ACTUALIDAD DIOCESANA

24/01/2020

EvangelizARTE. Conversión de San Pablo

Gracias a la Conversión de San Pablo hoy nos vamos a acercar a la parroquia de San Pablo en el municipio de Alconada. Precisamente por estar dedicada la parroquia al apóstol de los gentiles, nos encontramos que hay dos tablas en el retablo mayor referentes a aquellos momentos más importantes de su vida. La primera trata de su nacer como cristiano a través de su conversión y la segunda a su nacer para la eternidad del cielo por medio de su martirio. Es decir, por un lado aparece pintado su encuentro con Cristo camino de Damasco y por otro su comunión de destino con la vida entregada del Crucificado. Sobre estas dos tablas pictóricas, en el ático y en la hornacina del centro, así mismo también se encuentra una talla del apóstol Pablo. Es una imagen tallada en madera, de la misma época que las pinturas, donde Pablo es presentado como el apóstol que anuncia el Evangelio en el mundo, de ahí que sostenga el libro en una mano y los pies descalzos en posición de avance.

Estas dos tablas, junto con el resto de las que hay en el retablo pertenecieron a un retablo anterior del siglo XVI, y fueron realizadas en el estilo hispano-flamenco. Actualmente las podemos contemplar insertas en un retablo posterior del siglo XVIII, donde se aprovecharon algunas pinturas más, además de las referentes a San Pablo, como son El Camino al Calvario, El Descendimiento, y en la predela algunos mártires. Quiere decir que hubo un conjunto de tablas que conformaron el retablo del XVI, cuya mazonería original no se conserva, algunas de las cuales todavía se conservan distribuidas en esta iglesia, entre las que cabe destacar un Calvario. En el siglo XVIII la devoción a la Virgen María desplaza la imagen la escultura del titular de la parroquia hacia la parte superior, realizándose un nuevo retablo más acorde con los gustos barrocos.

Debido a que estas pinturas de la vida de San Pablo están colocadas en lo más alto del retablo pasan inadvertidas, sin embargo hoy tenemos la oportunidad de acercarnos a la de su conversión, admirando más de cerca todos sus detalles.

Retablo de la iglesia de San Pablo. Alconada (Salamanca).

La Conversión de San Pablo

La representación está dispuesta en dos partes claramente diferenciadas: el espacio superior, lugar donde se encuentra representado el azulado y luminoso cielo, desde una nube de gloria, rodeada de ángeles y querubines, se revela la persona de Jesucristo envuelta en la luz dorada; y, a modo de contraste, en el plano inferior, está la tierra, donde Pablo y una comitiva de soldados se dirigen a Damasco para perseguir y terminar con los primeros cristianos, sin embargo, son derribados de sus cabalgaduras. Aunque son mundos separados, se unen por medio de las dos líneas paralelas de fuerza en diagonal sobre las que se conforman las imágenes de Jesús y de Pablo. De esta manera el artista consigue que nos detengamos en una conversación tan transcendente, tal y como está escrita con detalle en la Libro de los Hechos de los apóstoles: “Cayó en tierra y oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dijo él: ¿Quién eres, Señor? Respondió: Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y allí se te dirá lo que tienes que hacer” (Hch. 9, 4-6). Por eso las bocas de ambos están abiertas, en posición de hablar, Cristo se revela, provoca y llama a Pablo, el cual responde y le mira, quedando cegado por el resplandor de la luz de su gloria (cf. Hch. 9, 8).

Cristo se revela levantando victorioso su cruz con la mano derecha y cubierto con el manto rojo de Señor, es la imagen de Aquel que tantas veces predicó el apóstol: “… a cuyos ojos ha sido presentado Jesucristo crucificado” (Gál. 3, 1). Y Pablo, según la tradición que lo identifica, es representado calvo y con la barba larga, sin embargo, aquí viste sorprendentemente al modo de un soldado romano, con capa, coraza, espada… Esta confusión de atuendo, impropia de una persona farisea, se debe al relato, ya que se nos quiere contar que Pablo se dirige a Damasco, ciudad que se divisa en el plano del fondo y es el punto de fuga del cuadro, con la intención de perseguir a los primeros cristianos (cf. Gál. 1, 13). El caballo se inclina hacia el suelo en una posición de escorzo, dando profundidad y fuerza al derribo del apóstol. El manto, que se extiende al caer, acentuando aún más la sensación de un movimiento descendente. Es un momento de tensión dramática, porque mientras es derribado del caballo, el cuerpo de Pablo se retuerce violentamente contra Cristo; sus manos se muestran agarrotadas y en tensión, la derecha se dirige hacia su rival para atraparle, y la izquierda se vuelve hacia la espada con la intención de luchar hasta la muerte. Pablo se encuentra en una encrucijada, tiene que decidir, porque Cristo ha salido a su paso cambiando de dirección su vida, por eso se vuelve hacia nosotros y al lado contrario a dónde quería dirigirse. Según cae, el pie descalzo de Pablo es mostrado, simbolizando aquellos tres días en los que reflexionará su derrota y su cambio de vida en casa de Ananías (cf. Hch. 9, 9), que le convertirán en discípulo de Jesús y en un apóstol al servicio de la evangelización en el mundo: “El Señor el dijo a Ananías: Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre” (Hch. 9, 15-16).

 

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