09/01/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Hoy se cumple un año del inicio de su ministerio como obispo de la Diócesis de Salamanca, ¿cómo recuerda ese día?
Creo que era un día en el que yo estaba un poco conmovido, porque venía de Ciudad Rodrigo. A la una tuve en la capilla de la Casa de la Iglesia el juramento, y la comida, y directamente a la Catedral. Era un día frío de tiempo, pero cálido en la acogida, la familia, los amigos que te acompañan, y luego una belleza grande en la celebración. Y expectativa, porque al terminar la celebración había que ponerse a trabajar y ver por dónde empezábamos.
¿Qué visión tenía de la Iglesia de Salamanca y cómo la percibe ahora tras estos doce meses?
He vivido aquí mucho tiempo de estudiante, y luego de rector del Teologado de Ávila, y en alguna ocasión traje a mis padres. Cuando llegas a Salamanca, es una visión de grandeza, de cultura, de sabiduría… Yo estaba bastante impresionado al venir aquí. Luego te das cuenta de que es una una diócesis que tiene las mismas dificultades y las mismas carencias que tienen otras, y lo importante es ir entrando en ella y entrar en contacto con la vida de las parroquias y del pueblo de Dios.
¿Se ha sentido arropado?
Bastante. Lo primero que habría que decir en un día como hoy es dar las gracias, sobre todo a todos los colaboradores cercanos que tenemos en la diócesis. Yo no sé si la gente todavía mira al obispo como algo lejano, pero digamos que el trabajo del obispo desde siempre es un trabajo colegial, con con organismos diocesanos que le acompañan y le ayudan.
¿Cuáles han sido sus mayores preocupaciones?
Mi mayor preocupación al principio, sobre todo, fue cómo distribuyo mi tiempo sin ningún criterio previo, nada más que pendiente de la solicitud de una diócesis y de la otra. Pasamos un momento muy difícil, duro, porque no teníamos ordenado ese trabajo, no conocíamos todavía el campo… Yo creo que en este momento, que ha pasado ya un año, ha habido un esfuerzo de conocer tu tierra, a la que la Iglesia te ha enviado, y luego, desde ese conocimiento, se ha ordenado bien el trabajo, y será ligeramente más fácil en lo sucesivo.
¿Y sus alegrías?
Las alegrías siempre tienen que ver con con las personas. Yo creo que las máximas alegrías es cuando estás con tu pueblo, cuando vas a las comunidades, donde haces una celebración o una confirmación, que estás con la gente, que te haces una fotografía. El estar cerca de tu pueblo, para mí es la máxima alegría.
¿Cómo es la Iglesia que sueña José Luis Retana?
Siempre he hablado de que habría que pasar de unas estructuras a una vida. Creo que Salamanca con las universidades, las asociaciones, las fundaciones o las cofradías, hay una estructura externa bella, pero yo creo que hay que bajar a la vida, qué tiene que ver Cristo con mi vida cotidiana, con mi mujer, el afecto que la tengo; con mis hijos, cómo los quiero; con mi trabajo, o con mi falta de trabajo; con mi soledad; y me gustaría que hubiera un trabajo interior, de una belleza externa a una interior.
¿Considera que no existe una cohesión entre la fe y la vida?
Eso es un trabajo de toda la vida, pero creo que es muy importante ahora, porque estamos pasando un momento en el que percibimos claramente que no hemos sabido transmitir la fe a nuestros jóvenes. Nuestros padres, con menor sabiduría que nosotros, han sido capaces de orientarnos por lo menos. No hemos sabido transmitir la fe a los jóvenes, y vivir la fe de forma tan débil, sin que tenga que ver con Jesucristo y con mi adhesión a la Iglesia, pues es muy complicado. Creo que hay que hacer un esfuerzo mayor de coherencia entre la vida y la fe.
¿A qué retos se enfrenta la Diócesis de Salamanca?
En muchos aspectos, son los mismos que en otras diócesis. Creo que hay una dificultad grande con el clero, que es mayor y escaso para el número de comunidades. Y creo que hay que hacer un esfuerzo grande de distribuir nuestro tiempo, el de cada sacerdote, a lo mejor con más comunidades. Y no se trata de trabajar mucho más, sino de lo que se puede con su edad y con sus circunstancias, se distribuye ante esa escasez. Esa es la mayor dificultad que tenemos, y quizás es porque hemos tenido un estilo de vida fue muy clerical, y los sacerdotes han llevado adelante las tareas, y la gente iba detrás, pero el mandato que Jesús hace, no lo hace para el obispo, ni lo hace para los sacerdotes, es para toda la Iglesia: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio”. Hay que hacer un esfuerzo mayor en entender que esa tarea es corresponsable también con los laicos y con los otros ministerios que hay o que debe haber dentro de la Iglesia diocesana.
¿Cómo conseguir que los laicos sientan la misión en la Iglesia?
Lo importante es profundizar en esa adhesión, y de ahí nace el comunicárselo a otros.
