25/06/2021
José Luis Atienza es un sacerdote de la Diócesis de Salamanca de la Prelatura del Opus Dei. Este año celebra sus bodas de plata y repasa su trayectoria en este ministerio durante las dos últimas décadas. Natural de Valladolid pero en Salamanca desde practicamente su ordenación, “llevó aquí desde la década del 2000”.
Antes de sacerdote, trabajó en su profesión de economía y periodismo en Buenos Aires, en Argentina, “allí estuve 34 años, hasta que el prelado del Opus Dei me invitó a ser sacerdote”. En 1993 regresó de América y tres años después se ordenó como sacerdote.
Atienza se ordenó en Roma, donde estuvo tres años, primero haciendo la licenciatura, y después, la tesis con el doctorado, “una tesis sobre el paro y los sistemas económicos en el pensamiento y el magisterio de Juan Pablo II”.
Tras ordenarse presbítero regresó a España. Y se plantea: “¿A qué le debo la vocación?”. Lo tiene claro, “desde que tengo uso de razón a mi familia, porque el marco de mi familia es un marco muy cristiano”. Atienza estudió con los hermanos de las Escuelas cristianas en Valladolid, en el Colegio de Lourdes. “Casi una década en el colegio con una formación cristiana muy buena, y luego, también recuerdo el tirón del párroco del pueblo de mis abuelos, que durante el verano lo pasábamos allí, y él nos animaba mucho a los muchachos que íbamos por el pueblo”, subraya. Y, finalmente, también resalta en los últimos años del Bachillerato la formación que recibió en el Opus Dei, “iba a los medios de formación, la dirección y el acompañamiento espiritual”.
De su ordenación, tiene recuerdos emotivos, “estás como envuelto en una nube, por lo cual es como que lo vives muy intesamente, pero casi llevado de la mano del maestro de ceremonias, porque son momentos que no se pueden describir, no obstante hubo dos detalles que podían servir como anécdota o complemento”, apunta. Uno es que un hermano suyo, que también era sacerdote, le impuso las vestimentas, “y recuerdo que en ese momento mis padres no estaban porque ya habían fallecido, y los recordé mucho porque fue muy emotivo”.
Lo segundo que recuerda de su ordenación es que lo hizo junto a más de una decena de personas de países diferentes, “y eso era como un corazón abierto, te sentías en todo el mundo, había un japonés, un filipino…”.
En cuanto al balance de estos 25 años, cuando mira hacia atrás, admite, “hay tantas cosas bonitas que han sucedido que son de dar gracias a Dios”. Y José Luis Atienza se plantea cómo ha sido posible que haya estado en esto o participado de esta actividad, “todo lo que son frutos que surgen en la vida sacerdotal”. Quiere dar gracias a Dios, “porque sabemos que sin él no se puede hacer nada, y esto es una realidad, porque no hay una relación muchas veces de causa efecto”.
Asimismo, resalta otra cosa muy honda, “que es la misericordia de Dios, y esto no solo como sujeto pasivo, sino sobre todo como sujeto activo, al margen de la celebración de la Santa Misa o los sacramentos, a lo que más tiempo dedico es a la confesión o al acompañamiento espiritual, y son muchas horas semanales”. Para Atienza es una maravilla saber “que con esta mano estás colaborando con el perdón, un perdón que es total”. En este sentido, repite las palabras del Papa Francisco, “que decía que cuando Dios perdona, perdona totalmente, pero uno se ve con la propia mano, siendo instrumento”.