de mayo de 1970.
En los cincuenta años transcurridos de la promulgación del nuevo Rito de Consagración de las Vírgenes, volvió a florecer la antigua forma de vida del Ordo Virginum, también conocido como el Orden de las Vírgenes Consagradas. Se trata de un ritual considerado como una de las primeras formas de vida consagrada femenina en la Iglesia, una vocación cuyo origen se remonta a los inicios del cristianismo y por medio del cual las mujeres, sin abandonar sus hogares, se entregaban totalmente a Jesucristo y a la misión evangelizadora. Ese ritual primitivo dio paso a otras formas de vida religiosa como los monasterios o la vida en comunidad y que volvieron a cobrar fuerza después del Concilio Vaticano II. Después de siglos, el Concilio Vaticano II concedía la posibilidad de recibir esta consagración a mujeres que permanecen en su entorno habitual y no sólo quedaba reservada para las monjas de los monasterios. Una consagración que fue ratificada por Juan Pablo II en el canon 604 del Código de Derecho Canónico de 1983.
Hace dos años, concretamente el 8 de junio de 2018, la Congregación de Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), proclamaba Ecclesiae Sonsea Imago, Instrucción sobre el Ordo virginum, admitida por el Papa Francisco. Se trata del primer documento de la Sede Apostólica que profundiza la fisonomía y la disciplina de esta forma de vida, después del Rito litúrgico y las notas contenidas en él. Un documento fruto del trabajo sinodal en el que fueron consultados obispos, vírgenes consagradas y expertos de todo el mundo, para la orientación y promoción de esta forma de vida consagrada.
Esta vocación singular, diferente y distinguible de toda otra forma de vida consagrada, exige acogida en mujeres que no hayan contraído nunca nupcias, ni vivido pública y manifiestamente en contra de la castidad; residiendo solas, en familia, junto a otras consagradas o en otras condiciones favorables a su vocación. Sustentadas con el fruto de sus trabajos o recursos personales. Cultivando el aprecio mutuo, el vínculo y la corresponsabilidad entre consagradas; con el Obispo diocesano como único y máximo responsable. Mujeres enraizadas y apasionadas por la Iglesia local y universal.
En la actualidad, la Diócesis de Salamanca cuenta con tres mujeres laicas consagradas a Dios en el Orden de las Vírgenes.
Con motivo del quincuagésimo aniversario de la promulgación del nuevo ritual estaba previsto que se celebrase en Roma un Encuentro internacional de Vírgenes consagradas que ha tenido que posponerse como consecuencia de la pandemia por el coronavirus. Por ello, se ha animado al recogimiento en oración personal desde la realidad de cada una y a la comunión profunda.
A través de un Mensaje, el Papa Francisco ha querido unirse a la “acción de gracias” por este “doble don del Señor a su Iglesia”, el Rito renovado y el Ordo fidelium y ha escrito un mensaje a las mujeres consagradas del Orden de las Vírgenes, en el que las invita a que “sean mujeres que creen en lo revolucionario de la ternura y del cariño”.
El pontífice recuerda que la consagración las reserva para Dios sin hacerlas “ajenas” al ambiente donde viven, dando el propio testimonio con amor a todos y con la cercanía, principalmente a los pobres: “Que vuestra consagración virginal, con esta cercanía específica a los hombres y mujeres de hoy, ayude a la Iglesia a amar a los pobres, a reconocer la pobreza material y espiritual, a socorrer a los más frágiles e indefensos, a los que sufren por la enfermedad física y psíquica, a los pequeños y a los ancianos, a los que corren el riesgo de ser descartados”.