«Me gustaría saber alentar a los sacerdotes».
La despoblación, el envejecimiento, unido a la falta de sacerdotes y a la secularización, sin duda plantean un serio problema. ¿Tiene en mente algún plan para la reactivación de la pastoral en el mundo rural? ¿Qué papel pueden jugar los laicos en este proceso?
El trabajo que debemos hacer es alentar a los sacerdotes en un primer punto, porque, puede ser lógico, tienen una especie de cansancio, de fatiga, de desaliento por ver que no hay relevo… A mí me gustaría saber alentarlos a ellos, los primeros, que no se trata de ser súper hombres, se trata de que a lo mejor tengo que coger más campo de trabajo, pero organizar bien y con orden, y hacer ver a esas comunidades que tienen un pastor, aunque le reciban con menos frecuencia que cuando había un sacerdote en cada comunidad.
Me gustaría saber alentar a los sacerdotes en esa dirección y que entendieran, y los laicos también, que se puede ayudar de muchos modos.
La dificultad más grande está en llevar la eucaristía el fin de semana, los domingos, pero hay comunidades que mantienen la vida espiritual y la vida de la Iglesia sin que el sacerdote esté allí todos los domingos.
Tenemos que introducir a los laicos en los distintos carismas dentro de la Iglesia que ayudan a que esa comunidad, a lo mejor muy pequeña y con personas mayores, tenga una vida cristiana.
¿Qué medidas se pueden tomar ante la falta de vocaciones?
Hay que trabajar mucho la pastoral juvenil y la universitaria, que va todo junto, y la pastoral vocacional. Es difícil porque hoy, en un mundo como el nuestro, tan secularizado, una vocación a la vida religiosa o al ministerio sacerdotal realmente es un milagro, pero hay que pedirlo, porque el Señor, que es más grande que todas las dificultades, puede realmente hacer ese milagro. Pero hay que trabajar, sobre todo los sacerdotes jóvenes, los que tengan clases de Religión, o en la pastoral universitaria.
«Todos somos responsables de que en nuestra vida de la diócesis aparezcan chicos que al menos intenten discernir si ese es el camino que Dios quiere para ellos».
¿Cómo se debe plantear la propuesta vocacional a los jóvenes?
La pastoral vocacional te da el nivel de vida de las comunidades, no es que no salga una vocación, sino que las vocaciones salen de la familia y de la vida de las comunidades. Los responsables somos todos, el primero, el obispo, los sacerdotes, que tendríamos que vivir de tal modo que un joven entienda que merece la pena jugarse la vida por Cristo. Las comunidades también podrían proponer a los mejores chicos, que tienen ese camino abierto, y en ese sentido, todos somos responsables de que en nuestra vida de la diócesis aparezcan chicos que al menos intenten discernir si ese es el camino que Dios quiere para ellos.
En Plasencia hicimos una pequeña experiencia de “Seminario en familia”, con cinco o seis chicos, y este año ha venido el primero al seminario. Yo creo que los frutos deberían verse, y debe de ser un trabajo bueno, coordinado entre pastoral vocacional, juvenil y universitaria, en el cual deben entrar todos los sacerdotes, al menos los más jóvenes de la diócesis.
¿Cuáles van a ser las prioridades pastorales este curso?
La vida ordinaria de las comunidades, pero sobre todo, incidiría en la pastoral familiar y en la pastoral vocacional.
Tiene por delante la remodelación de su equipo de gobierno, para lo cual ha puesto en marcha una consulta, ¿es este un paso en clave sinodal?
En la diócesis tenemos una estructura quizá excesivamente piramidal, donde hay un vértice, que es el obispo y los vicarios, que por cierto, a mí me han ayudado mucho en este primer año. Pero tenemos que hacer un vértice más amplio, repartir más la tarea, y no tiene por qué haber solo un vicario de pastoral; evidentemente el vicario general sí, pero puede haber responsables de otras áreas, y que esos estén en el equipo de gobierno, junto al obispo. Y quizás debería de haber alguna mujer también, contar con todas la sensibilidades que ayuden al obispo a afrontar realmente todos los problemas que suscita la diócesis.
Estamos inmersos en el Sínodo, ¿cómo se está viviendo este proceso en la diócesis?
La participación ha sido discreta, como en toda España. Se trabajó bien en los grupos sinodales, y ahora ha habido una dificultad grande, y es que el trabajo que tenemos que hacer en este momento, nos han dado muy poco tiempo y lo vamos a ver en una asamblea el día 14 de enero. Creo que va todo en esta dirección, la escucha a todos, porque todos sabemos que hay gente que se queda fuera de la Iglesia, por su estilo de vida o sus afectos, y tiene que haber un esfuerzo de escucha y de acogida a todos, y de corresponsabilidad.
Los que han participado han vivido este proceso con mucho gozo, con mucha alegría, y con deseo de continuar, pero tendríamos que hacerlo extensivo a más gente dentro de la diócesis.
