30/03/2024
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
El obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, presidió este Viernes Santo la liturgia de la Pasión del Señor en la Catedral Vieja. El altar, desprovisto de mantel y ornamentos litúrgicos tras la Cena del Señor del Jueves Santo, reflejaba la austeridad de esta celebración que se inició en silencio con la procesión de entrada de los acólitos, presbíteros y el obispo. Estos últimos vestían con ornamentos de color rojo en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en su pasión y muerte en la cruz.
En su homilía y a la luz de las lecturas proclamadas, el obispo invitó a los fieles a reflexionar sobre el significado que tienen para los cristianos tanto el Crucificado como la cruz. Don José Luis explicó que la cruz “es la gran escuela del amor y sabiduría de un Dios clavado y con los brazos abiertos”. Una respuesta de amor que a pesar de su significado, “no acabamos de entender”.
Señaló que la Cruz es la señal distintiva de los cristianos, pues en ella “murió por nosotros Nuestro Señor Jesucristo”, un sacrificio que nos recuerda el amor supremo: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Además, destacó que seguir a Jesús implica aceptar la cruz como parte esencial de la fe. Y señaló que un verdadero cristiano “es el que ha descubierto que el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, se encarna en los hombres, especialmente en los más pobres y necesitados”.
En esa tarde del Viernes Santo, don José Luis habló también sobre la presencia continua del sufrimiento en el mundo y lo identificó con el Calvario de hoy en día. Desde la crisis hasta las enfermedades, los conflictos, la pobreza,… señaló que “Cristo sigue clavado en la cruz en tantos hermanos nuestros”. Invitó a reconocer el sufrimiento, como parte del misterio pascual, “especialmente el de los inocentes”, indicó que nos conecta “de modo misterioso con la cruz de Cristo”. Además, afirmó que “Cristo es la respuesta al dolor que tenemos cada día” y no nos abandona.
Don José Luis animó a los fieles a entender la cruz como símbolo de redención y a encontrar la esperanza en medio del dolor, recordando una vez más que la cruz es donde se revela “el amor de Cristo”. Concluyó invitando a los presentes a venerar con fe “esa Cruz, causa de nuestra salvación”.
Tras la homilía, se ha realizó la oración universal, en la que se ha oró por la Iglesia, por el Papa, el obispo, los sacerdotes, diáconos y por los fieles, los catecúmenos, la unidad de los cristianos, los gobernantes y atribulados, entre otros.
Seguidamente, comenzó el acto de adoración de la Cruz que se inició con una procesión con una réplica del Cristo de las batallas por el pasillo central de la Catedral hacia el presbiterio, mientras se cantaba por tres veces: “Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo”, a lo que el coro y los fieles han respondido “Venid a adorarlo”. Luego los fieles se han acercado a venerar la cruz, mientras se llevaba a cabo la colecta “pro Terra Sancta” que se entregará a la Custodia franciscana para mantener viva la presencia de cristianos en Tierra Santa y conservar los lugares en los que Jesús vivió, predicó y transcurrió su pasión.
Finalmente, se colocó un mantel sobre el altar, y tras rezar el Padre Nuestro y el Cordero de Dios, se distribuyó la comunión con la formas reservadas en el Sagrario consagradas el Jueves Santo. La celebración concluyó en silencio invitando a todos a esperar junto a la Virgen María la resurrección del Señor hasta la Vigilia pascual, en la noche del Sábado Santo.