ACTUALIDAD DIOCESANA

03/12/2020

Despedida de las “Hijas” de Sotoserrano

La última comunidad de las Hijas de la Caridad que quedaba en Sotoserrano cierra sus puertas tras más de 40 años de vida entregada a los habitantes de la Sierra de Francia

 

Las huellas de las Hijas de la Caridad quedarán para siempre en las calles y carreteras de la Sierra de Francia, y en el corazón de sus habitantes. Tras 44 años de presencia, hace unos días dijeron adiós a las diversas comunidades a las que han atendido en estos años desde diferentes ámbitos. En Sotoserrano ya lloran su ausencia, y como apuntan sus vecinos, “nos sentimos huérfanos”. Sor Neli, Sor Eloína y Sor María Josefa no pudieron evitar emocionarse durante la eucaristía de acción de gracias que tuvo lugar el pasado 27 de noviembre, festividad de la Medalla Milagrosa, que fue presidida por el obispo de la Diócesis de Salamanca, Carlos López Hernández.

Eucaristía de acción de gracias y despedida de las Hijas de la Caridad, el 27 de noviembre en Sotoserrano.

Las Hijas de la Caridad llegaron a la Sierra de Francia el 28 de junio de 1976, a El Cabaco, como ellas mismas relatan, “respondiendo a la llamada de los superiores para comenzar la promoción humano-cristiana en zonas rurales”. En este municipio se instalaron tres hermanas: una médica, otra enfermera y una maestra. La doctora atendía El Cabaco, Nava de Francia y los caseríos de la zona, además de visitar a domicilio a los enfermos que lo necesitaban, realizar curas o poner inyecciones, entre otras labores.

En este municipio, las hermanas también atendían en verano a niños de recuperación, así como otras tareas pastorales como catequesis, alfabetización de adultos, clases dirigidas a los más jóvenes, de mecanografía, o corte y confección, entre otras.

Llegada a Herguijuela de la Sierra

Unos meses más tarde, en diciembre de ese mismo año, se establece otra comunidad de Hijas de la Caridad en Herguijuela de la Sierra, con tres hermanas, una de ellas enfermera, y otra, maestra. En el año 1980 se unieron ambas comunidades, fijando su residencia en este último municipio, y en 1983, hace 37 años, se trasladan a la casa parroquial de Sotoserrano.

Sor Nélida en la entrada de la casa de las Hijas de la Caridad en Sotoserrano

Según relatan las Hijas de la Caridad, en 1985 reabre la comunidad en El Cabaco, con tres hermanas, que se trasladaron en 1999 a Garcibuey, aunque finalmente se cerró el 31 de agosto de 2006. En total, por la comunidad de El Cabaco-Garcibuey pasaron 17 Hijas de la Caridad, mientras que por la de Herguijuela de la Sierra-Sotoserrano lo han hecho un total de 27.

Sor Nélida Herrero lleva un año en Sotoserrano, en la casa que las acoge desde hace 37 años junto a la iglesia del municipio. Minutos antes de la eucaristía de acción de gracias, que tuvo lugar el 27 de noviembre, reconocía estar nerviosa y muy emocionada. “Son muchos años aquí, muchas pisadas por las calles y mucho coche por la carretera en medio de las dificultades”, subraya esta superiora. Y aunque con mucha pena, admite que se van porque no hay vocaciones y las necesitan en otros sitios. Además, subraya, “el covid ha hecho mella en algunas comunidades”.

La acogida de un pueblo

Ellas aceptan lo que les indican sus superiores, “porque el Señor nunca nos dejará, y junto a Él llevar paz y dejar una huella en el camino de cada día”. Sor Neli espera ser portadora de su luz y la del Evangelio, “que podamos hacer todo el bien que la gente espera de nosotras”. Esta Hija de la Caridad solo tiene que palabras de agradecimiento para la gente de la Sierra y de Sotoserrano, “porque nos han atendido y recibido con mucho cariño, y en todo momento han estado pendiente de nosotras, para que no nos faltara de nada…”.

Sor Eloína junto al sacerdote Alfredo Fernández.

En lo material, a esta comunidad nunca la ha faltado productos de la tierra de sus vecinos, como pimientos, patatas o aceite… entre otros. “Estamos muy agradecidas de esas puertas tan abiertas cuando hemos llamado a sus casas, y sentimos dejarlos, pero les llevamos en nuestro corazón, y les tendremos siempre presentes en nuestras oraciones“. Estas hermanas también se sienten agradecidas a los sacerdotes, “que nos han acompañado en todo momento”, así como a los alcaldes de diferentes municipios.

De las tres Hijas de la Caridad que se han despedido de Sotoserrano, Sor Eloína Rodríguez es la más veterana, ya que llegó a esta localidad serrana en 1990 y estuvo 21 años. Después fue enviada a Ciudad Rodrigo, pero tras seis años allí, regresó de nuevo, hace ya tres. “Cuando yo llegué aquí una hermana era enfermera, otra daba clases de alfabetización, también había maestras”, recuerda. Su labor se ha centrado en las personas mayores: “Les llevaba la comunión, hacía el aseo personal, les duchaba…, e incluso, el aseo de los pies, porque no había podólogo”, relata.