¿Cómo ve el papel de la mujer en la Iglesia?
En el Sínodo se ha visto con claridad, y hay cosas que no están tan claras, como la ordenación de la mujer, pero la vida de las comunidades la llevan las mujeres. Vas a cualquier comunidad o parroquia, y allí las que cantan o las que leen fundamentalmente son las mujeres, y yo creo que son las que llevan adelante la vida de la Iglesia. Por lo tanto, creo que deben entrar a formar parte del gobierno y también en las distintas áreas de la pastoral diocesana.
¿Qué pasos se han dado en la diócesis para transmitir una mayor transparencia?
Este año se ha hecho un esfuerzo muy grande de transparencia. La relación que en la diócesis hemos tenido, por ejemplo, con la prensa, ha sido muy estrecha y cordial. Y en cuanto a la oficina de abusos, se ha puesto en funcionamiento como en todas las diócesis. (La transparencia) cada vez debe ser mayor. Es verdad que en la vida de la Iglesia hay gracia y hay pecado, porque está hecho por hombres, pero debemos afrontar todos los problemas que haya con transparencia y con comunicación tranquila, directa.
El Palacio Episcopal es uno de los proyectos más importantes para la diócesis, ¿qué va a suponer su apertura?
La apertura del Palacio, que para mí ha sido una preocupación, vista la economía actual y futura, yo creo que se va a pasar de un problema a una oportunidad. Sí, porque vamos a tener una oportunidad, primero de evangelización y de catequesis para el que quiera visitarlo, y, luego, también es una catequesis de comunión porque va a haber una apertura del Palacio con las catedrales. Va a mostrar la capacidad de trabajo conjunto y coordinado dentro de la Iglesia diocesana.
¿Tiene en mente algún otro proyecto diocesano?
Me gustaría avanzar en la puesta en funcionamiento de todas las decisiones de la Asamblea. A mí me parece que se ha ido avanzando pero se han quedado temas pendientes. Hay delegaciones y asuntos diocesanos que han ido adelante. Me gustaría ponerme al día y continuar con la puesta en marcha de todas las decisiones de la Asamblea diocesana.
Este año se celebra la JMJ en Lisboa, ¿qué papel desempeñan los jóvenes en la Iglesia de hoy?
En todos los resúmenes de todas las diócesis y de todas las naciones se pone de manifiesto que la presencia de los jóvenes en la Iglesia es muy escasa. Eso lo tenemos que reconocer, no lo habremos sabido hacer bien, pero es muy importante, porque los jóvenes no solamente son el futuro, sino que son el presente. Si no tienes jóvenes, y no tienes niños, ni familias, significa que las comunidades mueren.
Es fácil que las comunidades sean al final más pequeñas, pero serán más incisivas, tendrán mucho más repercusión, serán mucho más capaces de ser testigos de Cristo en medio del mundo. Pero el trabajo de los jóvenes aunque es difícil, no lo podemos olvidar, tiene que estar ahí, al frente. Creo que se está trabajando bien en la pastoral juvenil. Me he visto en dos ocasiones con los delegados de la Región del Duero y se está preparando bastante concienzudamente la Jornada Mundial de la Juventud. Yo asistiré en la medida de mis fuerzas a lo que pueda.
«Pido a los jóvenes que sean buscadores de la verdad y entenderán que hay caminos que no sacian y otros que te dan el gusto de una vida más bella y una vida mucho mejor».
Un mensaje para animar a los jóvenes…
A mí lo que más me preocupa de los jóvenes es si existe una especie de cansancio antes de comenzar, es decir, un joven que sea capaz de pensar o de decir a mí no me interesa nada, bueno pues es un viejo. Yo creo que realmente un joven es el que tiene expectativas, el que tiene deseos grandes. Así ha ha sido siempre definida la juventud: el que tiene un deseo grande en el corazón. Luego puede ir mejor encaminado o menos, pero lo que no es de recibo es que un joven no tenga deseos grandes, de cosas hermosas dentro de su vida. Yo les pediría que no tapen las preguntas fundamentales que cada uno llevamos en el corazón, y que busquen la respuesta. Que sean buscadores de la verdad y entenderán que hay caminos que no sacian y otros que te arreglan la vida, te dan el gusto de una vida más bella y una vida mucho mejor, y eso siempre ocurre cuando uno tiene un encuentro con Cristo.
Estamos inmersos en el Año Jubilar Teresiano, ¿qué espera de esta celebración?
Ha sido un año un poquito extraño porque nosotros pedimos el Año Jubilar en febrero y la respuesta tuvo problemas de llegada, y lo hemos sabido muy tarde. Yo creo que eso ha sido una dificultad porque no lo hemos podido preparar como teníamos previsto con el grupo que iba a coordinar los trabajos. Ese grupo ha trabajado bien, pero ha trabajado con poco tiempo. Entiendo que será un año de profundizar en la vida espiritual, que tan bien nos viene a todos, y que en eso Santa Teresa es una maestra.