25/03/2022
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Su lugar de reunión es un pequeño local de la iglesia de Nuevo Naharros, un municipio a escasos siete kilómetros de la capital. Al calor de varias estufas de butano trabajan en las fichas del Sínodo diseñadas por la Diócesis de Salamanca. Este grupo sinodal está formado por seis laicos y un sacerdote. Luis Pérez es el coordinador, y quien pone voz y guitarra en cada eucaristía dominical. Todos sus integrantes son personas cercanas a la Iglesia, con una vida activa en la de este municipio.
La creación de este grupo partió de su párroco, Aníbal Hernández, quien les animó a juntarse, “y nos pusimos en marcha”. Lo conforman, junto al sacerdote, Ana, Antonio, Carmen, Luis y Mari. El coordinador opina que el Sínodo es “una buena oportunidad que tiene la Iglesia para pararse a preguntar, dónde estamos, dónde queremos ir, qué necesidades tenemos, y qué es lo que podemos hacer, entre otras muchas preguntas”.
Desde este grupo se plantean, según detalla Luis, que una vez terminen el trabajo con las tres fichas propuestas, “queremos salir a la calle, para preguntar a distintos sectores de la parroquia y del pueblo“. El coordinador asegura que lo van a intentar, “y con los jóvenes, que ya sabemos que son un campo un poco duro, pero lo vamos a intentar, y con las personas mayores”.
Además, también quieren llegar a las catequistas, “y al grupo de limpieza de la iglesia, que hace una labor muy rutinaria pero muy importante, y tenemos la sensación de que hace falta que ellas se sientan también parte de la comunidad de la parroquia”.
Mari Hernández también forma parte de este grupo sinodal. Natural de Canarias, pero viviendo en Salamanca desde hace casi dos décadas. “Aquí me han acogido muy bien y he podido seguir el camino de la fe, porque llevo ya un cierto recorrido a lo largo de los años, en otros lugares”, subraya,
En Nuevo Naharros se siente francamente bien, “las personas que están aquí forman parte como de la familia, no como parentesco, sino la familia de aquí, de una manera más interior”, aclara Mari. En la parroquia del pueblo colabora en lo que puede, como en el coro junto a Luis, entre otras tareas.
En cuanto al proceso sinodal, le parece “una faceta muy importante para nosotros, los creyentes, porque creo que es como un punto de inflexión“. En concreto, afirma que es,”como plantarte desde el fondo de ti mismo, y plantear, qué es para mí ser cristiano”. Mari tiene claro que con el Sínodo hay que salir, “y que hay que trabajar por este mundo mejor”. En la actualidad, el grupo está centrado en la segunda ficha, “con la que volvemos a recordar y profundizar en la fe”.
Otro de los integrantes del grupo es Antonio Martín, que vive en Nuevo Naharros desde hace tres años, “donde he sido muy bien acogido, y tengo un niño de tres años al que me gustaría enseñarle todos los valores que ofrece la fe cristiana”.
Respecto al camino sinodal, detalla cómo en cada reunión, “comenzamos con la oración del Sínodo, y a continuación, leemos la lectura, y después, hacemos las reflexiones, tanto de forma individual como grupal”. Antonio confirma que de esa manera, “tenemos una diversidad de opiniones, y luego tenemos una confluencia de muchas cuestiones en común”.
Asimismo, opina que hay que entender que vivimos “una realidad que avanza, y nos tenemos que situar en ella, tras un parón de unos años por el tema de la pandemia, y que es muy difícil volver a las actividades que había antes”.
En Nuevo Naharros asegura que son pocos, “pero con mucha fuerza”, y quieren avanzar, “y volver a juntar a los que están lejos, para poder tener un proyecto común, porque en la sociedad en la que estamos, de manera individual no se puede conseguir nada, los esfuerzos son titánicos, y todo se tiene que hacer desde un colectivo o comunidad“. En este sentido, Martín considera que los cristianos, “siempre hemos vivido en comunidad, y es como se nos plantea la vida, es el amor que nos trajo Jesús, quien nos dice que tienes que querer al prójimo como si fueras tú mismo, y partiendo de ahí, encuentras la satisfacción del sentido de la vida”.
Para él, en la parroquia, “ser cristiano es ser valiente, decir las cosas como no las sientes, y estamos en una sociedad en la que los estereotipos marcan a unas personas u otras, y es difícil dar tu opinión y que la gente no te critique”, lamenta. Desde su comunidad en este pequeño municipio tratan de transmitir “la alegría que nosotros sentimos por pertenecer a la Iglesia”.