Clases de costura entre las jóvenes

Sor Eloína también dio clases de costura en tres pueblos, “para las más jóvenes”. Y tras volver de su etapa de seis años en Ciudad Rodrigo, reconoce haber estado encantada en Sotoserrano: “Se ha hecho de todo, hemos estado al servicio de todos los pobres”. Entre sus últimas tareas estaba la celebración de la Palabra en ausencia del sacerdote en varios pueblos cada domingo. “Destaco la sencillez de la gente del pueblo, son unas personas buenísimas, muy agradecidas…”, confiesa.

Sor María Josefa en la capilla de su casa en Sotoserrano.

La tercera de las hermanas de la comunidad es Sor María Josefa Avendaño, la de mayor edad de las tres, con 82 años. Lleva diez en Sotoserrano, tras más de tres décadas en El Congo. “Este es un sitio privilegiado por Dios, así como su gente”, afirma. Y se pregunta: “¿Qué he hecho aquí?”. Lo tiene claro: “Querer y dejarme querer”, porque esta hermana considera que la gente de la zona “es muy generosa”, y hasta por una pequeña sonrisa, “te lo agradecen”. Y tiene claro que las llevará en su corazón, “les he dado lo mejor que tenía, y he recibido mucho cariño”. Cada una de estas Hijas de la Caridad tiene un nuevo destino. Sor Neli, a Salamanca; Sor Eloína, a Alcaudete de la Jara (Toledo), y Sor María Josefa, a Segovia.

El sacerdote diocesano, Alfredo Fernández, reconoció tras la eucaristía de acción de gracias, que toda su vida sacerdotal, 15 años, “está ligada a las Hijas de la Caridad en este arciprestazgo, porque lo habéis sido todo para mí, desde chófer, cuando no sabía conducir al llegar aquí, hasta confidentes y acompañantes…”. Durante siete años, este presbítero fue su párroco, y admite que es imposible concentrar en unas pocas palabras, “todo mi agradecimiento”. Para él, estas hermanas han sido como unas madres, “ellas me acogieron con un cariño maternal”.

 

Entrega a los más pobres

Y entre todo lo que ha aprendido Alfredo junto a ellas, subraya el hecho de descubrir que, en la Santísima Virgen, “podemos entregarnos a los más pobres, que ellos sean siempre nuestros dueños y señores”. Asimismo, reconoce que las Hijas de la Caridad han dejado en la Sierra de Francia la vida, “de manera sencilla, de manera oculta, casi escondida, pero de una manera profundamente fiel y eficaz”. Al respecto, indicó que siempre ha escuchado en Sotoserrano que los sacerdotes se podían marchar, “y no pasaba nada”, pero las Hijas de la Caridad, “no podían irse nunca”.

Al término de la celebración, las Hijas de la Caridad entregaron a todos los asistentes la medalla de la Virgen Milagrosa, en el día en el que precisamente celebraban su fiesta.

Por otra parte, este sacerdote diocesano quiso resaltar que, en esta comunidad, “se ha mostrado la vivencia más genuina de las Hijas de la Caridad, como hijas de la parroquia al servicio de la Iglesia universal, entregándose a los más pobres, y eso lo habéis hecho aquí”. Por último, dejó claro que ellas siempre serán “hijas de este pueblo, de esta Sierra de Francia y de esta diócesis”.

El obispo de la Diócesis de Salamanca, Carlos López Hernández, que presidió la eucaristía de acción de gracias en Sotoserrano, elogió a las hermanas, “que han prestado servicio en la Sierra durante 44 años, de forma generosa, sin pedir nunca nada, y eso significa una deuda que la diócesis tiene con vosotras, y que se puede pagar con el cariño, el recuerdo y la emoción”.

Una de las campanas de la iglesia de Sotoserrano tiene una inscripción de agradecimiento a las Hijas de la Caridad, un detalle conocido por muy pocos y que fue inscrito en el año 2007 por su gran labor en la localidad.

Unas misioneras itinerantes

En la eucaristía de acción de gracias de esta comunidad de las Hijas de la Caridad también estuvo presente el vicario de Pastoral, Policarpo Díaz, que fue párroco de Sotoserrano. “Después de 44 años marchan dejando aquí una impronta, porque su carisma ha enganchado de una manera preciosa con estas gentes”, admitía. Y señaló que sus lugares de presencia, “son las calles del pueblo, las casas de los enfermos… porque aquí han vivido una pastoral que el Papa Francisco ha dicho, pero ellas lo han hecho mucho antes, de las periferias existenciales, y una Iglesia en salida, unas misioneras itinerantes que han dejado un testimonio”.

En el campanario de la iglesia soteña quedará para siempre la huella de las Hijas de la Caridad en una de sus campanas, donde está fundida una frase dirigida hacia ellas: “En agradecimiento y testimonio de la presencia de las Hijas de la Caridad por este pueblo”, inscrita desde el año 2007.

 

 

 

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